APRENDER LENGUA EN TODAS LAS AREAS
Neus
Sanmartí *
Muy a menudo los profesores de
las distintas materias nos quejamos de que los alumnos no saben leer, ni
expresar sus ideas oralmente ni por escrito. En este artículo se discute sobre
cómo afrontar estas y otras cuestiones, argumentando la necesidad de promover
el desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado para el parendizaje
de las propias compertencias de cada área de conocimiento y se analizan
algunas propuestas en el aula con dicha finalidad.
En
todas las clases se lee, se habla y se escribe. Los profesores 'explicamos' en
clase y pedimos a los estudiantes que lean textos escritos por otros, que
expresen oralmente sus ideas o que las escriban. En función de lo que dicen,
evaluamos la calidad de las representaciones y proponemos cambios. Este
proceso de comunicación-evaluación es lo que promueve la construcción del
conocimiento, y por ello se dice que el lenguaje es el instrumento mediador del
aprendizaje por excelencia.
Muy a
menudo los profesores de las distintas materias nos quejamos de que los alumnos
no saben leer, ni expresar sus ideas oralmente ni por escrito. Sin embargo
convendría preguntarnos si más horas de 'clase de lengua' repercuten
significativamente en una mejora de su competencia lingüística en las clases
de ciencias, matemáticas y ciencias sociales, o si el problema se debería
formular de otra manera.
Por
ejemplo, algunas preguntas cuya respuesta seguramente conviene revisar son:
•¿Los
alumnos no leen bien y no entienden problemas de matemáticas porque no saben
leer o porque no saben matemáticas? (o una pregunta semejante en relación a
otras áreas)
•
Cuando se escribe ¿se expresan las ideas que se han aprendido y almacenado en
la mente, o en el mismo proceso de escribir se van reconstruyendo y, por
tanto, se aprende?
• Los distintos tipos de textos -descriptivo, explicativo, argumentativo...- ¿se escriben con les mismas 'reglas de juego' en todas las áreas?
• ¿Es necesario y posible enseñar a hablar, a leer y a escribir desde todas las áreas curriculares'
En este artículo discutiremos sobre estas cuestiones, argumentaremos
la necesidad de promover el desarrollo de la competencia comunicativa del
alumnado para el aprendizaje de las propias competencias de cada área de
conocimiento y analizaremos algunas actividades propuestas en el aula con
dicha finalidad.
Las áreas de conocimiento: distintas
formas de pensar, distintas formas de hablar
Cuando
en una clase el profesor pide a un alumno que lea un apartado del libro de
texto normalmente se desespera porque 'lee mal': su entonación no facilita la
comprensión, no tiene en cuenta los signos de puntuación, hay palabras que las
pronuncia mal, etc. Esta situación tan habitual pone de manifiesto no tanto que
el alumno 'no sepa leer', sino que no comprende lo que lee.
Para entender estas dificultades del alumnado es útil substituir en un
texto -por ejemplo, de un libro de texto- las palabras que recogen conceptos
nuevos por otras sin ningún significado para las personas expertas. Podemos
comprobar que su lectura es difícil y que lo que se lee parece que no tiene
sentido.
* Departament de
Didáctica de las Matemáticas y de las Ciencias Experimentales de la Universitat Autónoma de Barcelona (neus.sanmarti@uab.es).
Ésta es la situación con la que se
encuentran habitualmente los que aprenden, por lo que no nos ha de extrañar sus dificultades de lectura y la poca
utilidad de una práctica muy habitual en la escuela como es la de 'hacer leer' el libro de texto
al inicio de un proceso de aprendizaje (o de leer en un diccionario la
descripción de palabras desconocidas). Hemos de tener en cuenta que las
palabras y expresiones recogidas en un libro empaquetan la información y la
etiquetan (SUT-TON, 1997), y sólo tienen
sentido si anteriormente se ha construido este conocimiento de forma
desarrollada. Palabras como 'feudalismo', 'cambio químico', 'proporcionalidad' no se entienden sólo leyendo su definición
o una breve descripción incluida en un libro de texto. Sólo tienen sentido
cuando se ha hablado mucho sobre ellas y se ha leído, experimentado,
discutido...
Conocer implica compartir el significado
que se da a los términos y expresiones dentro de cada área o contexto. Por
ejemplo, en el ámbito de la enseñanza hablamos actualmente de aprendizaje
significativo y relevante, de construcción del conocimiento, de interacciones
socioculturales, de metacognición, etc. Cada palabra refleja una concepción
generalmente bien definida desde la psicopedagogía pero profesores y profesoras,
aunque se refieran a aspectos de su profesión, pueden otorgarles significados
distintos. Lo mismo sucede cuando se habla de línea, elemento, modelo, fuerza o
capitalismo ya que no es lo mismo un elemento de un conjunto, que un elemento
de una frase o que un elemento químico. Como tampoco es lo mismo decir que los
cactus se han adaptado o que están adaptados a vivir en climas secos. Un cambio
en la forma verbal refleja un cambio en la concepción sobre la evolución de las
especies (de puntos de vista lamarquistas a darwinianos)
Los ejemplos anteriores no debiera hacernos
pensar que las dificultades de lectura (y de escritura) se relacionan sólo
con el conocimiento del vocabulario. Un problema de matemáticas es un género
lingüístico específico, que tiene características propias. De la misma forma
el discurso científico tiene las suyas, caracterizándose por su carácter
hipotético (y consecuente uso del condicional y del subjuntivo), por el uso de
la tercera persona y del reflexivo, por la estructura argumentativa, etc.
Como
dice LEMKE
(1997),
aprender a 'hablar Ciencia' es como aprender a hablar inglés u otra lengua (y
seguramente los mismo podría decirse de 'hablar matemáticas' o 'hablar historia'
u otras). No se puede separar el aprendizaje de la disciplina del aprendizaje
de las formas de hablar sobre ella (SANMARTI, 1996).
Construir formas de
pensar al mismo tiempo que formas de hablar
Muchas veces se piensa que las personas
aprenden un determinado conocimiento y posteriormente lo expresan a través de
palabras, y que de hecho 'conocer' y 'hablar' son dos procesos bien
diferenciados. Por ejemplo, algunos profesores opinan que 'un alumno sabe algo
pero que no lo sabe decir'.
Esta separación entre el 'conocer' y el
'comunicar' conlleva que muchas veces se piense -en las clases que no son de
'lengua'- que no es necesario incentivar al alumnado para que se esfuerce en
comunicar sus ideas de forma que se entiendan, ya que se puede 'intuir' cuáles
son sus representaciones. Y consecuentemente, que los estudiantes no valoren
dicho esfuerzo.
Sin embargo, el lenguaje juega un papel
esencial en el proceso de construcción de las concepciones ya que es el medio
a través del cual se regula dicha construcción. Las ideas iniciales de toda
persona que aprende suelen ser, desde la lógica del experto, poco elaboradas,
simples e incoherentes, tanto desde el punto de vista conceptual como
lingüístico. A lo largo del proceso de aprendizaje evolucionan hacia
conceptualizaciones que relacionan más ideas de forma coherente. La expresión
verbal de las representaciones posibilita tanto
la génesis y
organización de las ideas como que se puedan discutir y ser validadas,
contribuyendo todo ello a la construcción del conocimiento (Sanmartí et al. 1999).
El discurso de cada
disciplina se construye cuando se escribe una idea o se prepara para ser
explicada a otros. Las personas expertas en una temática pronuncian
conferencias y escriben artículos y libros en los que 'ponen en orden' sus
ideas de forma que otros puedan escucharlas y leerlas. Cuando se empieza a
escribir un texto se tienen algunas representaciones, pero en el propio
proceso de escribirlas se identifican incoherencias y aspectos no
suficientemente fundamentados y se toman decisiones ya sea para reorganizar
argumentos, para descartarlos o para reforzarlos. Entre el primer borrador y el
redactado final ha cambiado no sólo el texto escrito sino también las ideas
expresadas.
De hecho un concepto
sólo está aprendido cuando se es capaz de explicarlo a los demás o de
escribirlo de forma que otros lo entiendan (SANMARTI,
1997). Por ello, la buena actividad de enseñanza no
es tanto pedir a los alumnos que redacten cuál es su idea de disolución,
feudalismo o mediatriz, sino la de hacerlo para otros compañeros, familiares o
'seres' de otros lugares. Si no se es capaz de expresar una idea para otros, el
nivel de compresión será poco significativo y el aprendizaje realizado se
olvidará pronto. El alumnado puede tener una primera representación y
expresarla incoherentemente aunque su profesor o profesora pueda valorar que
está en el 'buen camino', pero si no regula su forma de hablar sobre ella, esta
construcción incipiente no se transformará en conocimiento significativo.
Toda redacción necesita
de varios borradores, que se habrán de autoevaluar y autorregular, muchas
veces a partir de que otras
personas (compañeros, profesores, familiares) digan si
realmente lo entienden o no. En los congresos las personas expertas -y
en el aula los estudiantes-, dan a conocer las ideas y las ponen a discusión
para que otros las critiquen y les ayuden a reconocer las incoherencias. Se
toma conciencia y se puede regular la calidad de las concepciones en el
momento de expresarlas y someterlas a debate.
La lengua, por tanto, no es un mero instrumento para
expresar las ideas. Aprendiendo a expresarlas, se van construyendo. Pero esta
expresión no se reduce a una aplicación de las 'reglas de juego' aprendidas en
la clase de lengua ya que, tal como indica LEMKE
(1997), el patrón temático y el patrón lingüístico
no se pueden separar.
Cada disciplina tienen sus propias
'reglas de juego' del habla
Todos los profesores
pedimos a nuestros alumnos que 'describan', 'expliquen', 'justifiquen' ,
'definan' , argumenten'... Pero, ¿en todos los casos los textos a escribir
tendrán las mismas características?
En una investigación
realizada por profesores de distintas áreas (JORBA
ET AL., 2000) pudimos tomar conciencia de hasta que punto
son diferentes los textos exigidos en cada disciplina, y de las dificultades
que ello genera en buena parte de los alumnos al tener hora a hora profesores
distintos que les piden un mismo tipo de texto pero que en la práctica son muy
diferentes.
Así, el
tipo de texto que generalmente se pide en la 'clase de ciencias' para explicar
científicamente no se corresponde con las características que tiene un texto
explicativo tal como a los alumnos se les enseña en la 'clase de lengua'. Un
texto explicativo se caracteriza por ordenar unos determinados hechos según una
relación que es casi siempre de causa-efecto. Se puede explicar una película o
explicar qué ha sucedido en un estanque a lo largo de un determinado periodo de
tiempo. Pero las razones o argumentos no tienen porqué referirse a una teoría
científica, ni su finalidad es la validación de una afirmación, cosa que en
cambio se asocia generalmente con la elaboración de una explicación científica.
El tipo de texto asociado a este tipo de explicación sería más bien el justificativo.
Por
ejemplo, a la pregunta: "Por qué un árbol pesa hoy 100 kg. más que hace 20
años?" un alumno responde diciendo: "Porque cada año que ha pasado ha
aumentado el diámetro del tronco del árbol, su altura y el número de ramas y de
hojas. Todo ello comporta que pese más". Esta argumentación utiliza
razones 'observacionales' que no explican nada relevante en el contexto de una
clase de ciencias, aunque desde el punto de vista lingüístico podría ser
considerado un texto válido. Pero para explicar científicamente se debería
argumentar en relación a la fotosíntesis, modelo teórico que explica la
nutrición de las plantas y, por tanto, el aumento de la masa. Tampoco
acostumbra a utilizarse en el mismo sentido la argumentación en el contexto de
las clases de ciencias sociales que de ciencias de la naturaleza. En las
primeras 'argumentar' implica elaborar textos que analicen unos hechos en
función de distintas posiciones, mientras que en las segundas acostumbra a
haber un sólo referente o teoría aceptada. Consecuentemente, el tipo de texto
será diferente.
Generalmente
ni profesores ni alumnos somos conscientes de las diferencias pero planteando
actividades como la reflejada en el cuadro 2 se identifican fácilmente algunas
de las características de esta diversidad. Si se analizan los dos tipos de
texto a escribir se comprobará que son diferentes tanto a nivel de lo que se
dirá como de cómo se dirá.
Algunos alumnos, pocos, 'intuyen' de forma
adecuada qué tipo de texto se le está pidiendo en cada asignatura y reconocen
en cada caso cómo han de escribir una descripción, una explicación o una
argumentación. Pero lo más habitual es que no se tome conciencia de las
diferencias y que no se tengan referentes claros para la realización de las
tareas. Las soluciones pueden ser de dos tipos:
• Pactar con los alumnos en cada disciplina
las características de los textos que se pedirán habitualmente en su marco.
Por ejemplo, VESLIN (1988)
acuerda con sus alumnos de biología (Educación Secundaria Obligatoria) las
diferencias entre 'explicar' e 'interpretar' y las características de los
textos correspondientes a estas dos acciones.
• Pactar el profesorado de una escuela (o de
un curso) una definición de las distintas tipologías textuales que sea
aceptable desde todas las áreas (Lengua, Matemáticas, Ciencias Experimentales,
Ciencias Sociales, Tecnología, Música...) de forma que se puedan aplicar los
mismos criterios en todas ellas. Un ejemplo de definición se puede encontrar
en Jorba et al. (2000). Esta decisión tiene la ventaja de que posibilita un
trabajo en equipo y que los estudiantes no reciban propuestas contradictorias.
Aún en este último caso, desde cada disciplina se
tienen que discutir las características específicas de los textos y los
criterios de evaluación que permiten tomar conciencia de la calidad de lo
escrito. Los cuadros 3a y 3b recogen una actividad diseñada con esta finalidad
en una clase de ciencias. En ella se propone que los alumnos redacten un texto
explicativo y después lo evaluen (o evaluen el redactado por sus compañeros o
compañeras). Los criterios de evaluación han tenido que ser discutidos y
pactados previamente para asegurar que su significado sea compartido por el
grupo-clase.
Aprender
a escribir desde las áreas: algo más que aprender reglas de ortografía y
sintaxis
Cuando en una escuela
el profesorado decide ponerse de acuerdo acerca de como afrontar los problemas
de escritura o lectura del alumnado a veces se piensa sólo en aspectos
normativos del tipo de los recogidos en los criterios G-J del cuadro 3b. Pero
no son ni mucho menos los más importantes (algunos de ellos ya los soluciona el
corrector del ordenador), ni los que se han de trabajar preferentemente desde
las áreas curriculares distintas de lengua.
Por contra, es fundamental
profundizar en el papel de la lengua en la construcción de las ideas de cada
área y en las características de cada lenguaje específico. Sin mejorar las formas
de hablar y de escribir sobre una determinada temática no se puede
aprehenderla. Y este apropiarse de ella pasa por conocer los géneros lingüísticos
más adecuados utilizados por la comunidad científica correspondiente para
comunicar y debatir las ideas.
Una de las funciones
del profesorado de cualquier área es la de promover en los estudiantes la
conciencia de la importancia del lenguaje en su aprendizaje y, muy
especialmente, del placer que supone hacerse entender y entender lo que dicen
los demás. Han de poder experimentar el gozo que se siente cuando se comprueba
que un texto escrito 'comunica bien' las ideas, cuando un discurso oral está
bien organizado y es convincente, o cuando al leer se comprende el contenido y
se pueden establecer muchas relaciones con lo ya conocido.
Pero mientras se está aprendiendo no es fácil
sentir este placer. De la misma forma que se disfruta jugando a baloncesto
cuando ya se sabe jugar y en cambio los inicios son frustantes porque no entra
ni una pelota en la canasta, se disfruta hablando y escribiendo sobre algo
cuando este 'algo' se conoce y se saber como hablar de él. La tarea de los que
nos dedicamos a enseñar es precisamente la de facilitar este aprendizaje en
los momentos más difíciles, planteando actividades que ayuden a los alumnos y
alumnas a tomar conciencia de que mejorando sus formas de hablar y de escribir
en cada área, mejoran sus conocimientos sobre ellas, y viceversa.
Referencias bibliográficas
JORBA, J.; GOMEZ, I & PRAT, A.
(2000): Uso de la lengua en situación de enseñanza/
aprendizaje desde las áreas curriculares. Madrid. Síntesis.
LEMKE, J. L. (1997): Aprender a hablar ciencia. Lenguaje, aprendizaje y valores. Barcelona. Paidós.
SANMARTI, N. (1996): "Para
aprender ciencias hace falta hablar sobre las experiencias y sobre las
ideas". Textos, 8, 27-39.
SANMARTI, N. (1997): "Enseñar
a elaborar textos científicos en las clases de Ciencias". Alambique, 12, 51-61.
SANMARTI , N., IZQUIERDO,
M. y GARCIA P., (1999): "Hablar
y escribir: Una condición necesaria para aprender ciencias". Cuadernos de Pedagogía, 280.
SUTTON, C. (1997): "Ideas
sobre la ciencia e ideas sobre el lenguaje". Alambique, 12,8-32.
VESLIN, J. (1988): "Quels
textes scientifiques espere-t-on voir les eleves ecrire?". Aster, 6, 91-127.