Los
programas de testimonio, inscritos dentro del género televisivo del Reality
Show, son una variante del más amplio subgénero del Talk Show y tienen ya una
cierta tradición en nuestro país.
El
presente trabajo se centrará, pues, en este tipo de programas de testimonio que
basan su estrategia discursiva en la presentación y representación del relato
autobiográfico del hombre o la mujer anónimos, integrándose de esta forma en
las corrientes más recientes de la sociología y la historiografía, y persigue
esclarecer algunas de sus características y funciones, especialmente su función
socializadora, a través del mecanismo biográfico y del concepto de habitus
tomado de Pierre Bourdieu.
La
teorías consolidadas sobre la historia, positivismo, marxismo, estructuralismo,
historia de los Annales, etc., han sufrido una reinterpretación con la
aparición de las perspectivas postmodernistas que, básicamente, han perseguido
la conversión de los referentes, realidades o hechos en puros relatos,
construidos como historia en virtud de la ficción que supone introducir un
narrador como intermediario de lo narrado.
La
consecuencia más importante de ese planteamiento, y que a la vez es uno de los
elementos vertebradores de este tipo de reality, es la aparición de un
relativismo radical basado en la puesta en crisis de las determinaciones de los
supuestos reales y complejos (socioeconómicos, ideológicos...) y, al mismo
tiempo, la concesión de un fuerte protagonismo a un sujeto que, por ser parte
de una ficción narrativa, de una representación audiovisual y social, es
igualmente construido como parte de integrante de uno de los ritos sociales.
Partiendo
de estos componentes de la historiografía contemporánea se puede llegar a
entender el papel y configuración de la historia como construcción e
interpretación de la realidad, y de la autobiografía y de la biografía, bases
de nuestros porgramas de testimonio, como fragmentos de ese gran relato o
conjunto de relatos complejos que es la historia.
La
traducción de lo anterior a la estructura y dinámica de producción de ciertos
discursos audiovisuales, televisivos fundamentalmente, preocupados por la
presentación y representación de la realidad social contemporánea tiene unas
constantes o determinaciones fundamentales.
En primer
lugar, las propias determinaciones del audiovisual tales como la
presencialidad, el sincronismo, la descontextualización, la fragmentación
espacio-temporal, y, en segundo lugar, las peculiares de la propia
historiografía postmoderna como el destierro de la diacronía, la desaparición
de la contextualización, el protagonismo de la cotidianidad y, básicamente, la
reivindicación del héroe individual frente al protagonismo de la sociedad.
A
partir de estos principios enunciados someramente, es fácil, o al menos
coherente, plantear una hipótesis y realizar ciertas verificaciones con respecto al papel, configuración y
significación de ciertos programas televisivos cuyos contenidos giran en torno
a las aparentes autobiografías de los héroes fugaces de la pantalla
seleccionados, sin duda, con criterios, intereses y supuestos históricos, o más
bien sociológicos, de carácter marcadamente ideológicos.
En
efecto, el papel del analista, intérprete o crítico es, básicamente desentrañar
este proceso de producción o construcción de una realidad social que, con visos
de cotidianeidad, fugacidad e instantaneidad, forman parte del complejo
entramado de los programas y, de forma más general, de la programación, soporte
del artefacto que vehiculiza la ideología de los emisores como responsables de
configurar la opinión, la visión de la sociedad en función de intenciones e
intereses definidos previamente por los modelos de sociedad y las ideologías
que los construyen y los propagan.
Pues
bien, desde los planteamientos históricos o historiográficos postmodernos la
autobiografía en los programas de testimonio no es más que un fragmento,
construido desde coordenadas ideológico-textuales diseñadas previamente, cuya
función más relevante es actuar como testigo-soporte de veracidad de un texto
más complejo como es la biografía y éste como parte de la historia sincrónica o
sociología que los dueños de los medios consideran pertinente para realizar su
propia representación de la realidad social, sin fisuras ni complejidad, sin
contextualización y es utilizado como instrumento eficaz del mantenimiento y
consolidación del modelo de sociedad imperante.
En
resumen, para comprender las intenciones, los intereses, los textos y la
recepción de los mismos, es necesario partir del concepto de la microsociología
e historia de lo cotidiano, que defienden las teorías de la postmodernidad como
fragmentos de individualidad sin interconexiones ni determinaciones
estructurales (sociales, políticas, económicas e ideológicas)[1]
(1) y precisamente dentro de esta visión o perspectiva adquiere significado la
producción de autobiografías, de biografías en realidad, guiadas por la
presentadora (o presentador) como instrumentos mediáticos de la construcción
del complejo discurso televisivo como discurso social o sociológico, un
discurso que está claramente
codificado, es decir, ritualizado, aunque, aparentemente, solo nos muestre
representaciones, actantes/actores, acontecimientos, tematizaciones y, en
ningún caso, realidades complejas y contextualizadas. Al fin y al cabo las
tragedias individuales son, ni más ni menos, que fragmentos del melodrama
serial carente de conflictividad porque es “engullido” por el “todo va bien” de
la publicidad y del conjunto de programas que conforman la programación
destinada a un público-receptor abierto a esos mensajes aparentemente no
ideologizados.
2. EL REALITY A LA HORA
DE LA MERIENDA
Los
programas de testimonio en los que nos hemos centrado son los que se emiten por
la tarde, dado que guardan todos ellos una serie de características muy
similares que los convierte en peculiares y que han determinado su elección
como objeto de estudio.
Las
características que los diferencian del resto de realities u otros programas de
testimonio se pueden resumir, a grandes rasgos, de la siguiente manera:
a) Se emiten en horario de
tarde. En la franja horaria comprendida entre las 16 horas y las 20 horas.
b) Están destinados a un
perfil de audiencia muy concreto y determinado, en su mayoría amas de casa y,
en general, personas de edad y desocupadas.
c) La audiencia generalmente
es de la misma clase social que el participante en el programa: media-baja casi
en su totalidad.
d) La puesta en escena en
todas las cadenas de televisión coincide en lineas generales.
e) Las líneas temáticas en
todos los casos son similares: amor/desamor, violencia, sexo, educación,
comportamientos negativos en general.
f) Todos los programas
muestran públicamente el ámbito privado.
Todos
estos elementos provocan y están buscados para que estos mensajes audiovisuales
resulten muy próximos a los receptores modelo de esta franja horaria, que por
sus características (audiencia compuesta por amas de casa, jubilados y
desempleados...) buscan en estos programas una representación de habitos o
comportamientos a seguir o a rechazar en determinadas ocasiones, especialmente
las conflictivas.
3.
HABITUS
La
utilización que hace Bourdieu del concepto de habitus nos resulta especialmente
interesante para aproximarnos a la comprensión del fenómeno comunicativo que se
da en los programas de testimonio. Entendemos el concepto de habitus como el
sistema de disposiciones adquiridas, permanentes y generadoras de
comportamientos:
Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de
existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y
transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como
estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y
organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente
adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines... (Bourdieu,
1991: 92)
4.
FUNCIÓN SOCIALIZADORA
Si hacemos
caso a todos aquellos que opinan que la televisión es un reflejo de la
realidad, nos veríamos obligados a decir que la televisión, en estos programas,
está reflejando, cual espejo, el mundo que nos circunda. Pero nada más lejos de
esto: en la sociedad actual (postmosderna, postindustrial, etc.) algunas de
cuyas características fundamentales, como ya se ha citado, son la fragmentación
y la descontextualización, estos programas actuarían en este sentido,
fragmentan lo real, insertando sus trozos en los fragmentos horarios de la
tarde, para ofrecernos el resultado como la vida misma, lo cual resulta a todas
luces tramposo, ya que la vida es algo bastante más complejo que el espectáculo
televisivo, por muy elaborado que éste esté. Por otro lado, se trata de mostrar
como natural algo que está totalmente descontextualizado, porque no tiene nada
de natural que unas personas de las que no sabemos absolutamente nada lleguen a
un plató y se pongan a contar sus intimidades, sin llevar a cabo, en ningún
caso, un proceso de contextualización. Todo ello cabría entenderlo inmerso
dentro de una dinámica social mediante la cual se muestra al
ciudadano-espectador cuales deben ser sus pautas de compotamiento social, en
cierto sentido y, tal como lo expone Bourdieu, en sus “habitus”.
Por lo
tanto, uno de los objetivos fundamentales de este tipo de programas sería la
búsqueda de la referencia y la identificación en el receptor, por lo que se
intenta buscar emisores de biografías que puedan provocar en la audiencia, de
esta determinada hora y cadena, algún tipo de sentimiento o identificación a
través de los fragmentos tematizados de las historias narradas cada día,
intentando construir de una manera seriada, a través de múltiples fragmentos
una biografía universal que trate de aglutinar a todas aquellas personas que
forman parte de este segmento de la audiencia. De esta manera la televisión se
convertiría en aquello que dice Debray:
La televisión, “ventana abierta al mundo” encuadra a los que miran a
través...Una buena televisión refleja a su audiencia... (Debray,1995, 262).
Por
todo ello debemos suponer que aquellos participantes que van a estos programas
tratarán de reflejar de forma casi estereotípica a aquellos que a su vez los
están contemplando.
Nuestros
programas se podrían contar como una más de las objetivaciones de los
principios de percepción y de acción en las
palabras, las cosas o las prácticas. Ya que en estos programas el espectador puede y debe reconocer en las
narraciones que se les ofrece los productos ejemplares de los habitus más
conformes con las costumbres sociales dominantes que han sido seleccionadas.
Los
participantes en este programa, previa selección de los productores/emisores
del programa, se erigen en representantes de un determinado grupo social, siendo
designados por la institución televisiva para hablar en su nombre.
Asimismo,
otra característica que nos interesa especialmente es el hecho de que este tipo
de representación aporta unas pautas de comportamiento social a un determinado
sector poblacional que por sus características debe afrontar una serie de
problemas que podemos definir como de “ámbito doméstico”. Como ya dijimos, la
audiencia de estos programas está compuesta en gran parte por mujeres con hijos
que son calificadas socialmente como “amas de casa”. Estas deben afrontar
problemas tales como la educación de los hijos, llegar a final de mes,
amor/desamor. Estos programas por sus características de relato oral,
actualizando un pasado, pueden llegar a proporcionar o afianzar, de forma inconsciente
pautas de comportamiento, de solución de problemas o en la mayor parte de los
casos de elusión, evitar determinados comportamientos que no son aceptados
socialmente (por ejemplo maltratos fisicos, estafas económicas y emocionales,
abandono de hijos, etc.).
Por
otra parte, nos encontramos ante un tipo de receptor que desea ver expresados
en la televisión aspectos de la realidad que lo circundan, pero no una realidad
lejana espacio-temporalmente y con la cual no se identifica, sino con una
realidad y unos “héroes” y sobre todo “antihéroes” salidos de los mismos
ámbitos a los que pertenece él mismo y que percibe como más próximos y
pertenecientes a una realidad mucho más cotidiana y doméstica que otros textos
audiovisuales, como los informativos.
El
hecho de que estos programas tengan una gran componente oral contribuye en gran
medida a aproximarse a la recepción, ya que la tradición oral, y más en un
segmento de audiencia que supuestamente ha crecido dentro de esta tradición, y
que aun hoy en día se le sigue otorgando socialmente mayor credibilidad a este
tipo de comunicación “interpersonal”, relatos de amigos, vecinos, etc.
Si la improvisación oral evidencia su imprevisibilidad y su necesidad
retrospectiva, es porque el hallazgo que actualiza recursos desde hace mucho
tiempo ocultos supone un habitus que domina tan perfectamente los medios de
expresión objetivamente disponibles que está dominado por ellos, hasta el punto
de afirmar su libertad respecto de ellos realizando las más raras posibilidades
que necesariamente implican. La dialéctica del sentido de la lengua y las
“palabras de la tribu” es un caso particularmente significativo de la
dialéctica entre los habitus y las instituciones, es decir, entre dos modos de
objetivación de la historia pasada, en la que se engendra continuamente una
historia destinada a aparecer, del mismo modo que la improvisación oral,
inaudita e inevitable a la vez. (Bourdieu, 1991: 99)
Todo
ello junto con el hecho de ser narraciones en pasado tal y como expresa la cita
anterior, dan a esta biografía televisiva en la que se narran experiencias un
mayor peso de cara al espectador, puesto que consideramos que el receptor ante
estos programas actúa adoptando los clichés, apropiándose de la experiencia
ajena, sin análisis de las condiciones de la experiencia, ya que, como en otro
momento hemos dicho, la televisión descontextualiza los acontecimientos.
Por
todo ello consideramos que en los programas de testimonio la televisión
vehiculiza un discurso claramente ideológico y tendente a crear el consenso
social, con lo cual se provoca una inmovilidad de la sociedad ya que se
perpetuan los modelos sociales existentes. La televisión, en este caso, se
convierte en una máquina de reproducir comportamientos que pueden ser
edificantes y educativos para la sociedad, desde las instancias que desean ver
consolidada una cierta ideología:
...tiene predilección por lo humanitario
puesto que une lo edificante al episodio de la vida real. Bastante “inmoral” en
sus propios procedimientos internos, olvidadizos, falsificadores, engañadores,
poco atenta a las consecuencias de sus imágenes y de la cadena de sus temas, la
televisión consigue, no obstante, dar lecciones de moral a los demás, en este
caso nosotros. (Debray, 1994, 266).
Visto
esto se comprende que desde las instancias del poder se trate de controlar un
instrumento tan “tramposo” como es la televisión para someter a sus designios a
ciertos sectores de la sociedad que por sus características e influencia pueden
provocar cambios en la forma de pensar de otros sectores de la sociedad en su
proceso de socialización. Es decir, estos programas que nos ocupan van
destinados prioritariamente al sector de la audiencia al que hemos aludido.
Esta porción de la audiencia ha sido la encargada tradicionalmente de
transmitir los valores de la sociedad mediante la educación y la socialización
de los hijos, como muy bien dice Callejo Gallego:
En sus contenidos, la televisión ha de exponer: “lo que se ha de
respetar”, sobre todo en su proyección a la familia. El deber de la televisión
como institución es apoyar la labor educadora de estas mujeres en la “buena
formación de los hijos”. Ante el papel cada vez más marginal de la mujer
dedicada en exclusividad a las labores domésticas, debido al incremento de
electrodomésticos en el hogar, subraya su papel como educadora, como reserva de
valores morales que mantengan el orden familiar. (Callejo, 1995, 93)
A este
respecto, la televisión, deberíamos entenderla como un instrumento catequizador
que marca las “leyes” que se deben seguir para ser aceptados en la sociedad,
como miembros de pleno derecho de ésta:
La televisión catequiza. Se dirige al deber más que al ver, hace un
deber de hacernos ver todo lo que cuenta. Encarna el juicio de la sociedad,
equivalente para nosotros del juicio de Dios. (Debray, 1994, 266).
Investigadores en Comunicación,
celebradas en Valencia en abril de 1999.
FORMA DE CITAR
ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre de la autora, 2000; título del texto, en
Revista Latina de Comunicación Social, número 26, de febrero de 2000, La Laguna
(Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000vfeb/135ganga.ht
ml
Revista Latina de Comunicación Social
La Laguna (Tenerife) - febrero de 2000 - número 26
D.L.: TF - 135 - 98 / ISSN: 1138 – 5820 (año 3º)
http://www.ull.es/publicaciones/latina
[1] Ciertamente, desde nuestra perspectiva algunos de estos historiadores de lo cotidiano no se preocupan de poner en relación la microhistoria con el conjunto de la estructura social de la que forma parte. Sin embargo, unos pocos, como Bourdieu o Elias utilizan estas microhistorias o historias de lo cotidiano para explicar o mejor comprender una sociedad en una época determinada.