Signos Teoría y práctica de la educación , 19 Octubre Diciembre Página 42-49 ISSN 1131-8600

PARADIGMAS CONTEMPORÁNEOS EN EL DISEÑO DE PROGRAMAS DE LENGUAS (I)

MICHAEL P. BREEN

 

En este artículo Michael P. Breen describe diversas formas de abordar la programación en la enseñanza de lenguas. En esta primera entrega el autor define la noción de paradigma como el conjunto de ideas, probas y formas de hacer que caracterizan a una comunidad de especialistas que comparte teorías, investigaciones yprácticas. En este contexto el diseño de un plan de actuación para la enseñanza de las lenguas no es sino la expresión de un determinado paradigma. Más tarde describe las características de los programas formales y funcionales de enseñanza de la lengua. Mientras los primeros se orientan hacia el conocimiento formal del lenguaje y de sus reglas (y por tanto hacia la corrección lingüística), los segundos -a partir de la noción de competencia comunicativa y de la teoría de los actos de habla- se orientan al dominio de las diversas funciones sociales del lenguaje y a la identificación de las intenciones comunicativas de los hablantes. En la segunda entrega de este texto -que SIGNOS ofrecerá en su número 20- Breen describirá el cambio de paradigma que inician los diversos tipos de programas procesuales.

Este artículo da cuenta de uno de los avances más importantes que se produjeron en la enseñanza del inglés durante la década de los años 80: la aparición de alternativas genuinas y concretas en la planificación del proceso de enseñanza y aprendizaje de las lenguas. Hace diez años Tony Shaw publicó en Language Teaching un estudio sobre los más recientes enfoques en el desarrollo de programas que señalaba el contraste entre el importante papel que desempeña el diseño del programa en la pedagogía de la lengua y la escasa presencia de este tema en la literatura especializada (SHAW,1977). Cinco años más tarde, en un epílogo a una reedición de su trabajo, Shaw se veía a sí mismo inmerso en " un periodo turbulento e iconoclasta" en el que "todo lo relacionado con el desarrollo del curriculum y de los programas está inevitablemente en el ojo del huracán" (SHAW,1982 , 91). El rnarernoto al que él aludía continúa hoy , y una dé sus manifestaciones ha sido un verdadero vendaval de publicaciones que abonan el interés por el cambio y ofrecen una valoración reflexiva sobre el mismo.

Me parece necesario indicar que estarnos experimentado en la actualidad una fase destacada en la evolución del diseño de progninas en la que la duda sobre la validez de algunos tipos de programas sólidamente implantados coincide con una notable abundancia de propuestas innovadoras surgidas a partir de la teoría. la investigación y la experiencia en el aula. Los cambios en el pensamiento y en las tácticas que se han producido entre los profesionales de la enseñanza en los últimos años han tenido amplias o.nsecuencias que no sólo han afectado al diseño de programas sino que también han influido y han sido recogidos en el desarrollo de los mismos. Este artículo no puede hacer justicia a la compleja naturaleza de un proceso en el que la innovación de programas sólo ha supuesto una parte. Stern(1983) y Howatt(1984) nos proporcionan una rica perspectiva histórica de este proceso, mientras que Robcrts(1982), Solmecke(1983), Quinn(1985) y Brindley(1985) han examinado las características de este cambio y sus implicaciones en el diseño de programas.

Este artículo responde  a un esfuerzo por  por explicar las distintas alternativas en eidiseño de programas que han surgido en un periodo dialécticamente intenso y en un momento en que la discusión pública acerca de dichas alternativas ha aumentando considerablemente. Entre estas discusiones se incluyen las de Wilkins et al.(1981), Crawford-Lange(1982), Rairnes(1983) y Brumfit(1984) que revelan interesantes áreas de conflicto. Las colecciones de artículos editados por Johnson y Porter(1983), Saltarelli(1983), Richards(1983), Read(1984) y Toney(1985) proporcionan distintas perspectivas sobre la evolución de programas.

Sostendré que existen en la actualidad dos paradigmas o marcos de referencia principales para el diseño de programas de lenguas. Estos dos paradigmas son distintos y el segundo representa una antítesis reciente de los tipos de programa con mayor tradición. Ofreceré a continuación un análisis comparativo de cuatro programas prototípicos que son representativos de la mayoría de los programas que se utilizan y desarrollan en la actualidad. Los tipos de programas funcional y formal se comparan como ejemplos de un paradigma tradicional en el diseño de programas. Los programas procesuales y de aprendizaje mediante tareas se comparan con los dos anteriores y entre sí, y se proponen como modelos de un paradigma que es antitético de los más tradicionales. Esta interpretación de los cuatro tipos de programa puede proporcionar algunas pistas sobre las nuevas direcciones que pudiera seguir el desarrollo de programas en la próxima década. Una evaluación comparativa quizá pueda descubrir las raíces de una nueva síntesis para que el diseño de programas del futuro logre resolver las contradicciones reales o supuestas que parecen separar las cuatro principales alternativas de las que ahora disponemos.

El artículo se divide en dos partes. Comienzo la primera con una reflexión acerca de la naturaleza y función de los programas de lengua y explico por qué podría resultarnos útil el considerar el diseño de un programa como expresión de un paradigma en particular. Sigue la descripción de los tipos de programas formales y funcionales que se proponen como modelos de un paradigrua en particular.

En la segunda parte2, doy cuenta de las causas por las que los enseñantes se distancian del paradigma dominante en los últimos años y resumo las características principales del nuevo. Describo despues los tipos de programa procesual y de aprendizaje mediante tareas para ilustrar este paradigma. La segunda parte concluye con una prospección sobre las posibles tendencias en el futuro.

Quiero incluir aquí una aclaración sobre las fuentes y sobre las referencias utilizadas. A cada una de las secciones principales de este artículo seguirá una relación de las fuentes que me han  ayudado en la interpretación de diseños de programas cntemporáneos. Debido a las limitaciones de espacio, he dado prioridad a las publicaciones disponibles desde 1980 y a aquéllas publicadas con anterioridad que han influido de manera importante en la evolución que describo3. Espero que el lector que desee localizar fuentes anteriores a 1980 se beneficie de las útiles referencias ofrecidas más arriba y de las bibliografías retrospectivas de publicaciones recientes .

1.1El diseño de programas : un proceso de decisión

Todo programa es fundamentalmente un plan de lo que se ha de alcanzar a través de la enseñanza y del aprendizaje.  Habitualmente, este plan organiza el conjunto de conocimientos y las capacidades que se pretenden alcanzar como resultado del trabajo de enseñantes y alumnos en una situación concreta para la cual se diseñó el programa. En la mayoría de los casos, el plan especificará y seleccionará aspectos concretos de la lengua que es objeto de aprendizaje y de su uso en situaciones sociales para diversos fines personales y sociales. El plan detalla los objetivos o consecuencias deseables del trabajo de enseñanza y aprendizaje. Podría también señalar el camino hacia esos objetivos y de ese modo servir de guía durante la enseñanza y el aprendizaje. Si el diseño de programas se considera un proceso de decisión, entonces habrá que tomar una de vital importancia: ¿debería limitarse el plan a una delimitación de los objetivos o podría servir también como un medio hacia su consecución? Por convención, son seis los requisitos que condicionan las decisiones que se han de tomar a la hora de diseñar los programas.

En primer lugar, el plan debe proporcionar un conjunto ordenado de los conocimientos y de las destrezas sobre las que trabajarán profesores y alumnos. Además de señalar convenientemente el territorio de la nueva lengua, puede servir para situar las fronteras que lo limitan. El programa, pues, limita la potencial vastedad de una lengua y su uso a categorías y esquemas manejables y familiares para el profesor. En segundo lugar, un plan puede proporcionar continuidad a sus usuarios. El programa ofrece una orientación para el trabajo del profesor y quizá también para los alumnos a través de las formas en que ordena la materia que se ha de tratar. Un tercer requisito es que constituya un balance retrospectivo de lo que se ha logrado que pueda resultar útil a otro profesor que trabaje con el mismo alumnado en un momento posterior. El rendimiento de cuentas a compañeros, alumnos y, con carácter más general, a la institución educativa y a la sociedad apunta a la cuarta razón de ser del programa. Una presentación razonablemente detallada de objetivos proporcionará las bases sobre las cuales se pueda evaluar el progreso del alumno. Contar con un plan para el trabajo de profesores y alumnos permite también la evaluación y posterior adaptación del mismo. El quinto requerimiento es que el programa sea lo suficientemente preciso como para que pueda evaluarse, en la práctica, su adecuación a los fines que persigue y a quienes lo utilizan. Por último, se han de elegir las opciones más adecuadas al contexto para el que el plan se concibe. Un programa será ecológicamente válido en la medida en que se armonice con los tres contextos en los que está incluido: a) el campo más amplio del currículo de lengua (en cuyo seno le corresponde al programa ocuparse de los fines y el contenido del currículo y al que se atribuye habitualmente una influencia solamente indirecta en la metodología y en los procedimientos de evaluación). b) el aula de lengua y los participantes en ella, que convertirán el programa en un trabajo real de enseñanza y aprendizaje; y c) la institución educativa y la sociedad en general a la que el programa se supone que sirve en relación con los fines e ideologías que la sociedad y la institución valoran.

En resumen, podemos apreciar que quien elabora los programas se enfrenta a una serie de limitaciones y que todo programa habrá de tener en cuenta estos requisitos en mayor o menor medida. E1 plan debe proporcionar un conjunto ordenado y accesible de lo que se ha de lograr mediante la enseñanza y el aprendizaje que ofrezca continuidad y orientación para quienes lo usen. El plan deberá servir también como registro retrospectivo, como base para la evaluación del aprendizaje, y debería ser asimismo susceptible de evaluación y adaptación. Y, finalmente, el plan debe adecuarse a los tres contextos del currículo, de la clase y de la situación socioeducativa en la que se ubicará. Dadas estas exigencias, se aplican por convención ciertos principios básicos a la organización del conocimiento y las capacidades que se pretende que el programa represente.

1.2. Elaboración del programa

La práctica totalidad de los programas se construye siguiendo principalmente cuatro principios organizativos. El diseñador habrá de: a) establecer prioridades; b) seleccionar; c) subdividir; y d) secuenciar el conocimiento y las capacidades deseables en el aprendizaje de una lengua.

Todos los programas se concentran o dan prioridad a aspectos concretos de la lengua objeto de estudio. Existen programas que se centran en el sistema lingüístico y en los rasgos fonológicos, léxicos y gramaticales de la lengua, mientras que otros dan prioridad al uso de la lengua en diversas situaciones. Aquellos aspectos en los que se concentra el programa reflejarán los objetivos a los que el plan pretende servir. Una vez establecida una prioridad específica, el programa mostrará su segundo principio organizativo mediante la selección de los contenidos para la enseñanza y el aprendizaje, tales corno estructuras concretas, grupos de funciones o una serie de situaciones comunicativas. Teniendo en cuenta la limitación de que el proceso de enseñanza y aprendizaje debe desarrollarse en un tiempo determinado, estos contenidos previamente seleccionados son a su vez subdivididos y secuenciados.

La subdivisión supone desmenuzar los contenidos seleccionados en elementos manejables. Este análisis es casi siempre jerárquico, con elementos inclusivos (por ejemplo, sistemas gramaticales, temas o centros de interés, o situaciones de comunicación) que engloban unidades menores (por ejemplo, reglas, o funciones, o un vocabulario específico). La secuencia, por su parte, implica la disposición del contenido en un proceso de desarrollo temporal. Esto se obtiene a menudo de forma consecutiva ("paso a paso") mediante objetivos más inmediatos o previos, encaminados a la consecución de un logro más general. Puede ser también cíclica, de forma que la ruta de A a B se represente como una secuencia de círculos solapados o como una espiral cada vez más abierta. Mientras que una secuencia consecutiva ("paso a paso") presenta el contenido de forma aditiva, la secuencia cíclica implica que el contenido puede ser recurrente y que puede trabajarse por parte de profesores y alumnos mediante el retorno a pasos anteriores del camino y su refinamiento.

Estos cuatro principios organizativos definen, en la práctica, lo que es un programa. Los diferentes programas disponibles en la actualidad se distinguen entre sí porque difieren a la hora de aplicar esos criterios. El diseño de programas se caracteriza hoy por la diversidad de los conocimientos y las capacidades a las que se da prioridad, por la variedad en la selección del contenido, y también por las diferencias en cómo éste se subdivide en unidades más manejables para las tareas de enseñanza y aprendizaje. Y así nos encontramos con diversas alternativas en las vías de desarrollo según los programas las presenten de forma graduada o secuencial. Estos cuatro principios nos proporcionan, pues, una visión de los diversos modos en que el diseño de programas intenta representar el conocimiento lingüístico y las capacidades de uso de la lengua. Si el diseño de programas es, sin embargo, un proceso de decisión, ¿con qué criterios se toman?, ¿qué puede hacer el diseñador de programas ante las limitaciones a las que debe constreñirse su plan?, y ¿cómo aplica en sus planes los cuatro principios mencionados?

1.3. El diseño de programas: la expresión de un paradigma

Los diseñadores no aplican los principios de prioridad, selección, subdivisión y secuencia de forma objetiva o neutra. Todo programa es la representación concreta de conocimientos y capacidades. Esta representación vendrá determinada por las concepciones del diseñador sobre la naturaleza de la lengua, sobre la manera más apropiada de presentarla y enseñarla a los alumnos y sobre el modo en que puede trabajarse eficazmente durante su aprendizaje. La representación de la lengua de un diseñador de programas diferirá, por ejemplo, de la de un lingüista descriptivo, debido precisamente a los requisitos pedagógicos de dicha representación.

Los diseñadores de programas sean profesores o teóricos de la educación forman parte de una comunidad de profesionales implicados en la educación de lenguas. Thomas Kuhn(1970), en su ya clásica interpretación del cambio científico, proponía la noción de paradigma como aquel marco de referencia que es compartido por un grupo de especialistas en un momento determinado de la historia. Para Kuhn un  no es simplemente una teoría comúnmente aceptada. Es "una matriz disciplinar" en la que las ideas, los problemas y la forma de realizar un trabajo muestran supuestos, creencias, valores y formas de interpretar la experiencia compartidos y coherentes, (Kuhn,1970,pp.182210). En otras palabras, un paradigma es tanto una formulación específica de teoría, investigación y práctica como la manera imperante en que una comunidad de especialistas construyen teorías, interpretan investigaciones y llevan a cabo su trabajo.

En su representación de conocimientos y capacidades lingüísticas para fines pedagógicos, todo programa puede considerase como una expresión de ese paradigma que como miembros de una comunidad implicada en la educación lingüística compartirnos durante un periodo en la historia de nuestra profesión (por ejemplo, las ideas imperantes sobre metodología, evaluación e investigación del aprendizaje en el aula de lengua las formas en que reaccionamos hacia esas ideas serán también expresión del paradigma que compartimos). Todo programa es, por tanto, el lugar de encuentro de una perspectiva sobre la lengua misma, sobre su uso y sobre su enseñanza y aprendizaje; tal es la interpretación actual y comúnmente aceptada de los vínculos armoniosos que existen entre teoría, investigación y trabajo en el aula.

Para Kuhn, se produce una revolución científica cuando un paradigma sustituye a otro. La fase de transición supone para la comunidad de especialistas un periodo confuso de "cambio de paradigma" en el que el nuevo paradigma puede, o bien asimilarse por el imperante siguiendo la tendencia del hombre de resistirse a los cambios o de proteger intereses particulares, o bien cobrar importancia y extenderse hasta sustituir a su predecesor. El "periodo turbulento e iconoclasta" en el diseño de programas que Shaw identificaba con los primeros años de la década de los 80 ha sido uno de los síntomas claros del cambio de paradigma(ver también 1.4). Este artículo pretende explorar distintos tipos de programas como expresión del paradigma imperante y como expresión del paradigma recientemente surgido. No digo que el paradigma más reciente haya sustituido ya al tradicional y ni siquiera me atrevo a sugerir que logrará hacerlo.

Podemos considerar nuestros programas como el reflejo de un paradigma que, como comunidad profesional, compartimos. Expresamos nuestro paradigma mediante una representación planificada de la capacidad y del conocimiento lingüísticos deseables en términos pedagógicos. De mi interpretación de los programas contemporáneos se puede deducir que existen en la actualidad tipos de programas alternativos que, por un lado, conciben la capacidad y el conocimiento lingüísticos como planes proposicionales y otros que lo hacen como planes procesuales. Los planes proposicionales y los procesuales son expresión de paradigmas distintos. El resto de este artículo o se ocupará de la descripción y la comparación de estáis dos alternativas en la planificación de la enseñanza y del aprendizaje de la lengua.

Hasta aquí, he ofrecido un marco de referencia para cl estudio del diseño de programas contemporáneos.

He sugerido que todo programa es un plan de lo que se ha de lograr mediante la enseñanza y el aprendizaje. También que tal plan es el producto de un proceso de decisión que debe tener en cuenta una serie de consideraciones sobre la función de un programa en contextos específicos. Para hacer frente a esos requisitos, el diseñador aplica cuatro criterios a la hora de elaborar el plan. No obstante, lo que el diseñador crea en realidad es una representación particular conocimiento y de las capacidades lingüísticas que refleja concepciones actuales respecto a la naturaleza de la lengua, de la enseñanza y del aprendizaje. Esas posturas se derivan de un paradigma que el diseñador comparte con una comunidad de especialistas en el campo de la didáctica de la lengua y que alcanza también a otros de interés común que no se limitan sólo al diseño de programas. Finalmente, he defendido la existencia en la actualidad de un paradigma consolidado expresado en programas que son planes de tipo proposicional. Asimismo he sugerido que el paradigma recientemente surgido en nuestra profesión da lugar a programas de tipo procesual.

1.4. Fuentes y referencias

El importante análisis que realizó Kuhn acerca del cambio científico lo relacionó Brown (1975) con la enseñanza de la lengua. Éste anticipaba los cambios actuales y los calificaba como un proceso de revolución dentro de nuestra profesión y que, en su opinión ocurría cada 25 años. Richards y Rogers (1982) se mostraban más escépticos, inmersos en el periodo "turbulento" que mencionaba Shaw, y atribuían a la comunidad de enseñantes de lenguas un conservadurismo recalcitrante que tal vez pudiera haber pasado inadvertido para Brown. Los autores mencionados comparten el interés por los aspectos metodológicos, una prioridad que, quizá, distingue a la parte norteamericana de nuestra comunidad de la europea (un fenómeno también apuntado por Stern en 1983 al argumentar en contra de la preocupación por el método). Brumfit (1981) reflejaba el interés europeo de aquel momento por los objetivos y los contenidos de la enseñanza de la lengua cuando aplicaba la noción de Kuhn de un cambio de paradigma a los cambios en la concepción del conocimiento lingüístico (de ver la lengua como un cuerpo fijo de conocimiento a considerarla incluida en una actividad social que necesita de la negociación). Raimes (1983) es más rigurosa en el empleo de las ideas de Kuhn a la hora de evaluar los cambios que se están produciendo en muchos aspectos importantes para nuestra profesión, aunque la metodología ocupa la mayor parte de su análisis. Raimes se muestra bastante menos escéptica que Richards y Rogers pero hace hincapié en la alienación que acompaña al cambio:

"El panorama que ofrece nuestra profesión es aún el de la competencia entre programas, la coexistencia de metodologías divergentes, de visiones contradictorias de nuestra profesión, de esfuerzos diversos para afrontar el cambio y de teorías innovadoras sobre la adquisición de una segunda lengua y en medio de esa confusión nosotros, los profesores, intentamos hallar el camino en Terra incognita. Kuhn describe los síntomas de la "etapa preparadigmática" de una revolución en una disciplina en los siguientes términos: "la proliferación de formulaciones en conflicto, la voluntad de probar cualquier cosa, la expresión de un malestar evidente, el recurso a la filosofía y al debate sobre los fundamentos"(1970: 91). Eso es un cambio de paradigma y lo cierto es que nos resulta familiar".(1983:543).

Dos modelos anteriores y seminales de alternativas en el campo del desarrollo curricular son los de Eisner y Vallance (1974) y Stenhouse (1975). Sobre la importante noción de planes como representación del conocimiento y las capacidades, referida fundamentalmente al contenido y actividades de la mente, pero con implicaciones interesantes en el diseño de programas, véase la serie de perspectivas que ofrecen Aitkenhead y Slack(1985).

2.1. Planes proposicionales: programas formales y funcionales

Acometo ahora una interpretación descriptiva de los tipos alternativos de programas (prototipos) de los que se dispone en la actualidad. Los cuatro tipos se distinguen en el modo de representar el conocimiento y las capacidades. Cada uno de ellos expresa puntos de vista diferentes acerca de la naturaleza de la lengua, de cómo se ha de presentar durante el proceso de enseñanza y de cómo lograr su aprendizaje. Atendiendo a lo que presentan como contenido o asunto fundamental de sus lecciones, podemos considerarlos exponentes de un determinado paradigma. En esencia, cada uno de ellos ofrece respuestas alternativas a la pregunta: ¿qué necesita saber el aprendiz de una nueva lengua y para qué acciones capacita ese conocimiento?

En las dos secciones que siguen, describiré los tipos de programas formales y funcionales como exponentes de un paradigma bien consolidado y dominante en la actualidad y que dan lugar a planes proposicionales de capacidad y conocimiento lingüísticos (espero que la distinción entre planes proposicionales y procesuales se aclare con la descripción de los principales tipos de programas que ejemplifican estos dos enfoques en la planificación del aprendizaje). Al adoptar la noción de la representación proposicional del conocimiento que procede de la ciencia cognitiva (véase por ejemplo Rumelhart y Norman,1983), observamos que un plan proposicional expresará en términos formales lo que se ha de alcanzar a través de la enseñanza y el aprendizaje. El conocimiento y las capacidades lingüísticas que se desean alcanzar se organizarán y presentarán en el plan como un sistema basado quizá en fórmulas, estructuras, redes, reglas o esquemas lógicos. Tanto los programas formales como los funcionales comparten esta forma de representar lo que los aprendices necesitan saber y ser capaces de hacer. Se diferencian, no obstante, en sus objetos de atención prioritaria y en la selección de los contenidos adecuados para la clase de lengua, así como en la subdivisión y la secuencia de dicho contenido. Además, a pesar de que ambos se derivan de un paradigma común consolidado, cada uno tiene una base diferente que en ocasiones llega a ser opuesta. Describiré y compararé, por tanto, cada uno de estos programas a partir de la formulación de cinco preguntas:

a) ¿Qué conocimientos destaca y establece como prioritarios?

b) ¿Qué capacidades?

c) ¿Con qué criterios selecciona y subdivide lo que se ha de aprender?

d) ¿Cómo secuencia lo que se ha de aprender?

e) ¿Sobre qué base se sustenta?

2.2. El programa formal

a)¿ Qué conocimientos destaca un programa formal? El programa formal denominado también estructural o gramatical es el programa de enseñanza de la lengua más consolidado y experimentado. Hunde sus raíces en la descripción y el análisis de las lenguas clásicas y, durante muchos años, se basó en las descripciones de la lengua realizadas por lingüistas teóricos. Centra su atención en la naturaleza sistemática y sometida a reglas de la propia lengua. Da prioridad al conocimiento de los subsistemas fonológico, gramatical, léxico o morfológico y más recientemente del discursivo, reflejando así la atención principal que presta al conocimiento del código de la nueva lengua por parte del alumno, al que se suma el conocimiento "textual". Si aceptamos la distinción que establecía Halliday (1973, 1978) entre las funciones textuales, ideacionales e interpersonales de la lengua el conocimiento subyacente que el usuario de la lengua tiene de cada una de ellas, observamos que el programa formal da prioridad a cómo se crea y organiza el texto (oral o escrito) y, por tanto, asigna sólo un papel de apoyo al significado o a las ideas transmitidas por el lenguaje (conocimiento ideacional) y a los modos en que actuamos socialmente con el lenguaje (conocimiento interpersonal). Esto no supone que un programa formal no preste atención alguna a los dos últimos sistemas de conocimiento, sino que toma los rasgos sistemáticos de la naturaleza textual de cualquier lengua como la fuerza motriz de los otros dos.

b)¿ Qué capacidades destaca un programa formal?

Con un programa formal el alumno trabaja para lograr la corrección o precisión de sus producciones. Este tipo de programa describe las capacidades necesarias en términos de corrección lingüística (o textual) en el uso de las cuatro destrezas. Aunque la auténtica prueba de fuego de nuestra corrección reside en la producción de textos orales y escritos, se supone que las destrezas receptivas (auditiva y lectora) deben servir o redundar en las productivas. Según este razonamiento, el programa formal identifica el uso de la lengua con el uso de destrezas y propone que las destrezas se trabajen según una secuencia que va de las receptivas a las productivas.

c)¿Qué criterios se emplean en la división y selección del contenido en un programa  formal?

Los programas formales se organizan de tal forma que reflejan fielmente (en la medida en que es posible hacerlo) la organización o "lógica" inherente a la lengua misma. Basándose en el análisis de los distintos subsistemas y de sus reglas que realizan los lingüistas, tal programa identificará, en la mayoría de las ocasiones por separado, la pronunciación, la gramática, el vocabulario y la morfología, y los rasgos estructurales del discurso. A partir de esta primera división, cada programa concreto seleccionará aquellos aspectos de cada subsistema que se consideren apropiados al "nivel" de los alumnos para los que se concibió el programa. El criterio principal para establecer dicho nivel depende del grado en que el alumno domine en términos de corrección estos subsistemas lingüísticos. Dada la naturaleza jerárquica de la lengua, el diseñador de programas Subdivide aún mas lo que se ha de aprender y parte de unidades mayores (por ejemplo, los tipos de oración enunciativa, interrogativa, etc. el sistema verbal, la estructura del discurso, ..)  hasta llegar a unidades menores contenidas en las anteriores (por ejemplo, la modalidad, la flexión de los verbos, la pronunciación o el contraste entre determinados fonemas, los marcadores del discurso, etc.). De este modo, los criterios que se utilizan para la selección y la subdivisión de un programa formal se aproximan mucho al análisis de la lengua realizado por un lingüista.

Naturalmente, muchos programas formales también reflejan los aspectos más prácticos de, por ejemplo, la gramática pedagógica y el análisis contrastivo. Sin embargo, el énfasis en el conocimiento y en el dominio del sistema lingüístico sobre el textual es constante, ya que al pedagogo de la gramática lo que le preocupa es el manejo del nuevo sistema por parte del alumno, mientras que el análisis contrastivo se basa en la creencia de que el conocimiento de un sistema puede ser incompatible con el conocimiento de otro o, por el contrario, armonizar con él.

d) ¿ Cómo secuencia un programa forma formal lo que se ha de aprender?

Además de prescribir una ordenación de la práctica y el uso de las destrezas basada en cl supuesto de que es más difícil para el que aprende ser correcto en la producción de la nueva lengua que en la descodificación del discurso oral o escrito de otra persona un programa formal prevé que un aprendiz acumulará y sintetizará gradualmente las distintas partes que componen e1 nuevo sistema. Predice, por ejemplo, que un alumno necesita dominar una gramática o vocabulario "básicos" y que irá ampliando y refinando lo que ya sabe acerca de los subsistemas más importantes hasta que pueda llegan a utilizarlos con precisión de forma integrada. Los criterios para la secuencia o gradación están directamente relacionados con la propia lengua. El criterio más habitual es el de la complejidad lingüística, y la mayoría de estos programas señalan un camino que va desde lo "simple" en términos de forma, estructura o norma hasta lo "complejo".

Algunos programas formales pueden incorporar criterios duales, organizando el conocimiento de la nueva lengua, o bien a partir de la frecuencia de aparición de algunos rasgos lingüísticos en el uso cotidiano, o bien mediante la anticipación de las posibles necesidades de los alumnos en cuanto ciertos aspectos de la lengua pueden ser más útiles que otros. La secuencia de un programa formal, así pues, se llevará a cabo desde lo simple a lo complejo, pero teniendo en cuenta también la frecuencia de uso y la utilidad de estructuras, vocabulario, etc.

e) La base sobre la que se sustenta un programa formal

Parece haber cuatro argumentos principales a favor de un programa formal para la enseñanza de la lengua. Un argumento nada despreciable es que se trata de un programa consolidado que cuenta con una larga tradición de análisis lingüístico. Refleja una visión de la lengua con la que muchos enseñantes se sienten identificados, no solo por su propia experiencia como aprendices sino también por el hecho de que durante varias décadas muchos alumnos han logrado adquirir una nueva lengua mediante este tipo de programa. Aunque debemos reconocer las constantes diferencias entre lingüistas respecto a cuál es el análisis más adecuado y el hecho de que la aparición de verdaderas alternativas al programa formal es muy reciente y que necesitamos, además, mostrarnos prudentes a la hora de aceptar que un programa pueda considerarse causa de un aprendizaje eficaz (sin olvidar que muchos alumnos no han conseguido aprender una lengua a pesar de contar con un programa), el programa formal representa sin embargo una fórmula con gran tradición entre la profesión. Esto no significa que este tipo de programa no se pueda mejorar, y probablemente nuestra experiencia con él será la base a partir de la cual valoraremos las nuevas direcciones que tome el diseño de programas.

El segundo argumento a favor de un programa formal es el hecho de que presenta ante el alumno una materia sistemática y regida por reglas. A la hora de aprender algo nuevo, el hecho de poder establecer modelos y regularidades reduce el esfuerzo que nos exige el aprendizaje. Una vez que dominamos una regla, podemos observar el funcionamiento de ésta en otras situaciones y cuando somos nosotros mismos los que la aplicamos podemos hacerlo de forma generativa por ejemplo, creando oraciones nuevas o deduciendo el significado de términos nuevos a partir de un sistema que estamos comenzando a comprender. En otras palabras, debido a que la lengua hunde sus raíces en un sistema infinito de reglas que pueden dar lugar a un número infito de producciones textuales, el programa formal es capaz de proporcionar al alumno un conocimiento de tipo generativo. El alumno puede llegar a muchas cosas a pesar de conocer relativamente poco.

Debido a que el sistema lingüístico es analizable en términos de proposiciones (reglas, categorías, etc.) o debido a que ha sido analizado así por los lingüistas descriptivos, es más sencillo planificar la presentación de una nueva lengua. Esto puede parecer una perogrullada, pero todo programa será útil en la medida en que impone orden en el aparente caos de lo que se va a enseñar y a aprender; y si la organización y el ordenamiento de nuestra materia reflejan tan fielmente como sea posible la lógica y sistematicidad inherentes a la lengua, entonces estaremos presentándola al alumno "tal como es". Así pues, una tercera justificación para la adopción de un programa formal podría expresarse de esta manera: puesto que el sistema lingüístico es susceptible de ser analizado de diferentes formas, estas categorías o esquemas analíticos pueden integrarse en un plan para la enseñanza del sistema, y más aún pudiera resultar que estos mismos esquemas o categorías hicieran más fácil al alumno el descubrir cómo funciona la nueva lengua.

Ese argumento podría considerarse, naturalmente, una quimera, y no lo es menos la creencia de que los alumnos puedan pensar y actuar como académicos. Pero es precisamente esta creencia o una versión menos extrema de la misma la que proporciona la cuarta justificación para un programa formal. Este programa depende del comportamiento metalingüístico del hombre: su capacidad para reflexionar y hablar acerca de la lengua e intentar comprender su funcionamiento. En otras palabras, el programa formal asume nuestro deseo de imponer orden sobre el aparente caos de una actividad cotidiana como es el uso de la lengua. Este tipo de programó se basa en una visión específica del aprendizaje humano y en la creencia de que quien aprende puede explotar sus capacidades para categorizar la experiencia, para buscar regularidades en la misma y para penetrar bajo la superficie de las cosas y descubrir cómo funcionan con el objeto de aprender la lengua más fácilmente.

En esencia, el comportamiento metalingüístico respecto a la nueva lengua ayudará al alumno a comprenderla y controlarla de modo más eficaz que si estuviera expuesto a la lengua de manera más espontánea y autónoma. El problema de este argumento a favor del programa formal es que el alumno impondrá su propia interpretación de la nueva lengua con independencia del modo en que se la presente en un programa. Está claro que esto supone un problema para cualquier programa que presente al alumno una organización previa de la materia. Si el que aprende sobrepone su propio orden a la nueva lengua sin tener en cuenta cómo la organizamos, no tendría mucho sentido molestarse siquiera por el diseño de un programa.

El programa formal, no obstante, sigue proporcionando un convincente plan proposicional del conocimiento de la lengua y de cómo este conocimiento puede utilizarse a través de las cuatro destrezas, debido fundamentalmente a su tradición académica y a la experiencia en su utilización. Su consolidación, la sistematicidad y capacidad de generalización que representa, junto con su proximidad a tradiciones influyentes de la lingüística y la de psicología, son factores que conjuntamente explican su inveterada presencia en la didáctica de la lengua. El hecho de que se  hayan producido cambios significativos en las disciplinas que contribuyeron a darle forma o de que una buena parte de los profesores haya rechazado la metodología que originalmente le correspondía no parecen haber desterrado su importancia entre la profesión.

2.3. Fuentes y referencias

Tanto Stern como Howatt (op.cit.) dan completa cuenta del desarrollo y las influencias recibidas por los programas formales, mientras que Allen y Widdowson 1975) proporcionan una excelente panorámica de los modelos de gramática que aún subyacen a tales planes.

La mayoría de los programas empleados en la actualidad en la enseñanza del inglés o bien son explícitamente formales en su organización o lo es el eje en torno al cual se vertebran. Los programas formales que aún existen se pueden descubrir seguramente en algunos materiales didácticos muy difundidos (a pesar de que algunos pretendan representar lo que no son). Los programas formales proliferaron durante los años de la postguerra como expresión del paradigma dominante. Quizás sean los trabajos de Fries (1947) y Lado (1964) los que mejor reflejan las creencias contemporáneas en la objetividad y rigor científicos y en su asociación con una formación sistemática, mientras que el elegante y comprensivo plan pedagógico de Hornby constituye aún (aunque tal vez indirectamente) una influyente fuente británica.

A pesar de que la lingüística estructural fue reemplazada en la década de los 60 como base para el diseño de un gran número de programas formales, en general no se planteó el que los planes pedagógicos pudieran basarse en representaciones distintas a las proporcionadas por los lingüistas descriptivos. El asunto principal fue dilucidar en qué términos se debía describir el sistema formal con fines pedagógicos y las importantes contribuciones de Halliday, McIntosh y Strevens (1964), Mackey (1965), y Bright y McGregor (1970) enriquecieron sin duda las aplicaciones pedagógicas de la lingüística al diseño de programas. Sin embargo, fueron también estos autores los que sembraron las semillas de una perspectiva menos "objetiva" y más social acerca del sistema lingüístico. Hasta los años 70, sin embargo, no produjeron desafíos explícitos a la validez pedagógica de los programas formales procedentes de tres fuentes posteriormente influyentes: Rivers (1972), Wilkins (197 y Widdowson (1978a). Esta crítica prosperó especialmente porque coincidía con la duda de muchos profesores respecto a la metodología didáctica de los programas formales.

2.4. El programa funcional

Desde mitad de los años 70 el programa funcional ha sido la alternativa al programa formal que, probablemente, ha sido objeto de mayor atención. No hay duda del gran esfuerzo que se ha hecho en su puesta en práctica y desarrollo. El programa funcional es un plan proposicional de las capacidades y el conocimiento  lingüísticos que se basa en una visión diferente de la naturaleza del contenido en la pedagogía  de la lengua. Las creencias que representa conducen a una aplicación de los principios organizativos del diseño de programas distinta a la de los programas formales.

a)¿ Qué conocimientos destaca un programa funcional?

Las prioridades de los programas funcionales, del mismo modo que las de los programas formales, se han visto fuertemente influidas por las preocupaciones teóricas y analíticas de la lingüística. Durante los últimos años de los 60 y principios de los 70, surgió una nueva rama de la lingüística que manifestaba un enorme interés en el estudio de la lengua no sólo como un fenómeno separable de algún modo de su uso en la vida cotidiana sino como algo que ocupaba un lugar prominente en los acontecimientos sociales y en la estructura social. La sociolingüística y más recientemente su descendiente, la pragmática se ocupan del análisis del uso de la lengua y de las relaciones entre el código lingüístico o sistema textual y el modo en que actúa la gente con la lengua en grupos sociales en determinadas situaciones  En su valoración crítica de la limitada naturaleza formal de la visión de Chomsky sobre lo que constituye nuestro conocimiento de la lengua  (competencia lingüística)el sociolingüista Hymes (1971,1972) proponía que ese conocimiento también incluía un saber cómo usar de manera apropiada la lengua para lograr ciertos propósitos y participar en determinadas situaciones y acontecimientos cotidianos. Hymes se mostraba favorable al ahora influyente concepto de competencia comunicativa, en el que incluía tanto el conocimiento de las reglas del lenguaje en cuanto código como el conocimiento de las convenciones que gobiernan el uso del código, que se establecen y se desarrollan en grupos culturales y sociales. Y, lo que es más importante, Hymes insistía en que la competencia comunicativa representaba el modo en que relacionamos nuestra competencia lingüística con nuestra competencia de uso social y que los dos sistemas de conocimiento eran interdependientes.

Durante ese mismo periodo de cambio en la teoría y el análisis lingüístico, los filósofos que se interesaban por los problemas del significado y del uso del lenguaje estaban acuñando la noción de acto del habla y en particular, los verdaderos y, a veces, ocultos significados que la gente atribuía a lo que otros decían. No les preocupaba tanto la forma en que utilizamos en lenguaje para transmitir significados como la "fuerza" o el "valor" que nosotros otorgamos a nuestras producciones y a los de los demás (Levinson 1982). Para muchos lingüistas, por consiguiente, la noción de competencia se amplió para incluir no sólo el conocimiento del código y el de las convenciones de uso social del mismo, sino también el conocimiento de las convenciones específicas de significado o semánticas que se comparte con otros usuarios del código. Si recordamos la distinción que establece Halliday entre funciones lingüísticas textuales interpersonales e ideacionales), podemos observar que el principal cambio en la lingüística durante los últimos años ha consistido en el esfuerzo por expandir nuestra visión del conocimiento de la lengua con el fin de incorporar el conocimiento interpersonal e ideacional al meramente lingüístico o textual. Y, lo que es más importante, en analizar como todos ellos están interrelacionados tanto cuando utilizamos la lengua en situaciones cotidianas como y esto es de especial trascendencia para la enseñanza cuando aprendemos una lengua.

Este breve esbozo del desarrollo de la lingüística tiene como objeto situar algunas de las raíces teóricas de los enfoques comunicativos en  la enseñanza de la lengua y una de sus manifestaciones, el programa funcional. Aunque es obvio que la enseñanza de la lengua y en especial el diseño de programas- hace uso de las contribuciones de la lingüística, el actual periodo de cambio en las perspectivas profesionales sobre nuestra materia se ha visto influido en gran medida por la práctica en el aula. Es obligado decir que este periodo se caracteriza, en el campo de la enseñanza de la lengua, por el desencanto con la metodología aparentemente "mecánica" asociada a los métodos de gramática-traducción y al audiolingualismo. Este interés entre los profesionales por mejorar la metodología coincidió con el deseo de integrar las nuevas visiones que ofrecía la lingüística sobre el conocimiento de la lengua. De este modo, el programa funcional se acogió inicialmente como respuesta concreta a ambas preocupaciones, aunque en realidad representaba un avance en el modo de llevar a cabo la selección y organización de los objetivos y los contenidos sin proponer explícitamente cambios significativos en la metodología. La aparición de nuevas direcciones metodológicas tuvo su origen real en otros focos de desarrollo incluidos en un movimiento comunicativo más amplio, en otros métodos alternativos tales como la Respuesta Física Total, la Ruta Silenciosa, la Sugestopedia y el Aprendizaje en Comunidad en los Estados Unidos y en una serie de innovaciones que han puesto en marcha los enseñantes en activo (véase la sección 3 de la segunda parte de este artículo)4.

Procedente, pues, en lo fundamental, de los avances de la lingüística,  el programa funcional supone una nueva definición del conocimiento lingüístico. Se centra en el conocimiento por parte del aprendiz de los actos  de habla o de los fines que puede lograr mediante el uso de la lengua en determinadas  actividades o acontecimientos sociales. Así  pues, da prioridad a las distintas intenciones, las que puede servir el lenguaje y a cómo  estas funciones se codifican (o textualizan)  por medio del lenguaje. En esencia, es un  plan proposicional de categorías de uso de  la lengua. Habitualmente constituye un análisis de funciones sociales o interpersonales, aun  que ocasionalmente proporciona un análisis  de las nociones o conceptos que una lengua  puede también codificar. Los objetivos y los contenidos didácticos se representan por ello  mediante categorías sociosemánticas vinculadas a sus exponentes lingüísticos o textuales.

 b)¿Que capacidades destaca un pro grama funcional?

En un programa funcional el alumno trabaja para lograr unos determinados fines con el uso de la lengua. Un programa de este tipo pretende que quien aprende no sólo llegue a ser preciso en ese uso sino que también aprenda a ser socialmente adecuado en sus realizaciones lingüísticas. Aunque el programa funcional da prioridad a los fines sociales, también se ocupa de que el alumno sea correcto en la interpretación y producción de aquellos exponentes lingüísticos o rasgos del código que suponen usos específicos de la lengua y que expresan conceptos concretos. El programa funcional comparte con el formal una visión orientada a desarrollar las destrezas del alumno. Por consiguiente, la competencia se identifica con  el uso adecuado y correcto de las cuatro destrezas, y el proceso de desarrollo de un repertorio de funciones se identifica de modo similar con un desarrollo secuencial que va de las destrezas receptivas a las productivas.

c) ¿ Qué  criterios se emplean en la división y selección del contenido en un programa funcional?

A diferencia de los programas formales, un programa funcional no selecciona y subdivide la lengua basándose en cl sistema inherente al lenguaje y en las reglas que reflejan  su sistematicidad. El programa funcional es categórico en el sentido de que clasifica los principales tipos de propósitos lingüísticos  en grupos y subgrupos con un conjunto de  funciones jerárquicamente superiores que incluyen otras funciones subordinadas y especifica incluso la variedad de formas en que estas funciones pueden realizarse mediante el empleo del código lingüístico. En este sentido, el programa funcional adopta principios  de selección y subdivisión similares a los de  un manual exhaustivo de frases y expresiones.

d) ¿ Cómo secuencia un programa funcional lo que se ha de aprender?

 Hemos visto cómo la secuencia de un programa formal exige del alumno acumular -de forma aditiva aspectos de los distintos sistemas del lenguaje y sintetizar gradualmente lo que el programa ha analizado previamente para presentar paso a paso la lengua. El programa funcional, al presentar la lengua en términos de categorías principales y subordinadas de los usos de la lengua, no parte del conocimiento "básico" o finito, que es generativo, sino que lo hace partiendo de grupos generales de funciones hasta llegar a funciones más específicas y de las realizaciones lingüísticas más habituales de ciertas funciones hasta las realizaciones más variadas o `refinadas" de las mismas. De esta forma, la secuencia va de lo general a lo particular o es, para ser más exactos, de naturaleza cíclica. El alumno debe adquirir ciertas funciones claves y sus exponentes lingüísticos más habituales como una especie de cimiento, un repertorio básico de usos de la lengua. 

El alumno también deberá ir refinando paulatinamente ese repertorio de forma cíclica y acumulativa hasta que puedan añadirse a su repertorio realizaciones lingüísticas alternativas de una función particular. Tomemos como ejemplo el caso de la función "saludar": el alumno puede comenzar con las formas más habituales de saludo en la nueva lengua y con aquellas expresadas mediante un grupo reducido de exponentes lingüísticostales como hello, hi, how do you do? etc. para construir posteriormente un repertorio más completo de tipos de saludo que le capacitarán para emplear la función de saludo en situaciones formales y no formales, por ejemplo, o en situaciones que exijan un mayor grado de elaboración en las fórmulas de saludo.

El programa funcional seleccionará, pues, un conjunto determinado de funciones, quizás aquellas consideradas especialmente adecuadas a la utilización que, casi con seguridad, necesitará hacer el alumno de la lengua objeto de estudio cuando complete su programa, y dividiní esas funciones en superiores o principales y, dentro de cada subdivisión, categorizará las funciones subordinadas. En cada nivel de categorización, el programa funcional expondrá una relación de las realizaciones lingüísticas adecuadas a cada función. La secuencia se basará en un movimiento cíclico desde las funciones principales hasta las subordinadas y/o de las realizaciones lingüísticas más habituales hasta las más refinadas. Ciertos programas funcionales diseñados para determinados alumnos -aquellos pensados para necesidades académicas o profesionales concretas- pueden también secuenciar comenzando por las funciones consideradas más necesarias hasta las que lo son menos, o según la frecuencia con que se empleen en la lengua objeto de estudio.

d) La base sobre la que se sustenta un programa funcional

En la breve exposición anterior sobre la coincidencia en la necesidad de mejorar la vieja metodología (sinónima del programa estructural o formal) y sobre las nuevas perspectivas que ofrece la lingüística, ya mencioné una de las principales motivaciones para que los enseñantes adopten un programa funcional. De este modo, el programa funcional es el reflejo concreto de una determinada visión sociolingüística
de los fines que puede lograr la lengua.

Otra justificación más que se relaciona con la anterior es el interés por la significa
tividad como un elemento importante en el aprendizaje de la lengua. El programa funcional pretende capacitar a los alumnos para utilizar la lengua -desde prácticamente el inicio del proceso de aprendizaje- con el fin de lograr cosas de forma interpersonal o social. En este sentido, se da prioridad al saber hacer con la lengua sobre el conocimiento lingüístico per se. Esto implica que se le dé a la fluidez tanta importancia como a la corrección lingüística.
Muchos de los que defienden un enfoque funcional en el diseño de programas consideran que la fluidez es la "portadora" o motivadora de la corrección, una especie de trampolín para conseguir el desarrollo de esta última.

Así como un programa formal persigue el desarrollo de la competencia lingüística del alumno, el programa funcional está interesado en la actuación comunicativa . Su
objetivo primero es proporcionar al que aprende un repertorio de diversas formas de
codificar las cosas que desea compartir y alcanzar con la nueva lengua. Sin embargo, al igual que el programa formal, supone que losalumnos son capaces de tener comportamientos metacomunicativos durante el proceso de aprendizaje. Puesto que exige del alumno que perciba y desarrolle la nueva lengua en términos de categorías de uso y que organice sus distintas realizaciones lingüísticas utilizando
estas categorías , el programa funcional depende (y es también una necesidad) de que el alumno acepte cognitivamente estas formas de imponer orden sobre la nueva lengua. Se invita al alumno a que perciba la lengua en términos de sus distintas funciones y a que explote esta categorización metacomunicativa
como puntos de partida o ganchos a los que conectar la diversidad de formas lingüísticas .

Este tipo de programa, por tanto, da por sentado que una interpretación y ordenación funcional de una lengua se adaptará a los modos en que los alumnos perciben el funcionamiento de la lengua y al modo en que se utiliza  en situaciones reales de comunicación.

En resumen, el programa funcional se ha venido desarrollando durante los últimos años como alternativa a los programas formales en cuanto es representación categorial de los posibles usos de una lengua. Es una formulación proposicional concreta del conocimiento lingüístico que surge de las aportaciones de la sociolingüística. A diferencia del programa formal, se hace eco de la necesidad pedagógica de ofrecer al aprendiz un marco semántico e interpersonal en el que se sitúan el código lingüístico o el texto. Se ocupa de la actuación comunicativa mediante la expresión de las supuestas necesidades del alumno (en ocasionespara grupos específicos) en forma de un repertorio social y semántico de codificaciones o exponentes lingüísticas. Comparte con el programa formal su gran dependencia de la lingüística descriptiva y la confianza en que su particular organización del lenguaje se adecuará a las inclinaciones cognitivas de los alumnos.
 

2.5 Fuentes y referencias


He utilizado el término "funcional" para referirme a programas funcional-nocionales. Para muchos programas funcionales las funciones constituyen el principal criterio de organización. Utilizan las nociones, o los temas,o incluso las situaciones como marco para subdividir el contenido en el que se sitúan una serie de funciones y sus exponentes. Aunque Wilkins (1976), por ejemplo, propone las nociones como categorías principales que engloban las funciones, la relación entre unas y otras no es lo suficientemente sistemática para que esta ordenación jerárquica sirva de base al diseño de programas. Es una relación tan débil que se prefieren las subdivisiones por temas o situaciones, y así Van Ek (1975)una figura fundamental en el desarrollo de los programas funcionales- abandonó la subdivisión nocional en pro de un sistema de temas o centros de interés previamente seleccionados que constituyen el programa funcional.

Quizás los ejemplos más conocidos y más ampliamente desarrolladosde programas funcionales lo constituyan los proyectos de lenguas modernas para adultos del Consejo de Europa, que comenzó su labor en 1971(Consejo de Europa, 1971). Una reciente y valiosa selección de propuestas de los principales colaboradores de ese trabajo revela cómo ha evolucionado el enfoque funcional (Van Ek y Trim, 1984), mientras que el programa de Coste et al. posiblemente constituya el ejemplo más claro. Wilkins (1974, 1976) relaciona oportunamente el programa funcional con otros programas anteriores, mientras que Van Ek(1976) aplica propuestas funcionales al diseño de un programa para jóvenes que se basa en un trabajo concebido inicialmente para adultos. Un avance interesante y en gran medida independiente en los programas de lenguas modernas para escolares en Gran Bretaña lo ha supuesto el movimiento Graded Objectives gradación de objetivos (Harding et al., 1980). Este movimiento considera también las funciones sociales como la categoría principal alrededor de la cual se elaboran los programas.

A mediados de la década de los 70, los programas funcionales comenzaron a considerarse una alternativa válida y factible a los programas formales, y los materiales didácticos como por ejemplo el de Abbs et al. (197>) y el de Jones(1977) que representaban versiones de un programa funcional atrajeron la atención y el entusiasmo de muchos enseñantes. En ese momento, el trabajo innovador de otros miembros de la profesión facilitó una auténtica explosión de programas basados en categorías sociosemánticas de representación. Debido al deseo de atender las necesidades de grupos de alumnos determinados estudiantes universitarios de determinadas disciplinas o personas en ciertas profesiones surgieron programas para fines específicos(Language for Special Purposes) que, en ese entonces, procedían de las mismas raíces que los programas funcionales y adoptaban fundamentalmente el mismo modelo en la aplicación de los principios organizativos del diseño de programas. De la misma manera, y elaborados a partir de una especificación cuidadosa de los objetivos (como los ejemplificados en Valette y Disich, 1972; y Bung, 1973), el desarrollo de los primeros programas para fines específicos dependió directamente del análisis sociolingüístico del uso de la lengua en situaciones sociales (Mumby, 1978) y/o de la identificación por parte del analista del discurso de la codificación lingüística concreta que ilustraba los usos académicos o técnicos de la lengua(Trimble et al., 1978).

Con estos puntos de partida, se adoptaron categorías sociosemánticas diversas como elementos vertebradores de la organización de gran número de programas (ínteralia, MacKay y Mountford, 1978; British Council, 1978). Los primeros programas de lengua para fines específicos florecieron en el mismo terreno y adoptaron los mismos principios que el Funcionalismo convencional.

En efecto, las primeras interpretaciones, insertas en la más amplia tradición de la enseñanza comunicativa de la lengua, compartían la preferencia por las orientaciones sociosemánticas en el desarrollo de programasen aparente oposición a las orientaciones formales (Bumfit y Johnson, 1979). Fueron Widdowson (1971, 1978b) y Wilkins et al. (1981) quienes señalaron algunos problemas de los programas funcionales, mientras que autores como Alexander (1976), Swan(1981), MaurisonBowie (1983) y Brumfrit (1984) se han esforzado en llegar a  una solución intermedia entre programas funcionales y formales. Brumfit, Johnson (1982) y los colaboradores de Johnson y Porter (1983) han explorado las direcciones que tomarán los programas funcionales y una posible síntesis futura. Además es interesante señalar que los últimos trabajos realizados por el consejo de Europa apuntan hacia direcciones alejadas de la primacia de las funciones.(Council of Europe: 1984)

Notas

 (1) Una versión anterior de este artículo se basó en una conferencia ináugural pronunciada en el Coloquio Internacional sobre el Diseño de Programas de Lenguas Extranjeras para la Educación de Adultos en Ludwigshafen am Rhein (República Federal Alemana) en diciembre de 1985. Quisiera expresar mi gratitud a los organizadores del Coloquio por invitarme a participar y al Ministerio de Educación y Ciencia alemán por hacer posible dicho Coloquio. Me siento especialmente agradecido por sus valiosos comentarios a la primera versión a Tony Crocker del English Language Services Department de The British Council; a Robert B. Kaplan del Ameican Language Institute de la Universidad de Southem California; y a Sarah Mann del Centre for the Study of Management Leaming de la Universidad de Lancaster. Las mejoras en este artículo a ellos se deben, los fallos son míos.

(2) SIGNOS publicará la segunda entrega del artículo de Michael P. Breen en el nQ 20, enero-marzo de 1997 (nota de la redacción de SIGNOS).

(3)Obviamente las fuentes bibliográficas citadas por Breen son anteriores al año de publicación (1987) de su artículo en Language Teaching (nota de la redacción de SIGNOS).

(4)En SIGNOS,  (en prensa).

* "Contemporary Paradigms in Syllabus Design. Part I" Language Teaching, 1987 20-2 (pp. 81- 92). Traducción de Eva Pérez Puchal Suárez profesora de Inglés en el I.E.S. "Cerdeño" de Oviedo. El texto, inédito en castellano, se publicó con el permiso de Cambridge University Press.

(**) Michael P. Breen es profesor del Departamento de Lingüística y Lengua inglesa de la Universidad de Lancaster (Reino Unido).

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