Signos , Teoría y práctica
de la educación , 22 Octubre – Diciembre 1997 Página 66-74 ISSN 1131-8600
DISCURSO, COGNICION Y
SOCIEDAD*
Teun A. Van Dijk
El análisis del discurso se ha convertido en una de las propuestas más
importantes en el seno de las humanidades y de las ciencias sociales. Miles de
estudiosos, en todo el mundo, están ocupándose del estudio del texto y del
habla en sus contextos sociales, políticos y culturales. De ahí que estas
páginas sean especialmente interesantes para el profesorado. En primer lugar,
porque pocos profesores tienen la oportunidad de leer todos los trabajos
relevantes del análisis del discurso en general y de análisis del discurso
sociopolítico en particular, la mayoría de los cuales está en inglés. En
segundo lugar, en ellos se subraya la relevancia de toda investigación
multidisciplinar, especialmente en una "ínterdisciplina" como el
análisis del discurso que abarca desde la lingüística, la literatura y la
semiótica hasta la pragmática, la sociología, la antropología, la ciencia
política, la psicología, la historia o los estudios de comunicación y otras
ciencias sociales. Por ello, los principios básicos que se presentan aquí
deforma esquemática son relevantes para el profesorado de distintas
disciplinas. En tercer lugar, el tipo de análisis del discurso sociopolítico
por el que se aboga en este artículo se orienta hacia los problemas y está
especialmente pensado para su aplicación a múltiples ámbitos, de entre los
cuales el ámbito educativo es uno de los más importantes.
El discurso didáctico es
complejo y diverso y va desde libros de texto, exámenes y el discurso oficial
hasta los diálogos en el aula. Un enfoque tradicional consistiría simplemente
en estudiar las características estructurales (verbales y visuales) del texto y
del habla en la escuela. la perspectiva interdisciplinar que se presenta aquí
va bastante más allá de tales análisis estructurales. En primer lugar, pone el
acento en una aportación fundamental del actual análisis del discurso, a saber:
que todo discurso debería describirse explícitamente en sus contextos sociales
y culturales. El discurso didáctico y sus propiedades no pueden comprenderse
bien si no se hacen explícitas sus funciones para la sociedad y en especial para
profesores y estudiantes. En segundo lugar, en contraste con gran parte de los
estudios políticos del discurso educativo, mi propuesta también pone el acento
en el papel fundamental de la cognición social, tal como el conocimiento, las
actitudes y las ideologías. Si es que existe una situación en la que tales
cogniciones sociales se adquieren y cambian, es a través del discurso
educativo. En resumen, tanto para la investigación teórica como para la
empírica, así como para las experiencias cotidianas de los profesores, es
crucial tener una visión amplia y multidisciplinar de la naturaleza del texto y
del habla que se produce en el ámbito educativo. La propuesta que aquí se
presenta ofrece las bases para una visión de ese tipo.
En mis anteriores
trabajos sobre racismo (1987, 1991 y 1997), me he situado dentro de un marco
más amplio y multidisciplinar, que usualmente se presupone o que se formula
sólo parcialmente. En este artículo trataré de resumirlo brevemente de una
forma más coherente. Este marco explica la especificidad de las elecciones, de
los intereses, de las conceptualizaciones y de la orientación general de mi
investigación. Si bien esta propuesta es esencialmente multidisciplinar,
debería entenderse teniendo en cuenta mis primeros trabajos sobre el discurso
(1977, 1978), que se desarrollaron a partir de las concepciones
estructuralistas y generativistas iniciales sobre la estructura textual,
siguiendo por un enfoque psicológico cognitivista sobre el procesamiento
discursivo hasta llegar a un estudio más crítico y sociopolítico de
determinados aspectos sociales (como el racismo y las noticias periodísticas)
que se reproducen a través del discurso (1990).
Puesto que mi trabajo
actual se puede denominar también "crítico" por su especial interés
en combinar la teoría, la descripción y las intervenciones activas frente a la
desigualdad social, este planteamiento constituye también una propuesta para
llevar a cabo un análisis crítico del discurso.
Así pues, tomando como
bagaje casi 30 años de investigación sobre muchos aspectos del estudio del uso
lingüístico, me he dado cuenta de que, al lado de la necesaria especialización,
la integración teórica se ha convertido en algo imperativo. Esa
integración requiere 2. necesariamente cruzar varias fronteras disciplinares.
Ya o no estamos satisfechos con las explicaciones estrechas, aunque explícitas,
que del discurso se obtienen en términos de gramáticas o de otras teorías sobre
las estructuras abstractas, incluyendo las de la interacción conversacional.
Del mismo modo, el uso lingüístico va mucho más allá de los procesos cognitivos
de producción y comprensión, tal como los estudian los psicólogos, o de las
variaciones sociales de las formas lingüísticas, tal como se analizan en
sociolingüística.
En la historia de la
lingüística y en algunas otras disciplinas del ámbito de las humanidades y de
las ciencias sociales, cada década parece añadir al menos una dimensión más de
estructura, significado o funcionalidad a ese complejo objeto de análisis que
es el lenguaje o el discurso. Mientras el foco de la primera lingüística
estructural se limitaba al estudio fonológico de las estructuras abstractas de
los sonidos, seguida por los acercamientos estructuralistas y generativistas a
la sintaxis y después, finalmente, por los estudios sobre el significado en las
décadas siguientes, nos encontramos ahora ante una mayor variedad de fenómenos,
todos ellos asociados con el uso lingüístico, el discurso y la comunicación en
sus contextos sociales, políticos y culturales. Hemos aprendido a movernos con
mayor libertad entre la forma, el significado y la acción, entre las
estructuras abstractas y las formas de los textos y del habla reales que se
producen de manera natural, entre las estructuras y su procesamiento mental,
entre la acción y la cognición y entre lengua y cultura, por nombrar algunas de
las múltiples interconexiones existentes.
El triángulo
``discurso- cognición-sociedad"
Como se puede deducir de
las anteriores observaciones, el marco para un estudio adecuado del discurso se
puede resumir en tres conceptos principales, a saber, discurso, cognici6ny
sociedad. Para enfatizar las diversas interrelaciones, podemos ver esos
conceptos como si representaran los tres vértices de un triángulo, en cl que
encontramos relaciones entre discurso y cognición, así como entre discurso y
sociedad, mientras que lo mismo es verdad para los otros dos conceptos.
Nótese que esas tres
nociones se entienden en un sentido amplio. Es decir, "discurso" aquí
representa también lenguaje, uso lingüístico, interacción verbal y
comunicación. Del mismo modo, "cognición" representa tanto la
cognición social como la individual, tanto el pensamiento como la emoción,
tanto las representaciones de la memoria como los procesos mentales. Y
"sociedad" aquí se entiende tanto en el micronivel de las situaciones
y las interacciones sociales como en el macronivel de los grupos, de las
relaciones grupales, de las instituciones, de los sistemas abstractos y del
orden social en general. En realidad, también la política y la cultura se toman
aquí como propiedades de la sociedad.
Puesto que los triángulos
suelen representarse sobre dos pies, haremos nosotros lo mismo: su base
consiste en el discurso y la sociedad, obviamente ligados entre sí por la forma
que toma el discurso en situaciones sociales, a saber, como interacción social.
Es decir, de izquierda a derecha, la línea de la base del triángulo va desde la
microestructura del habla y del texto tomados como interacción social, hasta la
contextualización social y las funciones del uso lingüístico, lo que implica
también a los participantes en el discurso como actores sociales y los
contextos, las localizaciones y estructuras sociales. En este sentido, el
triángulo efectivamente debe verse como algo con base y con raíces en la sociedad,
que adquiere su relevancia empírica gracias a las actividades relevantes de los
actores sociales.
Esta representación
abstracta del pensamiento y de los objetos del pensamiento implica también que
la cognición se representa como la cima del triángulo, que aparentemente
supervisa, regula y actúa como mediadora entre la sociedad y el discurso. La
elección de este esquema no es arbitraria, como veremos con detalle más
adelante. De hecho, concebimos la cognición como la mediación (interface) entre
la sociedad y el discurso. Creemos, en verdad, que de ninguna manera el
discurso y la sociedad pueden estar relacionados, empírica o teóricamente, sin
actividades, procesos o representaciones mentales. Cualquier planteamiento que
ignore esa interface cognitiva está condenada a especular con vaguedad sobre
cómo las estructuras sociales afectan al discurso y viceversa, sobre cuáles son
las funciones culturales y sociales del discurso y sobre cómo, para empezar,
los participantes son capaces de actuar como miembros de un grupo.
En ese sentido es en el
que la ``cima" cognitiva del triángulo desarrolla realmente un papel
mediador, supervisor, y representa un nivel o una dimensión de un marco
conceptual en el que todo literalmente tiene sentido para los participantes.
Ninguna descripción de las situaciones sociales o de las estructuras sociales,
por una parte, o de las estructuras discursivas, por otra, es completa sin la
miríada de los aspectos mentales que han de hacerse explícitos en el plano
cognitivo: significado, funciones, comprensión, intenciones e intencionalidad,
conocimiento y muchos otros aspectos del discurso entendido como acción e
interacción en la sociedad tienen que explicarse en este nivel de la cima.
Esto no quiere decir que,
por lo tanto, lo cognitivo es lo más importante, lo más relevante o que las
otras dimensiones del triángulo pueden simplemente reducirse a ello.
El hecho de que la
cognición tenga el papel de interface la hace importante, pero también las
otras dos dimensiones tienen funciones únicas y específicas. Tan problemático
es un acercamiento al discurso y a la sociedad que no tenga en cuenta la mente
como lo sería una explicación de la mente o del texto y del habla que no
tuviera en cuenta lo social. Las mentes no son configuraciones o abstracciones
de la actividad mental que van flotando: están en los seres sociales, tomados
como actores y miembros de una sociedad, y sea lo que sea que representen o
controlen, lo hacen en contextos sociales, en la interacción social, y han
aprendido a hacerlo en situaciones sociales. Es decir, la cognición y la
interacción social se presuponen mutuamente.
Incluyo actores y
acciones en general en la esfera de la sociedad, y específicamente selecciono
"discurso" como el tercer vértice prominente dado el papel
fundamental que el lenguaje, el habla, el texto y la comunicación desempeñan en
la sociedad humana. Realmente, en el mismo sentido en que la cognición
presupone la interacción y viceversa, necesitamos damos cuenta de que tanto la
cognición (humana) como la sociedad (humana) exigen el discurso. De manera
virtual todas nuestras representaciones mentales, así como todas las
estructuras, instituciones y relaciones sociales, están constituidas en y por
el lenguaje y el uso lingüístico, es decir, por el discurso. En resumen, todos
los vértices del triángulo son condiciones conceptual y empíricamente
necesarias para los demás, y fundamentales para la definición de la humanidad
en sus órdenes social, cognitivo y discursivo.
Un triángulo no es una
teoría, sino un simple, aunque práctico, mecanismo para indicar algunas
relaciones elementales entre tipos de fenómenos, niveles de análisis, objetos,
ámbitos y teorías. Así pues, a continuación procederé a dar cuenta de forma más
sistemática y explícita de mi propuesta teórica. En los apartados finales
esbozaré la aplicación que este planteamiento puede tener en una explicación
multidisciplinar de la ideología.
Debería entenderse
"discurso" como una forma de uso lingüístico y, de una forma más
general, como un tipo de interacción social, condicionada por la cognición y
socialmente contextualizada por los participantes, tomados como miembros
sociales en situaciones sociales. El discurso, ya sea oral o escrito, se
define, pues, como un evento comunicativo de un tipo especial, estrechamente
relacionado con otras actividades comunicativas no verbales (tales como los
gestos o el tratamiento de la imagen) y otras prácticas semióticas de
significado, de significación y con los usos sociales de códigos simbólicos,
como los de la comunicación visual (por ejemplo, los gráficos, la fotografía o
el cine).
Estas sucintas
definiciones de discurso ya sugieren múltiples relaciones con la cognición y
con la sociedad. Así, hoy se acepta comúnmente que más que decir que el
discurso `tiene' significados, hay que afirmar que los usuarios de las lenguas
le `asignan' significados. Estas asignaciones, tradicionalmente llamadas
`interpretaciones', son de naturaleza a la vez cognitiva y social.
La base cognitiva del
discurso
Cognitivamente, lo dicho implica
el procesamiento de las estructuras de la superficie discursiva (sonidos,
grafías, formas sintácticas, palabras) en la memoria a corto plazo y la
construcción estratégica, en funcionamiento, de representaciones semánticas,
almacenadas en la memoria episódica, para la comprensión del discurso, y a la
inversa, para la producción del discurso. Además de describir lo que
`empíricamente' está sucediendo mientras se usa el discurso y se construye el
significado, esta aproximación cognitiva también da cuenta de la subjetividad y
de la variación personal. En lugar de explicar los significados lingüísticos o
el discurso abstracto, como era usual en la lingüística tradicional, este
enfoque explica lo que normalmente se denominaba `el significado de los enunciados
para el usuario'.
La base social del
discurso
Si bien ese análisis
cognitivo explica muchos aspectos del discurso, está claro que es en sí una
abstracción de lo que sucede en una situación social. Es decir, necesitamos
también un componente social de la explicación misma del discurso `en sí'.
Después de todo, el discurso, definido como un evento comunicativo, no tiene
lugar entre dos mentes que se comunican y que procesan la información, sino que
definido como interacción social implica a los usuarios lingüísticos reales, en
su calidad de miembros de grupos sociales o de culturas concretas. Es decir,
más allá de las interpretaciones subjetivas y de las variaciones personales en
la ejecución de las estructuras superficiales, los usuarios de las lenguas también
deben compartir el conocimiento, aunque sólo sea el gramatical, las reglas
discursivas y el conocimiento sociocultural del mundo. En otras palabras, la
cognición parece necesitar una dimensión (episódica) más personal y una
dimensión social, compartida con otros, que consiste en esquemas de
conocimiento, actitudes sociales, ideologías, normas, valores y otras creencias
sociales representadas en la `memoria social'. Es ahí donde la cognición
proporciona la necesaria 'interface' entre la sociedad y la estructura social,
por una parte, y el uso lingüístico o discurso, por otra.
El contexto
La otra dimensión social
del discurso (para muchos analistas, la `auténtica') está constituida por las
acciones sociales de los usuarios de la lengua que participan en el discurso,
tales como los actos de habla, la interacción conversacional y otras formas de
interacción social, producidas en situaciones sociales. Dicho de otro modo, el
discurso no se limita a lo que la gente `dice' sino que también es algo que la
gente `hace' por decir (o escribir) algo. Nótese que todo esto (el habla; la
interpretación cognitiva y la acción social) se produce simultáneamente y que
nuestro análisis simplemente separa los diferentes niveles o dimensiones en
función de diferentes explicaciones teóricas. De este modo, en el micronivel
del análisis social del discurso nos encontramos con los actores y con una
amplia variedad de actos `situados' a manera de logros (sociales) específicos,
como prometer, acabar las conversaciones, evitar determinados temas, presidir
reuniones o visitar al médico. En otro nivel, más abstracto y más
"macro", los actores sociales a menudo lo son en tanto que miembros
de categorías sociales (hombres, mujeres, niños, viejos, jóvenes, negros, blancos),
de grupos (conservadores, racistas) o de instituciones u organizaciones
(sindicalistas, médicos, pacientes, periodistas, profesores).
De manera similar, sus
discursos pueden, concretamente, representar funciones o actividades de más
alto nivel típicas de esos grupos, tales como enseñar, legislar o extender
prejuicios étnicos, así como representar relaciones de poder, de conflicto, de
competencia o de cooperación entre los grupos. De nuevo, cada una de esas
dimensiones sociales (que aquí presentamos de forma muy simplificada) no está
únicamente definiendo la situación social del discurso sino también la
naturaleza social del discurso en sí: lecciones, leyes, juicios, informes
policiales, exámenes, reportajes periodísticos y reuniones forman parte de la
miríada de géneros textuales y de habla cuya definición misma implica esas
dimensiones sociales. En resumen, tanto en el micronivel de la interacción como
en los niveles de los grupos, en las relaciones entre los grupos y en las
instituciones, encontramos las características que definen la compleja
naturaleza social del discurso.
No todas las dimensiones
sociales que definen las situaciones son sistemáticamente relevantes respecto
al uso lingüístico o el discurso en el sentido de condicionar sus estructuras o
su interpretación, o bien por resultar afectadas por el discurso. Así, el
género, la edad, la etnicidad, el estatus social, las actitudes lingüísticas,
el poder y la profesión de los actores sociales pueden condicionar de múltiples
maneras el texto y el habla, desde la pronunciación hasta la sintaxis de la
oración, la lexicalización, los significados, las figuras retóricas, el estilo
y los movimientos conversacionales. La estructura de esas propiedades sociales
relevantes se llamará el contexto de un discurso. Otras propiedades sociales de
los actores sociales y de las situaciones sociales, como las propiedades más
socioindividuales de belleza, peso, inteligencia o estado civil, por ejemplo,
no están sistemáticamente relacionadas o lo están menos con la estructura
discursiva. Obviamente, con respecto a esto existen significantes variaciones
col torales: En una cultura determinada, por ejemplo, ser viejo o joven, casada
o soltera, será crucial para el uso apropiado de formas discursivas o
gramaticales específicas, mientras que en otras culturas puede no suceder así.
El contexto, además de
definirse por los actores y sus propiedades y relaciones, se define también por
las características del "escenario", tales como el lugar, el tiempo y
las dimensiones características del entorno.
Cognición en contexto
y contexto en cognición
Del mismo modo que vimos
que la influencia de la sociedad y la cultura se refleja en las
representaciones mentales que comparten los miembros de un grupo, debemos
también asumir que el contexto es relevante para el texto y el habla sólo si
está mentalmente representado en los usuarios de las lenguas, es decir, en los
llamados modelos contextuales almacenados en la memoria episódica. En otras
palabras, lo que realmente influye o controla el discurso (o resulta afectada
por él) no es la situación social `objetiva', sino la construcción mental y
subjetiva que poseen los usuarios de la lengua en sus modelos contextuales.
Esto nos permite explicar las variaciones personales, los conflictos
comunicativos, los malentendidos, la negociación del mutuo entendimiento, etc.
Así pues, dondequiera que el discurso y sus estructuras varíen en función del
contexto, deberíamos decir que esa variación (estilística) es una función de
los modelos contextuales mentales. La cognición en este caso, tipos específicos
de modelos mentales desempeña el necesario papel de interface s entre la
sociedad (la estructura social, la situación social) y el discurso.
Esto se puede apreciar
también en un análisis posterior de una serie de aspectos que habitualmente se
consideran también propiedades del contexto, como, por ejemplo, los objetivos,
las finalidades, las tareas, las metas o los intereses de los usuarios de las
lenguas. Esas propiedades `mentales' del contexto (o más bien de los
participantes de ese contexto) desde la organización global de las
conversaciones o la definición de los actos de habla hasta las variaciones
estilísticas de los elementos léxicos y de otras estructuras superficiales son
cruciales en la descripción y la explicación de las estructuras discursivas.
Esto es, del mismo modo en que la semántica del discurso exige modelos mentales
y representaciones sociales para interpretar el significado, el `contenido' del
discurso, observamos ahora que hay otras representaciones mentales (de hecho,
también modelos), tales como las metas, que están implicadas en el control
`pragmático' del texto y del habla como algo que resulta apropiado en una
situación dada. Así, las presuposiciones, las alusiones, la ironía, las
amenazas, las estrategias y muchas otras propiedades discursivas sólo pueden
definirse en términos de tales categorías mentales (el conocimiento, las
intenciones, los planes, etc.) de los usuarios de las lenguas.
En otras palabras, queda
poco espacio para una teoría del discurso `autónoma', libre de contexto o libre
de cognición. Ciertamente, la gramática nuclear de la estructura oracional
puede tener propiedades libres de contexto (por ejemplo, ninguna propiedad
contextual nos permite colocar el artículo después del nombre en español), pero
cualquier variación posible de esas estructuras llevará consigo restricciones
contextuales. E incluso las explicaciones autónomas del núcleo duro de la
estructura son en sí mismas dependientes de universales (cognitivos) de las
estructuras lingüísticas, o están relacionadas con estructuras de significado
subyacentes que necesitan una representación cognitiva en forma de modelos
mentales.
Esto es así en todos los
niveles de análisis el discurso: la pronunciación como realización fonológica
es obviamente una función de la edad, del género, de la clase social y del
origen regional; la entonación, el acento de intensidad y el volumen son una
función de rasgos contextuales (por ejemplo, de las metas o de la emoción); las
estructuras sintácticas son una función de las estructuras del modelo mental y
de las relaciones entre los participantes; los pronombres y los deícticos son
una función bien conocida de modelos (por ejemplo, la conferencia entre
referentes discursivos), así como de diversas características del contexto (los
modelos contextuales, las relaciones de poder entre los participantes); todas
las propiedades semánticas (por ejemplo, las de las proposiciones y las de la
coherencia local y global) son una función de los modelos mentales y de las
representaciones sociales; las figuras retóricas son una función de
restricciones contextuales (por ejemplo, las de la persuasión); las estructuras
esquemáticas convencionales, por ejemplo, de la argumentación o de la narración,
son en parte libres de contexto pero también variables como una función del
contexto, y, finalmente, los actos de habla y la misma actividad conversacional
se definen enteramente en términos de características contextuales.
Los argumentos sobre el
discurso que se han dado antes se pueden aplicar también a la cognición. Hemos
visto cómo es necesario postular varios tipos de representaciones mentales para
dar cuenta de un número amplio de estructuras lingüísticas, así como de la
representación subjetiva del contexto social que está en funcionamiento. Ahora
bien, ¿qué podemos decir de las relaciones inversas? ¿Podemos decir también que
la cognición es, a su vez, una función del discurso y la sociedad?
La dimensión social de
cognición
Que las mentes de las personas
no son autónomas, ni máquinas de procesar información es un hecho trivial.
Existe una larga historia en la psicología y en las ciencias sociales que
subraya la naturaleza social de la mente, y la psicología social atestigua esta
aportación fundamental. Puesto que los modelos mentales determinan la
comprensión, necesariamente han de tener cosas en común que permitan a los
participantes entenderse entre ellos. Es decir, más allá de las dimensiones
personales, tienen que incorporar dimensiones sociales compartidas.
Además de sus dimensiones
puramente personales y autobiográficas, los modelos incorporan también
`aplicaciones' específicas, concreciones del conocimiento compartido abstracto,
sociocultural: los miembros de un grupo saben, por ejemplo, qué son las guerras
civiles, las armas, la tortura, la violación y el genocidio, y usan ese
conocimiento general cuando entienden (construyendo modelos) las noticias sobre
la guerra civil en Bosnia. En realidad, pues, la gente no sólo comparte el
conocimiento sobre las guerras civiles en general, sino que también puede
compartir actitudes (opiniones sociales) sobre ellas, que a su vez se pueden
basar en ideologías, normas y valores sobre la violencia y los asuntos
militares. Una parte de ese conocimiento general y abstracto se puede haber
adquirido a través de la generalización y la abstracción de modelos: aprendemos
cosas sobre las guerras civiles principalmente a través de la comprensión de
historias nuevas, acumuladas e inicialmente parciales, sobre guerras civiles
específicas, o bien por experiencias personales directas cuando nosotros mismos
estamos inmersos en esas guerras civiles.
Además, esas creencias
sociales mismas se adquieren, se cambian o se confirman en situaciones sociales
de interacción, de aprendizaje, de socialización y de comunicación. Finalmente,
como es fácil imaginar, el conocimiento social general y las actitudes pueden
reflejar las metas, los intereses, la posición social y otras dimensiones
sociales de un grupo, algo que debería resultar evidente si consideramos la
diferencia entre las experiencias y la implicación de las mujeres y de los
hombres respecto al acoso sexual o de los serbios y los musulmanes respecto a
su guerra civil. En resumen, las representaciones mentales codifican de muchas
maneras.
La cognición social y
el discurso
Este análisis teórico no
se limita a la descripción y a la explicación de la mente y de los procesos
mentales en sí. Es necesario, en concreto, explicar muchas propiedades de la
interacción social en general y del discurso en particular. Así pues, los
modelos mentales, tal como hemos sugerido, se expresan en el significado del
discurso, los modelos contextuales restringen la variación discursiva y las representaciones
sociales abstractas (como el conocimiento) son necesarias en todos los niveles
de la comprensión discursiva (aunque sólo sea el conocimiento social compartido
sobre el discurso mismo). Así pues, en los relatos conversacionales y
personales podemos esperar la expresión de modelos personales, mientras que lo
típico en las noticias de los medios de comunicación es que expresen modelos
históricos y compartidos. Por otro lado, gran parte del discurso pedagógico y
académico, de la argumentación y de la propaganda se centrarán (también) en
representaciones sociales de carácter general: pretenden enseñar saberes o
persuadir a la gente formando o cambiando sus actitudes sociales. Mientras lo
típico del discurso basado en un modelo es que presente los deícticos y otros
elementos léxicos de las experiencias personales y de situaciones específicas,
otro tipo de discurso presentará expresiones genéricas que traducen
representaciones sociales. Un ejemplo de esto último es el discurso que expresa
prejuicios, como `Todos los negros son...', que presenta opiniones generales
con una base ideológica.
Una prueba interesante de
la naturaleza social y compartida de las representaciones sociales es,
precisamente, discursiva: Me refiero a la presuposición. Por razones pragmáticas,
el conocimiento (y las actitudes) pueden en general presuponerse si quien habla
o escribe cree que los receptores ya poseen esas representaciones sociales. En
otras palabras, toda la información implícita en el discurso público (el
discurso interpersonal también puede tener, claro está, conocimiento y
presuposiciones basados en lo personal) es, pues, por definición, compartida
socialmente.
En resumen, la cognición
es a la vez individual y social, y ambos aspectos de la cognición dependen del
discurso (por ejemplo, en el aprendizaje y en la persuasión) y se expresan de
forma variada en el discurso. Realmente, la mente humana es pues inconcebible
sin el discurso, y viceversa, y ambos presuponen y a la vez definen gran parte
de las dimensiones sociales de la comunicación y de la interacción.
La sociedad
Finalmente, y tratando de
no repetir muchos de los argumentos que ya hemos planteado, los análisis
sociales y de la sociedad no pueden ser más autónomos que los análisis de la
cognición, y del discurso. Cuando eso es así, podemos tener la seguridad de que
vamos a encontrarnos con varias formas de reducción o de descripción
incompleta.
La cognición en la
sociedad
Si empezamos por los
niveles más bajos o `micro' del análisis social, la relevancia de la cognición
(y del discurso) es evidente, aunque a menudo se descuida o se da por sentada.
Los actores sociales son personas conscientes que se preocupan continuamente de
planificar, pensar y evaluar para poder actuar y dar sentido a lo que hacen los
demás y a su entorno. Realmente, tal como hemos explicado de manera más
específica en lo que se refiere al discurso, la interacción social es
inconcebible sin una explicación cognitiva de los procesos que nos permiten dar
sentido a las cosas, de los modelos de los acontecimientos y de las acciones,
de las reglas y del conocimiento, de las actitudes y de las ideologías.
En realidad, la identidad
social de una persona, la pertenencia a un grupo y las relaciones grupales, así
como el conocimiento sobre la sociedad en general, son aspectos que están
representados mentalmente, tal como ya hemos explicado. Tales representaciones
mentales explican, como ocurría con el discurso, tanto la subjetividad humana,
la variación individual, la iniciativa y la desviación, como la naturaleza
compartida, y por ello social, del conocimiento y de otras creencias. En
resumen, una explicación completa de las situaciones sociales, de la
interacción social y de los actores sociales implica necesariamente una
detallada explicación cognitiva de los aspectos sociales mismos de la
interacción, como el conocimiento y las actitudes del grupo, las normas, los
valores y las ideologías.
A la inversa, como ya
hemos indicado, precisamente por esa continua interdependencia entre la mente y
la acción, las estructuras sociales, a su vez, dan forma a la mente en muchos
sentidos. Las relaciones grupales, la estructura y los intereses de cada grupo
influirán probablemente en los contenidos y las estructuras de las ideologías,
actitudes y conocimientos básicos de los grupos sociales. En efecto, es posible
que las ideologías se estructuren mediante los parámetros mismos y las
identidades de los grupos sociales, que incluyen la pertenencia al grupo, las
actividades, los valores, la posición social y los recursos específicos (o su
ausencia) del grupo. Evidentemente, debido a la naturaleza abstracta e
indirecta de esas relaciones, la estructura de las representaciones sociales se
desarrollará sólo de forma gradual como una función de las dimensiones sociales
de los grupos y de las culturas. En efecto, los movimientos y las revoluciones
sociales pueden cambiarlas, como ocurre con el movimiento de las mujeres, el
movimiento de los derechos civiles y las revoluciones francesa y rusa.
La sociedad y el
discurso
Una vez establecido que
el análisis social está incompleto sin un análisis cognitivo detallado, tenemos
que abordar, por fin, el último extremo del triángulo, a saber, las relaciones
entre la sociedad y el discurso. Que el discurso expresa, representa y codifica
de múltiples maneras las situaciones y las estructuras sociales o que, en otro
sentido, las presupone (por ejemplo, a través de las representaciones
mentales), ha quedado claro. Pero, ¿de qué manera la sociedad humana es, a su
vez, dependiente del discurso, organizada por él o, dicho de otro modo, una
función del texto y del habla?
No se puede concebir una
sociedad humana sin, como mínimo, la existencia de una forma de comunicación, a
través de alguna forma de lenguaje o de sistema semiótico. La interacción
social presupone que se compartan conocimientos, actitudes y metas, aspectos
que se expresan, en gran medida, a través del discurso. Los actos tienen que
comunicarse y evaluarse, las historias se tienen que contar y compartir, y las
actividades futuras tienen que prepararse, y todo eso sucede, en su mayor
parte, a través del texto y del habla o de prácticas semióticas similares.
Los grupos y las
organizaciones se constituyen y se reproducen, sus identidades se formulan o se
cuestionan, se defienden sus intereses y, de nuevo, tales prácticas sociales
son, en su mayor parte, discursivas.
Esto no significa que
reduzcamos la estructura social al discurso, de la misma manera que no la
reducíamos a la cognición. Lo importante es que una teoría social completamente
desarrollada está incompleta sin una teoría potente que explique el papel
fundamental que desempeñan en la sociedad el lenguaje, el discurso y la
comunicación. Y esto no es así sólo porque resulta que los actores sociales
hablan mucho entre ellos en su vida cotidiana. Más bien, como se ha planteado,
lo que sucede es que las condiciones y las estructuras mismas del orden social
presuponen cogniciones sociales compartidas que, a su vez, se expresan, se
construyen y se cambian a través del discurso. Los grupos y las instituciones,
así como las sociedades y las culturas consideradas como un todo, se
constituyen muy especialmente (aunque no exclusivamente) en y por el discurso.
Conclusión
El tipo de argumentación
que hemos seguido puede parecer trivial, y en algunos aspectos resulta tan
evidente que casi no necesita hacerse explícito. Por otro lado, las prácticas
actuales en el ámbito del análisis del discurso, de la psicología y de las ciencias
sociales no siempre parece reflejar esta naturaleza obviamente integrada del
discurso, la cognición y la sociedad. Cuando se lleva a cabo un trabajo
interdisciplinario, suele ser entre dos de los vértices del triángulo. Los
psicolingüistas normalmente no leen o hablan con las personas que trabajan en
sociolingüística y los analistas del discurso con una orientación social muy
pocas veces abren un libro sobre cognición (y viceversa).
Además de esta frecuente
ignorancia mutua, encontramos muchas formas de reducción que son intencionadas.
La cognición se puede seguir explicando reduciéndola a discurso o a interacción
social, y la estructura social y las restricciones sociales reduciéndolas
simplemente a esquemas mentales. Debido a las muchas interdependencias que
hemos mencionado, algunas formas de reducción no son del todo inútiles:
hemos visto que la mente, en efecto, desempeña un papel fundamental en la
representación y en las `aplicaciones' de la estructura social, y viceversa,
que muchas estructuras sociales parecen tener una dimensión cognitiva y
discursiva.
Sin embargo, están
implicados diferentes ámbitos, niveles y fenómenos. En lugar de reducir alguno
de ellos a otros, necesitamos teorías adecuadas para cada uno de ellos y, al
mismo tiempo, los lazos que los unen a los otros fenómenos. Así pues, una
teoría del discurso tiene que dejar claro dónde y cómo las estructuras
discursivas están condicionadas por las estructuras sociales y cognitivas que
les imponen restricciones y, a la inversa, cómo afectan a la mente, a la acción
y a la sociedad. Una teoría de la mente no debería ignorar las múltiples
maneras en que las representaciones mentales son una función de la interacción
social, del discurso y de la organización social. Y una teoría social sólo puede
ser adecuada si tiene en cuenta la naturaleza cognitiva y discursiva de la
sociedad.
En vez de trabajar de
forma tan aislada, tendría que resultar obvio que pocos de nosotros puede, en
solitario, llevar a cabo esa tarea. La formación de una teoría integrada exige
un equipo de especialistas en diversas disciplinas que incluya especialistas
que sean capaces de construir los puentes necesarios entre esas disciplinas y
entre las teorías.
En este artículo hemos
visto que los intentos de reducir el análisis del discurso únicamente a una o
dos dimensiones conduce a teorías y análisis que son empíricamente inadecuados.
Esto resulta especialmente relevante para muchas formas de investigación
aplicada, por ejemplo en el ámbito educativo. Hemos puesto el acento al principio
en que la educación y el discurso didáctico tienen que ser examinados teniendo
en cuenta sus propiedades lingüísticas, cognitivas y sociales (políticas,
culturales). No seremos capaces de decir nada serio sobre educación si no
explicamos el papel que desempeña el conocimiento y cómo se expresa, se
presupone o se transmite a través del texto y del habla. Del mismo modo, todos
sabemos que los profesores enseñan también opiniones, actitudes, ideología y
valores, aquellos que comparten con otras personas de su país, de su sexo, de
su edad, de su orientación política o de su profesión. Sin embargo, aún no
sabemos exactamente la manera en que tales cogniciones sociales se adquieren a
través del discurso. La propuesta que hemos ofrecido aquí, pues, subraya esencialmente
también las relaciones entre las estructuras discursivas y las estructuras
`subyacentes' de la cognición que son tan relevantes para entender el proceso
educativo: leer consiste esencialmente en una forma de procesamiento textual y
en unas representaciones mentales que son su consecuencia. Y, por último,
enseñantes y estudiantes son participantes sociales concretos en una
institución, y sólo podremos entender el discurso y las cogniciones de la
enseñanza y del aprendizaje si examinamos también los detalles de los muchos
contextos implicados en la educación, y cómo el contexto, de nuevo, se
relaciona tanto con el discurso como con la cognición. Por ello, el marco
metateórico presentado aquí es relevante para el estudio de la educación.
(*) Traducción
de Amparo Tusón Valls. Una versión (en inglés o alemán) más amplia de este
trabajo será publicada en un libro en honor del profesor Siegfried Jaeger
(Universidad de Duisburg).
(**) Teun A. van Dijk
es profesor de Lingüística y Análisis del Discurso en la Universidad de
Amsterdam. Fue uno de los pioneros en la formación del campo conocido como
lingüística del texto, ámbito al que se refieren sus primeras publicaciones.
Actualmente, su trabajo se centra en el análisis crítico del discurso. Dirección
electrónica de contacto: teun@let.uva.nl.
Referencias
bibliográficas
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Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso. Madrid: Cátedra, 1980.
van DIJK, Teun A. (
1978): La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinario. Barcelona: Paidós.
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información, Barcelona: Paidós, 1990.
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