UNA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA FORMACIÓN PARA LA INVESTIGACIÓN.

 

MARÍA GUADALUPE MORENO BAYARDO

 

Una parte fundamental en la conceptualización del objeto de estudio en una investigación, es precisamente la construcción del significado de términos o expresiones que en el lenguaje común son utilizados de múltiples maneras en una gran variedad de contextos. Tal es el caso de los que serán abordados en este trabajo: en primer lugar el de formación, y en un segundo momento el de formación para la investigación.

 

 

El concepto de formación

 

El término formación es utilizado en expresiones tales como:

 

· formación de una cultura

· formación de un acervo de recursos bibliográficos

· formación de un concepto

· formación de docentes, etcétera.

 

Como una primera precisión hay que señalar que las tres primeras expresiones están referidas a objetos (físicos o simbólicos), mientras que la cuarta está referida a individuos; este último sentido es el que se asumirá en forma genérica en el planteamiento conceptual que nos ocupa: el término formación designando un proceso propio del ser humano.

Hecha esta primera aclaración es necesario un señalamiento más: aun refiriéndose al hombre como sujeto de la formación, suelen agregársele al término algunos adjetivos o ciertas finalidades; así se habla, por ejemplo, de formación crítica, formación reflexiva, o bien de formación para el desempeño de una profesión, formación para la creatividad, formación para la investigación, etcétera.

Esclarecer el significado de cualesquiera de las expresiones anteriores demanda un trabajo previo de conceptualización de la formación; para ello partiremos de considerar al hombre como un ser en desarrollo, en evolución, en constante transformación, lo que permite, siguiendo a Honore (1980:165), hacer referencia a la formación como "función humana de la evolución", pero de una evolución orientada de acuerdo con ciertos fines que tanto el individuo como la colectividad de la que forma parte han considerado relevantes, por su posibilidad de aportar a un desarrollo de las diversas potencialidades del ser.

Así, la formación es un proceso que se genera y se dinamiza a través de acciones orientadas hacia la transformación de los sujetos; por ello afirma Barbier (1993:17) que "las actividades de formación forman parte de las actividades o de los procesos más generales de transformación de los individuos".

Apuntando a una caracterización de ese proceso denominado formación, Honore (1980:20) describe una dinámica que refleja quizá la esencia misma del concepto: "la formación puede ser concebida como una actividad por la cual se busca, con el otro, las condiciones para que un saber recibido del exterior, luego interiorizado, pueda ser superado y exteriorizado de nuevo, bajo una nueva forma, enriquecido, con significado en una nueva actividad". En otros términos, el proceso de formación se da en una dinámica exterioridad-interioridad-exterioridad, que transforma no sólo a los individuos, sino a la colectividad de la que forman parte y a la cultura que construyen.

Justamente desde una visión de la formación en la que el hombre recibe "saberes" del exterior que interioriza y resignifica, para luego exteriorizarlos nuevamente, se entiende que el concepto de formación está íntimamente vinculado al de cultura; así se expresa en el planteamiento de Díaz Barriga (1993:48), cuando afirma que "la formación es una actividad eminentemente humana, por medio de la cual el hombre es capaz de recrear la cultura".

Si la cultura supone la construcción de significados compartidos, y la formación implica la resignificación de los mismos, es posible entender cómo la formación posibilita al hombre la re-creación de la cultura.

Lhotellier (citado por Honore, 1980:20) señala que "la formación es la capacidad de transformar en experiencia significativa los acontecimientos cotidianos..., en el horizonte de un proyecto personal y colectivo"; luego, la formación no es algo que se adquiere de una vez por todas, que es posesión de algunos, o que se consigue sólo con un título profesional; es una especie de función propia del ser humano, que se cultiva y puede desarrollarse, que no está sujeta a temporalidades o edades específicas.

Al llegar a este punto, son importantes varias consideraciones:

 

a) La amplitud de la dimensión del concepto de formación, que parece involucrar prácticamente la esencia de la vida del hombre: se trata nada menos que del proceso mediante el cual se da el desarrollo global de sus potencialidades en una dinámica que es al mismo tiempo personificación y socialización.

b) El énfasis en el proceso o en las acciones. Aunque los autores hasta ahora citados parecen aportar hacia una visión coincidente de la formación, unos centran el significado del concepto en la formación como "función o capacidad del hombre", otros en la formación como "actividad"; unos ponen el énfasis en lo que se vive en el proceso de formación, mientras que otros lo ponen en las acciones que generan dicho proceso.

El señalamiento anterior nos lleva a establecer, como parte de la construcción conceptual que es finalidad de este trabajo, una distinción entre formación y actividades de formación. Mientras que la formación alude al proceso evolutivo que el hombre vive, orientado hacia el ejercicio de sus potencialidades —en una dinámica como la descrita en párrafos anteriores—, las actividades de formación son la mediación que genera y dinamiza dicho proceso.

Aunque, en estricto sentido, prácticamente la totalidad de las experiencias vividas por el hombre pueden constituirse en actividades de formación, únicamente se designarán como tales, en el marco de este trabajo, aquéllas en las que medie la intencionalidad explícita de ser realizadas para propiciar una dinamización del proceso de formación; aquí es donde tiene sentido la aparición del concepto de "formador", aplicado tanto a los sujetos que desempeñan la función de propiciadores de los procesos de formación, como a las experiencias o acciones que son diseñadas a propósito del ejercicio de la función antes mencionada.

c) Los múltiples ámbitos de la formación. En contraposición a la idea muy generalizada de que el hombre es sujeto de formación sólo en tanto tiene que estar preparado para un desempeño profesional, surge, con base en los planteamientos que se han venido presentando, un concepto de formación que compromete todas las dimensiones de la vida del hombre: el desarrollo personal, las relaciones sociales e institucionales, el trabajo, la cultura, etcétera, en tanto que, en todos estos ámbitos, el hombre encuentra y/o puede propiciar experiencias formativas.

Esto nos remite a la experiencia como "materia prima" a partir de la cual se generan y dinamizan los procesos formativos; en este sentido, resulta fundamental la aportación de Lhotellier (citado por Honore, 1980:34) cuando afirma que "la formación es un proceso que va de una experiencia a su elucidación en común, de una originalidad a su profundización por una confrontación de una diferencia con la instauración de un conocimiento recíproco".

Es a partir de la reflexión sobre la experiencia personal y compartida (inter-experiencia), que se abre la posibilidad de convertir las vivencias cotidianas en experiencias de formación; esa unión de la acción con el pensamiento por vía de la reflexión, resulta mediación fundamental en los procesos de formación.

Cabe preguntarse en este momento: ¿cuál es la relación entre los conceptos de educación y formación? Plantearemos dos posibles respuestas: si el concepto de educación es reducido al esquema de transmisión de saberes, principalmente en ambientes escolarizados, mediante los cuales un sistema cultural se reproduce, tendríamos que afirmar que educación y formación son conceptos escasamente relacionados.

Si el concepto de educación se extiende a todas las dimensiones de la vida del hombre y a todas sus etapas; si hace referencia al desarrollo de todas las potencialidades del ser; si otorga un papel preponderante a la resignificación que el individuo hace de los hechos denominados educativos; si supone la presencia del proceso creador en tanto implica que el individuo reelabore la experiencia y la exteriorice con aportes propios; si concede tanto al educando como al educador papeles protagónicos en el proceso educativo, entonces se podría hablar de educación y formación como un mismo proceso.

Dada la dimensión del concepto de formación que se ha venido caracterizando en los párrafos anteriores, aunque en estricto sentido "las actividades de formación pueden de hecho definirse como actividades específicas de producción de capacidades susceptibles de ser transferidas posteriormente a otras situaciones diferentes a la situación de formación" (Barbier, 1993:26), resulta lógico pensar que las actividades de formación se diseñan pretendiendo incidir en ámbitos específicos.

Aunque se tenga clara la característica de "transferencia" propiciada por las actividades de formación, así como el hecho de que no puede parcelarse la personalidad de los individuos para pretender desarrollar sus potencialidades "por turno" o de manera aislada, es un hecho que la intención formativa puede focalizarse. Ya señala Barbier (1993:20) que "no es posible, con toda seguridad, admitir que la totalidad de la personalidad del individuo es objeto de cambio con ocasión de cada uno de los procesos de socialización o de cada una de las actividades de transformación de individuos", por ello es necesario admitir que diversos subconjuntos de capacidades y disposiciones en el ser humano, pueden constituir otros tantos objetos posibles de las actividades de formación, es así como nacen conceptos como el de "formación para la investigación" cuyo significado habrá de explicitarse en el siguiente apartado.

 

 

La formación para la investigación

 

Hemos hecho referencia a la formación para designar un proceso propio del ser humano que caracterizamos como la función humana de la evolución, de una evolución orientada por fines considerados como relevantes por su posibilidad de aportar al desarrollo de las diversas potencialidades del ser.

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando usamos la expresión "potencialidades del ser"? Justamente de lo que el hombre puede llegar a desarrollar cuando "pone en acción", como consecuencia de diversas experiencias de formación, las disposiciones naturales a las que llamamos aptitudes o capacidades, y que no son otra cosa que las posibilidades concretas de evolucionar teniendo como punto de partida dichas disposiciones, y como punto de llegada una gran variedad de habilidades, manifestadas tanto en los niveles de competencia respectivos, como en actitudes y aun en valores que permiten al ser humano, entre otras cosas, el desempeño de algunas prácticas, constituidas o no, como oficios o profesiones.

Iniciaremos entonces con la descripción de una práctica denominada investigación, como punto de partida, para referirnos posteriormente a la formación para la investigación.

En coincidencia con los planteamientos de Ducoing et al. (1988:23), se asume que

 

en su acepción más amplia, la investigación, como representación concreta de la actividad científica, ‘aglutina a todo un conjunto de procesos de producción de conocimientos unificados por un campo conceptual común, organizados y regulados por un sistema de normas e inscritos en un conjunto de aparatos institucionales materiales’..., es a través de la investigación que se emprende una búsqueda sistematizada y controlada de síntesis sucesivas que permiten establecer proposiciones hipotéticas acerca de las relaciones entre fenómenos sociales...

 

En este trabajo, al hablar de investigación se hace referencia a ese conjunto de procesos de producción de conocimientos, pero fundamentalmente a la práctica que consiste en generar dichos procesos, orientarlos, apoyarlos, recuperarlos, reconstruirlos, a fin de que realmente conduzcan a la producción de conocimientos. Al concebir la investigación como una práctica cuya finalidad es la producción de conocimientos, se hace necesario especificar de qué naturaleza es o qué características tiene ese quehacer denominado "generación de conocimientos". Al respecto, son ampliamente ilustrativos los planteamientos de Sánchez Puentes (1991:88) acerca de lo que es la generación de conocimientos.

 

La generación de conocimiento es:

 

· Un quehacer práctico que tiene su propia especificidad cultural, de manera que no hay investigación sin problema, sin una fundamentación teórico-conceptual, sin datos recogidos de la realidad empírica, sin un diseño experimental, o en todo caso, sin los resultados de un riguroso control empírico.

· Un quehacer estrechamente vinculado con los problemas y necesidades nacionales.

· Un quehacer de carácter institucional que se traduce en la gradual y progresiva creación de un régimen de investigación que no sólo establece los fines, sino también las políticas de la investigación, así como las normas escritas y los acuerdos verbales sobre numerosos procesos de la producción científica.

· Un quehacer comprometido que cuestiona el rumbo y los significados de la construcción científica, y que se interesa permanentemente sobre los por qué, los para qué y para quiénes, de cualquier práctica científica singular.

 

Este acercamiento a lo que es y supone la generación de conocimientos da idea de la complejidad de la práctica misma de la investigación y permite vislumbrar a su vez la complejidad de la tarea de formar para la investigación.

Sin que se haya encontrado, a pesar de una amplia revisión, literatura que tenga como temática central la conceptualización de la formación para la investigación, se han podido localizar breves referencias como las siguientes:

 

"La formación de investigadores es, como se ha señalado, un quehacer académico que tiene por objetivo el enseñar a investigar" (Sánchez Puentes, 1987:56). A su vez, "enseñar a investigar consiste ante todo en la transmisión de saberes teóricos y prácticos, de estrategias, habilidades y destrezas" (Sánchez Puentes, 1995:91).

"Enseñar a investigar es mucho más que transmitir un procedimiento o describir un conjunto de técnicas. Enseñar a investigar, se ha visto, consiste en: 1) fomentar y desarrollar una serie de habilidades y actitudes propias de la mentalidad científica; 2) capacitar y entrenar en algunas formas probadas de generar conocimientos, pues el quehacer científico es un habitus con una larga tradición que recoge sus especificidades en cada campo científico y se singulariza en los rasgos característicos de la institución que forma: ... y 3) transmitir el oficio de productor de conocimientos" (ibid., p. 125).

"Al hablar del oficio de investigador, se apunta al know how del quehacer científico, entendido como un conjunto de saberes, estrategias y habilidades básicas. En ese sentido, los saberes del arte maestro del oficio de investigador son saberes prácticos: el saber práctico no es meramente conceptual ni contemplativo, es además un saber que busca el logro de su objetivo en la acción. Así, el oficio de investigador se constituye justamente en saber organizado, mediatizado y fundando todos los quehaceres y operaciones que conforman la generación de conocimientos" (ibid., p. 127).

"La formación integral de investigadores la concebimos como un proceso sociohistórico formal e informal en el que los individuos participan activa y críticamente en la adquisición de los fundamentos filosóficos, epistemológicos, metodológicos y técnico-instrumentales básicos para: a) construir conocimientos científicos en un área determinada, b) poder expresar su trabajo en forma escrita y oral, y c) participar en la aplicación de los conocimientos a través de la práctica transformadora" (Rojas Soriano, 1992:90).

"...la adquisición de un panorama amplio donde ubicar los problemas educativos y el dominio de las destrezas básicas para indagarlos científicamente, constituyen los objetivos de una formación en investigación educativa" (Arredondo et al., 1989:54).

" ...si ... tiene formación... para la investigación; esto es, si tiene capacidad de plantear problemas originales a partir de reconstruir las diversas aproximaciones a un objeto de estudio" (Díaz Barriga 1990:61).

La "formación por medio de la investigación permite la utilización y puesta en cuestionamiento de los conocimientos dominantes, adquirir nuevas maneras de comprender la realidad educativa, ubicarse en situación activa, enfrentar las dificultades de la producción de conocimientos, cobrar conciencia de los límites que tenemos, de las cosas que sabemos y de las muchas que ignoramos, acercarnos con mayor modestia a los problemas del conocimiento, relativizar muchas de nuestras afirmaciones. La formación para la investigación no implica una formación doctrinaria en determinadas propuestas o modelos de investigación, proporciona los elementos para elegir la postura teórica y metodológica desde la cual interesa desarrollar su actividad, impulsa el debate académico. Es un proceso largo y complejo en el que por años predominan los procesos de aprendizaje y elaboraciones iniciales antes de arribar a la posibilidad de producir nuevos conocimientos. Los procesos de formación para la investigación deben ser diferenciados según que la investigación vaya a ser, o no, la actividad central de un profesional, en un caso se requiere una formación básica, en el otro una formación rigurosa, producto de muchos años de trabajo e investigación" (Reyes Esparza, 1993:76).

 

Cada una de las expresiones que han sido analizadas, aunque todas ubicadas en el contexto clave de la formación, pone el énfasis en diferente elemento, ya sea que se trate del qué, del para qué, del individuo beneficiario, de la tarea para la que se forma o del valor formativo que se deriva de la práctica misma de la investigación.

Ciertamente, todas las formas de uso de las expresiones mencionadas aluden de alguna manera a ciertos elementos comunes:

 

a) Una práctica específica por ejercer (la investigación),

b) cuyo ejercicio demanda ciertos conocimientos, habilidades, hábitos y actitudes, susceptibles de ser adquiridos y/o desarrollados por el individuo, y

c) un quehacer académico (práctica a su vez) consistente en promover y facilitar el acceso a los conocimientos y el desarrollo de las habilidades, hábitos y actitudes antes mencionados.

 

Así, la "formación para la investigación" es conceptualizada como un quehacer académico consistente en promover y facilitar, preferentemente de manera sistemática, el acceso a los conocimientos y el desarrollo de las habilidades, hábitos y actitudes que demanda la realización de la práctica denominada "investigación", en el significado explicitado en párrafos anteriores.

La formación para la investigación, así conceptualizada, podría tener una especie de sinónimo en la expresión "enseñanza de la investigación"; de hecho, ésta es la que algunos autores utilizan para referirse al quehacer académico antes descrito; sin embargo, se ha considerado de mayor pertinencia hablar de formación para la investigación, enfatizando así que en la intencionalidad y en el producto de este quehacer académico están contemplados, de manera prioritaria, los rasgos con los cuales se caracterizó a la formación en la primera parte de este trabajo.

Queda por explicitar cuáles son esos conocimientos, habilidades, hábitos y actitudes necesarios para ejercer la práctica de la investigación, y que por lo tanto se constituyen en objeto de la formación para la investigación; en el esclarecimiento de estos aspectos se trabaja en el estudio mencionado al final de este artículo, y en su momento podrán difundirse los resultados del mismo.

 

 

Bibliografía

 

Arredondo et al., "Los procesos de formación y conformación de los agentes de la investigación educativa", en Cuadernos del CESU, núm. 13, unam, México, 1989.

Barbier, Jean-Marie, La evaluación en los procesos de formación, Paidós, Barcelona, 1993.

Díaz Barriga, Ángel, "Investigación educativa y formación de profesores", en Cuadernos del CESU, núm. 20, unam, México, 1990.

_ "Investigación, formación y currículum. Notas para una discusión", en Cuadernos del CESU, núm. 31, unam, México, 1993.

Ducoing, Patricia et al., "La formación en investigación en el Colegio de Pedagogía. Un análisis metodológico en la perspectiva del plan de estudio", en Cuadernos del CESU, núm. 9, unam, México, 1988.

Honore, Bernard, Para una teoría de la formación, Narcea, Madrid, 1980.

Reyes Esparza, Ramiro, "La investigación y la formación en las escuelas normales", en Cero en Conducta, año 8, núm. 33-34, México, mayo de 1993.

Rojas Soriano, Raúl, Formación de investigadores educativos. Una propuesta de investigación, Plaza y Valdez, México, 1992.

Sánchez Puentes, Ricardo, "El caso de la enseñanza de la investigación histórico-social en el CCH", en Cuadernos del CESU, núm. 6, unam, México, 1987.

— Por una didáctica diferente de la investigación en la enseñanza media superior, en Cuadernos del CESU, núm. 25, unam, México, 1991.

Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación científica en Ciencias Sociales y Humanas, cesu-anuies, México, 1995.

 

* El presente artículo constituye un producto parcial de la investigación en proceso "Estrategias de formación para la investigación y desarrollo de habilidades investigativas en los posgrados en educación", que la autora viene realizando como proyecto central de su línea de investigación en los últimos años; la reflexión sobre este concepto en particular ha sido enriquecida en interacción con los estudiantes de maestría Yolanda González de la Torre y José Margarito

Artículo publicado en la revista Educar

Número 9 Vygotski y la Educación

http://www.jalisco.gob.mx/srias/educacion/consulta/educar/dirrseed.html