editorial
Manifiesto
de Jabalquinto
PRIMERO EL DEBATE,
DESPUÉS LA LEY
Como si no hubiera aprendido nada del proceso en torno a la LOU, todo
parece indicar que el gobierno se apresta a reformar la enseñanza no
universitaria, y en particular la obligatoria, con el mismo despliegue de
arrogancia, imprudencia y arbitrariedad del que ya ha hecho gala. Sigue un
plan cuyos puntos esenciales son sobradamente conocidos: ha señalado a la
comprensividad como el enemigo a batir, achacándole la responsabilidad de deteriorar
el sistema educativo y de provocar un incremento del fracaso escolar. Sin
pruebas que avalen esa acusación, arropándose en el malestar de un cierto
sector del profesorado, remachando unos cuantos slogans, sin haber provisto
los medios necesarios ni tomado las medidas imprescindibles, se arroja por la
borda una forma de favorecer el derecho de todos los ciudadanos a la educación
obligatoria en condiciones de igualdad. Tras la oportunista bandera de la
calidad -un concepto ambiguo cuyos criterios no se explicitan-, unilateralmente
enarbolada, esconde una política cuya intencionalidad es la de retrotraer al
sistema educativo hacia un modelo caducado que entiende que la educación mejora
cuando se vuelve más elitista y en consecuencia selecciona, clasifica y estratifica
al alumnado.
Los
profesionales, el público y la sociedad son hoy conscientes, qué duda cabe, de
los efectos no deseados, producidos por la forma precipitada en que se ha desarrollado
la LOGSE y el deficiente apoyo económico, pero sería un error regresar a viejas
fórmulas, ensayadas sobradamente entre nosotros con los efectos ya conocidos,
de segregación, fracaso de los más necesitados y academicismo. Las dificultades
de implantación de un sistema comprensivo son, sin duda, retos a superar, sin
arrojar por la borda los logros alcanzados en materia de garantía de la
igualdad y de reconocimiento de la diversidad, o sin haber explorado
suficientemente sus posibilidades.
Los
problemas de fracaso, abandono e indisciplina que se detectan en el sistema
educativo español, especialmente en la etapa secundaria, no pueden imputarse
sin más a la ampliación de la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años
ni a la implantación de un currículum comprensivo. En todos los países
desarrollados, aparecen problemas similares, y en algunos de modo más grave y
violento, con independencia de la estructura organizativa de las etapas y de
la configuración del currículum. La LOGSE no aumenta el fracaso. Corregir el
que existía en porcentajes escandalosos fue una de las razones para
promulgarla. Por ello, nos parece necesario advertir que propuestas como
establecer itinerarios más o menos fijos y excluyentes, o agrupar al alumnado
por niveles ya han sido experimentadas en otros países, se han mostrado incapaces
de solucionar los problemas mencionados, han generado segregación y exclusión y
han sido finalmente abandonadas. La calidad de la educación, entendida en
términos de adquisiciones culturales sustantivas, de desarrollo de la
responsabilidad, de formación de actitudes para la convivencia, de mejora de la
igualdad de oportunidades, de preparación de todos para los retos del presente
y el futuro previsible necesita otros diagnósticos, otras reformas y muy
distintas medidas debatidas y consensuadas entre todos los sectores implicados.
Ciertamente,
nunca como hoy había sido la sociedad tan consciente de la importancia del
sistema educativo para la convivencia política, la cohesión social, el progreso
económico, la distribución de las oportunidades vitales y la realización personal,
por un lado, y de las dificultades de traducir todo ello en políticas públicas
y prácticas profesionales efectivas, por otro. Pero, en un ámbito como el de la
educación, no sólo importante y complejo en todo caso sino necesitado de un
elevado grado de consenso entre la comunidad amplia, el público interesado y
los profesionales que la sostienen, debe venir primero el debate y después la
ley, y no al contrario.
Un
debate que debe abordar, efectivamente, las fórmulas concretas mediante las que
conjugar comprensividad y diversidad, convivencia y libertad, igualdad y
calidad, pero también la necesidad de elevar la moral y el estatus profesional
del profesorado y otros agentes educativos, agilizar y mejorar el
funcionamiento de las organizaciones escolares, desarrollar proyectos
curriculares útiles y relevantes, establecer nuevas relaciones entre los
centros de enseñanza y las comunidades a las que sirven y lograr que la
sociedad sepa, controle y apoye lo que hace su sistema educativo y que los
agentes de éste se sientan obligados y respaldados por aquélla.
En
suma, un debate no basado en apresurados diagnósticos, medias verdades,
utilización interesada de datos estadísticos o de comparaciones improcedentes
con otros países, todo ello tendenciosamente mezclado con rumores y consignas
sobre la "caída del nivel", los "objetores escolares", la
"crisis de disciplina" y otros slogans publicitarios, en vez de
considerar con honestidad los logros y las insuficiencias del sistema actual y
las oportunidades y los riesgos de su reforma. Un debate en el que todos puedan
aportar su experiencia y sus ideas y del que surja el mayor consenso posible.
Un debate, pues, y tras él las reformas que sean necesarias, con el apoyo de
los profesionales y de la sociedad.
Baeza,
16 de Diciembre de 2001.
Firmantes
por orden Alfabético de nombres:
Amparo Tomé, Angel l. Pérez Gómez, Antonio Guzman, Eduardo García,
Emilio Iguaz, Encarnación Soto, Felix Angulo Rasco, Francisca Mingues Lado,
Francisco García, Francisco Santos, Jaume Martínez Bonafé, Jesús Palacios,
Joaquín Ramos, José Gimeno Sacristan, José Manuel López Alcaraz, José Ojeda
Diaz. Juan Bautista Martínez Rodríguez, Jurjo Torres Santomé, Manolo Alcalá,
Manolo Zafra, Mariano Fernández Enguita, Marina Fuentes Guerra, Marina
Subirats, Miguel Angel Santos Guerra, Nieves Blanco, Rafael Porlán Ariza, Ramón
Porras.