Científicos Una
tormenta de ideas
De las más de 120 entrevistas realizadas, se han desechado algunas en las que
las opiniones y experiencias pretendían usar la revista como trampolín de
intereses comerciales o de promoción descarada. Esta es la razón por la que la
recurrencia a profesores universitarios o investigadores de todas las ramas del
saber ha sido un cedazo para filtrar las palabras de los entrevistados. Se han
rechazado, asimismo, las opiniones y experiencias de un día. Se ha primado, por
el contrario, el uso de una herramienta que ha cambiado en sustancia el hacer
diario de todos. Y, sobre todo, se ha resaltado el matiz. Porque en un medio
como Internet, tan rápidamente introducido y tan poco pensado por los sujetos,
encontrar, como ha sido el caso, personas que han reflexionado sobre el
fenómeno es, sin duda, uno de los mayores logros de esta serie.
Las magníficas fotografías de Jaime López, que han ilustrado las voces de unos
pocos, han estado entre las más gratas sorpresas que ha encandilado no sólo a
los entrevistados. Todos deberían estar presentes y desde aquí las gracias a la
mayoría anónima en imagen. Los recursos y la geografía han impedido la presencia
de todos, pero el olvido de ninguno.
Por razones de espacio, la recapitulación de lo ocurrido en este tiempo se ha
dividido dos partes. No tanto por razón de método, como por el intento de dar
mayor cobertura a una selección que ha de ser por fuerza restrictiva. Esta
primera parte se dedica a los profesionales de Ciencias, término escolar que
abarca un buen número de profesiones, cuyas barreras con las Letras están casi
siempre claras.
Antes de dar la voz a los protagonistas, en síntesis se puede afirmar que hay
una coincidencia general entre los científicos entrevistados: Internet es un
nuevo escollo que hay que salvar, porque quien no esté medianamente versado en
lo que corre por sus venas con relación a su campo, muy difícil lo va a tener.
Hasta el punto, vienen a decir, de que no podrían desarrollar su trabajo con el
grado de excelencia que hoy es imprescindible. Quizá no suceda en todas las
ciencias ni en todas las líneas de investigación, pero en la llamadas ciencias
duras, física, química o biología, si Internet es hoy fundamental, dentro de
pocos años será imprescindible. Incluso hay quienes opinan que las bibliotecas
irán poco a poco perdiendo valor actual, porque toda la documentación necesaria
y actualizada estará en la Red.
Aunque no falten las críticas, como se irá viendo, casi todos los entrevistados
coinciden en que con el uso de la WWW pasará lo mismo que con el correo
electrónico, que irá calando progresivamente hasta hacerse imprescindible,
tanto por la rapidez con la que corre la información por sus vericuetos, como
por la capacidad asociada de tratamiento de los datos. Estas dos
características intrínsecas a Internet, permiten una más rápida asimilación de
la información, lo que podría convertir a países que hoy sobre todo receptores
de información, en futuros productores de ella. ¿Puede ser éste el caso de
España?
De la aldea al universo mundo
En este contexto de alta valoración de la tecnología, resulta como poco curioso
que sea el correo electrónico la aplicación que los científicos nombran en
primer lugar cuando se les pide decantarse por alguna. Y puede parecer
paradójico que sean dos físicos los que más enfatizan sobre este asunto.
Mariano Baig (baig@ijae.es). que investiga
la física de las partículas elementales a través del uso de simulaciones
numéricas, ha tenido desde antiguo una relación muy estrecha con la
informática. “Sin embargo, para mí, el correo electrónico sigue siendo la
aportación fundamental a mi trabajo. Como por lo común los proyectos
trascienden las fronteras, la facilidad de comunicación, la posibilidad de
mantener viva una investigación, es crucial, y aquí es donde la eficacia
depende del correo electrónico. Se avanza más rápido porque se trabaja en un
objetivo común. En la ciencia física, el desarrollo de ideas no es posible
hablando por teléfono”.
Joaquín Sánchez (joaquíin@ciemat.es).
que trabaja en el CIEMAT, fue más lejos. “Si me quitaran los navegadores, sería
menos grave que si tuviera que prescindir del correo electrónico. Una mejor
comunicación implica mejores resultados. Ya con el correo electrónico de los
primeros años había mayor rapidez de comunicación, pero quedaba restringida a
un pequeño número de personas. Ahora, con la nueva fisonomía de Internet, me es
más fácil encontrar alguien que a mí me interese y ponernos en contacto. Nadie
puede imaginar lo importante que es para nosotros discutir nuestras ideas y
dudas con gente de todo el mundo”.
No se trata tanto de encontrar en un interlocutor la solución a un problema,
sino más bien de conocer lo último que se sabe sobre el asunto que interesa.
Claro que quienes más necesitan de la Red son también, curiosamente, los más
críticos con ella. La saturación de las líneas —y la consiguiente lentitud—
entra en contradicción con las necesidades científicas. Manuel Rico Sarompas (rico@malika.iem.csic.es). que
investiga en el Instituto de Estructura de la Materia del CSIC, aun reconociendo
las ventajas del correo electrónico, abunda en el inconveniente de la gran
cantidad de información insustancial que se cuela por este medio.
En profesiones más empíricas, como es el caso de Margarita Ruiz Altisent,
profesora titular del Departamento de Ingeniería Rural de la ETS de Ingenieros
Agrónomos de Madrid —antítesis del estereotipo de ingeniero agrónomo pegado a
la tierra, porque investiga las Propiedades Físicas de Productos Agrícolas
(138.100.116.103) sin salir del laboratorio— el uso del correo electrónico está
tan introducido que prácticamente han dejado de usar el teléfono, incluso entre
quienes trabajan en el mismo edificio. Por lo mismo, se queja de que esta
costumbre no esté suficientemente introducida en las empresas proveedoras de las
máquinas que necesita para sus investigaciones. “Lo curioso es que muchas de
estas empresas, sean americanas o europeas, que se caracterizan por trabajar
con productos de alta tecnología, no disponen de correo electrónico, lo que
ralentiza el trabajo porque usan sistemas tradicionales de comunicación”.
Fernando García Robredo, ingeniero de montes, que se ocupa de un proyecto
europeo sobre desertización y uso del suelo en el Mediterráneo y que, para
movilizar el trabajo en común cuenta con una web propia (www.medalus.leeds.ac.uk),
dijo a esta revista que aunque el proyecto se inició en 1991, sólo desde que el
uso del correo electrónico ha avanzado realmente, gracias a una fluidez real en
el intercambio de información, lo que ha marcado la línea divisoria entre un
antes y un después del proyecto. “Antes era mucho más lento, porque todo se
enviaba por correo o por fax, si la información no era muy voluminosa.
Concentrábamos los envíos, con lo que algunos temas perdían actualidad. Hemos
ganado mucho no sólo en rapidez, sino porque ahora estamos en contacto
continuamente. Esto no significa que el proyecto vaya a terminar antes, porque
el tiempo asignado a cada tarea estaba ya previsto desde el principio. Lo que
sucede es que si descubrimos que alguien está tomando datos que pueden ser
útiles a otro grupo, no hay que esperar para recibir la información, con lo que
se puede organizar mejor el trabajo y no se retrasan tareas”.
Según Ramón Vaquer (ramonv@natura.geo.ub.es).
catedrático y Director del Departamento de Geoquímica, Petrología y Prospección
Geológica de la Universidad de Barcelona y especialista en rocas endógenas, la
ciencia geológica en España está al mismo nivel que la de muchos países
europeos. “Aunque tengan mejor equipamiento que nosotros desde hace tres años
en nuestro país se trabaja al mismo nivel que en Francia, Bélgica o Gran
Bretaña. En nuestro departamento todas las comunicaciones ordinarias ya se
hacen a través del correo electrónico. Sistema no sólo más rápido y más barato,
sino más preciso y escueto que los sistemas tradicionales”.
Y si al correo electrónico unimos las listas de distribución, en profesiones
como la de veterinario, tan absorbentes y a la vez aisladas, Internet ha dado
un vuelco, este sí evaluable. Para Joaquín Ranz (jranz.vets@compuser
ve.com), especialista en vacuno de leche y que, según nos dijo, lleva su
“clínica” a cuestas, Internet supone una vía magnífica de información. Sobre
todo la proveniente de Estados Unidos, cuya industria sectorial es muy
importante. “La lista americana Dairy-L es una continua fuente de información
en la que intervienen no sólo veterinarios, sino también ganaderos y gente
relacionada con la industria lechera. En España, a imagen y semejanza de la americana,
se ha creado Vacas-L (listserv.rediris.es/archives/vacas-l .html), en la que
sólo intervienen veterinarios de habla hispana. El trabajo no ha cambiado, pero
todos los sistemas de información y de diálogo que hay ahora en las listas
favorecen intercambios que de otra manera no existirían”.
El sector veterinario de grandes animales, sobre todo el vacuno, está muy
ligado al medio rural y la formación continua de los profesionales en este
medio es muy complicada. No ocurre lo mismo en la especialidad de los pequeños
animales, que se desarrolla en grandes centros urbanos, donde los veterinarios
tienen más posibilidades de formación que sus colegas del campo. Constante que,
como se verá más adelante, afecta a otros profesionales que trabajan en medios
menos duros que este. “Para nosotros, que trabajamos en el campo, desplazarse a
una biblioteca supone un tiempo que no tenemos. Con Internet, podemos acceder a
las bases de datos de las 40 ó 50 publicaciones más importantes sobre nuestra
especialidad. Si me interesa conocer lo último publicado sobre, digamos,
parásitos en pulmón, tengo todas las referencias a mano”.
Precisamente, la necesidad lleva a ser exigentes con el valor de la
información, que no siempre está presente en las tan necesarias listas de distribución
y discusión. Manuel Serra (manuelserra@uv.es)
profesor titular de Ecología Evolutiva de la Universidad de Valencia, se queja
del ruido que se produce en muchas de estas listas, razón por la sólo está suscrito
a las que tienen moderador. Según sus palabras, la eficacia de la moderación no
consiste tanto en censurar como en establecer los filtros necesarios para que
la información tenga valor. “Por eso mismo estoy suscrito a una lista americana
sobre ecología que me da la información filtrada y con garantías. Lo que no
quita que yo establezca también mi propio filtro, porque recibo más de 15
mensajes diarios, en los que hay mucha información redundante”.
Información y calidad
Todo gira en torno a la información. Porque al final, el correo electrónico o
las listas no son sino la manera más rápida de intercambiar experiencias que,
según el dicho popular, son la madre de la ciencia. Preguntas, respuestas y
otros medios que hacen que la Red sea un conglomerado de conocimientos
dispersos que están al alcance de quien mejor sepa moverse por ella. Es el caso
de Agustí Lledós (agusti@klingon.uab.es).
que dirige un grupo de investigación de Química Teórica en la Universidad
Autónoma de Barcelona y que, para hacer química, se sirve exclusivamente de
ordenadores: modeliza procesos químicos con herramientas que vienen de la
física cuántica y que, traducidas a un software muy sofisticado, permiten el
estudio de la química molecular. “Aunque nosotros no trabajamos en laboratorios
convencionales, estamos en permanente contacto con químicos de laboratorio
porque, gracias a las herramientas que usamos, les ayudamos a medir lo que
ellos, con los sistemas tradicionales, no podrían. Nuestra especialidad alcanzó
su mayoría de edad gracias al desarrollo de la informática. Con Internet
empezamos hace mucho tiempo, usando el correo electrónico. Después seguimos la
evolución de la propia Red. Antes del boom de Internet ya trabajábamos con ordenadores
remotos, pero Internet supone, sobre todo, búsqueda de información e
intercambio de la misma en formatos cada vez más completos”.
Pero también los formatos tradicionales han sufrido no pocos cambios en su
contacto con Internet. Las revistas científicas han sido tradicionalmente el
medio por el cual todos estos profesionales se han mantenido al día sobre el
desarrollo de sus respectivas especialidades. Pero Internet ha venido a dar al
traste con no pocos de los sistemas de evaluación y de publicación de los
artículos científicos. Hoy en día, cuando ya casi todas las revistas tienen su
versión electrónica, se considera que un resultado científico es público en el
momento en el que aparece en la Red, y no cuando es publicado en papel.
Carlos Fernández Marcos (cfernan@unex.es).
profesor de Química Orgánica en la sede cacereña de la Universidad de
Extremadura, usa Internet porque, como él dice, para un investigador de una
universidad de provincias, la Red ha supuesto un cambio completo en su trabajo
cotidiano. Internet es su biblioteca y su base de datos, lo que no hay que
agradecer a las facilidades que da/no da la Administración, sino a los
contactos personales y profesionales. “En España se ha gastado una millonada en
dotar a las universidades de una infraestructura de cableado y servidores, pero
no en dar acceso a una información decente. Nos vamos apañando, claro, en mi
caso gracias a que tengo relación con colegas en universidades inglesas, y a
través de ellos voy a los servidores de Londres y a las bases de datos. Es una
peripecia. Lo de la aldea global es muy cierto, pues cada vez hay menos
diferencia entre una universidad magnífica y una como la nuestra”. La
información es crucial, añade, “porque yo no podría trabajar sin Internet, que
ha acabado con el concepto de ciencia rural o urbana. A veces parece un milagro
nuestro nivel científico, si se tiene en cuenta los medios con que contamos.
Salvando todas las distancias, ya no somos los españoles de hace diez años, que
hacíamos el trabajo manual. Por eso Internet me parece un avance no
cuantitativo sino cualitativo”.
Calidad y copyright
La calidad científica de la información que hay en Internet es siempre motivo
de inquietud. Consultar catálogos, la documentación que se halla en bases de
datos esparcidas por universidades y centros de investigación de todo el mundo,
permite, entre otras cosas, dirigir simultáneamente varios proyectos de
investigación, sin que merme la calidad de ninguno de ellos. Y también se ha
notado, por ejemplo, en algo aparentemente tan trivial como la redacción de
informes, porque la información, ayer dispersa, está hoy a la mano. Pero no
toda. Hay una parte sustancial de la información que poseen las universidades y
sobre todo los centros de investigación que no está disponible. Por eso, en los
convenios de las universidades con empresas, para las que realizan aplicaciones
muy variadas, sólo aparece aquella información que no da ventajas a la
competencia. Es decir, la información que está disponible es la que tiene
finalidad puramente científica.
Para Antonio Moreno Ribas (amoreno@etse.urv.es)
licenciado en Informática y que trabaja en el Departamento de Ingeniería
Informática de la Universidad Rovira i Virgili, en Tarragona, es lógico que así
sea. Sobre su especialidad, la información existente en la Red es amplísima.
Todos los centros de investigación y universidades que trabajan en este campo
tienen páginas con información que abarcan todos los ámbitos que toca la
Inteligencia Artificial (IA). “Claro está que en Estados Unidos hay muchas
empresas que se dedican a campos de la IA como la construcción de sistemas
multiagente o de entornos que permiten la construcción de esos sistemas para su
comercialización. En estos casos, en la Red aparece una información limitada a
la propaganda de estos productos, pero nada más. Es normal que no expliquen
cuál ha sido el camino seguido, porque es crítico para su negocio”.
Y aquí entramos ya en el campo de la propiedad intelectual, que no sabemos si
por fas o por nefas también afecta a la ciencia. En Internet hay bases de datos
y herramientas para manejar secuencias de ADN a las que tiene acceso todo el
mundo. Pero esa libertad de acceso tiene la contrapartida del secretismo,
debido a que la inversión de las empresas privadas busca el retorno económico,
que es su razón de ser. Por eso, la mítica libertad de acceso la información,
que se pregona como un mérito de Internet, no es tal al ciento por ciento. “Si se
han invertido muchos millones de dólares para hacer un descubrimiento, no se
pone éste a disposición de cualquiera sin haber recuperado la inversión. Por lo
general, el dinero no lo ha puesto un servicio público sino empresas privadas
—nos dijo Javier Cañón (jcanon@eucmax.sim.ucm.es)
coordinador del Servicio de Genética Clínica Veterinaria de la Universidad
Complutense— y por esto, cuando se dice que todo está en la Red, se está
diciendo que tal vez está el 99,9%, pero ese 0,1% que no está es muy
significativo. Nosotros no ponemos en la Red descubrimientos que no hemos
podido desarrollar tecnológicamente, porque los pueden copiar. Esta limitación
también está presente en toda la información que se encuentra en la Red”.
Deprisa, deprisa
Otra de las constantes que aparecen en las palabras de muchos entrevistados es
la prisa moderna por la consecución de objetivos, lo que no deja de afectar a
la investigación básica y que ya se apunta como una de las consecuencias
perversas de los nuevos sistemas tecnológicos. Según Miguel de Guzmán (mdeguzman@bitmailes.net).
catedrático de Análisis Matemático de la UCM, licenciado en Filosofía y
profesor de Historia de la Matemática, el avance de esta ciencia tiene lugar a
medida que la mente humana se va encontrando capacitada y provista de
herramientas adecuadas. “En tiempos recientes, gracias a la disponibilidad de
un gran cúmulo de herramientas conceptuales nuevas, y a la presencia
revolucionaria del ordenador e Internet, ha surgido la posibilidad de iniciar,
a través de la teoría de los sistemas dinámicos, la exploración de fenómenos de
la naturaleza que no son lineales, y esto ha abierto una ventana para
contemplar de cerca el ‘caos matemático’. Otro aspecto es la posibilidad visual
que ofrece Internet, gracias a la cual se pueden hacer experimentos matemáticos
en colaboración con colegas lejanos. Actividades como estas eran imposibles
hasta hace poco. Como lo era que 600 matemáticos trabajasen juntos buscando
números primos. Estas son, entre otras, las posibilidades de Internet que,
además, son una nueva forma de contemplar la matemática”.
La matemática va a avanzar más rápido gracias a Internet porque es una ciencia
que construye nuevos conceptos o teoremas a partir de lo que hay. Sixto
Sánchez, (sixto@uma.es) que trabaja en el
departamento de Matemática Aplicada a la Computación de la Universidad de
Málaga, afirmó que “la utilidad que tiene Internet para nosotros es la
transmisión de resultados de conocimientos, de experiencias. Porque aparte de
la comunicación con otros grupos de investigación afines al nuestro, en la Red
hay una gran cantidad de resultados publicados, incluidos los nuestros. Al
propiciar la comunicación con otras comunidades científicas, Internet permite
mejorar tus resultados. Ahora bien, lo dicho hasta ahora, que es aplicable a
casi todas las ciencias, en la matemática es más claro. En la medida en que es
la ciencia madre, hay casos en los que el avance en determinadas ciencias está
detenido porque necesita resultados matemáticos que todavía no llegan. Ahí
Internet no interviene. Vamos a un ritmo más lento del que se necesita, por eso
hay una relación directa entre los avances de la matemática y los de las otras
ciencias”.
Ernesto García López (mio@pinar1.csic.es).
microbiólogo del CSIC y profesor de investigación, aún reconociendo que,
gracias a Internet, la inmediatez es una realidad y si no fuera por los atascos
de la Red se podría ir mucho más deprisa, puntualiza que este sistema a veces
produce errores en los datos disponibles. “Lo que me parece más dudoso desde el
punto de vista científico, es la publicación de las revistas directamente en la
Red. Teóricamente las evaluaciones de los trabajos pasan por los mismos filtros
que las revistas en papel, lo que le dan un cierto marchamo de revista seria,
pero no sé hasta que punto es verdad. Me da la impresión de que hay
publicaciones en Internet que, bajo el paraguas de la rapidez y la
accesibilidad universal, tienden a publicar cualquier cosa, con lo que aumenta
el ruido de fondo”.
El exceso documental produce a veces un efecto perverso que se manifiesta en
que los investigadores no tienen tiempo, no ya de leer los artículos que se
publican sobre un campo específico de investigación, sino ni siquiera de leer
los títulos o los resúmenes. Para algunos de ellos, manejar la información es
impracticable, sin por ello dejar de reconocer que Internet es una ayuda muy
importante, porque permite un acceso rápido a los títulos y los resúmenes que
se publican, lo que les permite, al menos, una aproximación a lo que les
interesa.
Sin tanto despliegue y con una imagen más discreta que la investigación
aplicada, los proyectos de física teórica parecen estar, al menos en España,
desamparados. Por esto, el uso de una tecnología asequible, como es Internet,
ha permitido un avance que el ya citado Mariano Baig califica como decisivo.
“Hay una gran cantidad de actividades que antes no eran posibles, por la
modestia de nuestros medios, al menos en el campo de la física teórica, que no
recibe subvenciones ni contratos internacionales. Nuestra especialidad siempre
ha estado relegada si la comparamos con la física aplicada; esta es una
polémica muy vieja. Tal vez el fenómeno está actualmente acentuado por la
propia dinámica tecnológica; todo va muy rápido, pero a la investigación
elemental no le va la rapidez. Un desarrollo tecnológico se puede prever, pero
en la física teórica avanzamos un poco a ciegas. No hay que olvidar, no
obstante, que el desarrollo teórico y el tecnológico van unidos, se alimentan
recíprocamente. Pero ahora mismo, la tecnología esté primando por encima de la
ciencia”.
En otros casos, el rápido acceso a los datos puede ser decisivo, como sucede en
el caso de José Morales (jmorales@gea.ugr.es)
profesor de Sismología en la Universidad de Granada. Para él, la revolución de
Internet estriba en que puede disponer en tiempo casi real de los datos de un
terremoto en cualquier parte del mundo. “Esta información es esencial para
nuestro trabajo, porque reduce el tiempo que tardamos en hacer la
investigación. Gracias a los sismogramas realizados en todo el mundo, podemos
acudir a las bases de datos de Estados Unidos, que son de acceso libre. La
información está a disposición de la comunidad científica. Antes había que ir
preguntando a todo el mundo para ver si quería dejarte los sismogramas de un
terremoto, uno a uno y en formatos diferentes. Se tardaba mucho tiempo. Más
investigadores acceden a los datos, con lo cual se investiga más. No es que se
investigue rápido y mal, sino que se elimina la parte más tediosa de la investigación
que es la recopilación de información y el intercambio de la misma para
solucionar las dudas que siempre se producen en ciencia”.
Conclusiones I
Con Internet o sin ella, la ciencia tiene sus leyes. Y hemos podido aprender
que ésta a veces se resiste a ser objeto de manipulaciones que le son tan
ajenas. Y quién mejor que un matemático, Antonio García García (agarcia@math.uc3.es). profesor de
Teoría Matemática de la Señal en la Universidad Carlos III de Madrid, para
aclarar algunas cuestiones que Internet no puede cambiar. “Nos pongamos como
nos pongamos, esta ciencia es un arte de resolver problemas, y no precisamente
problemas tecnológicos. Teoremas o axiomas que se puedan aplicar a la realidad,
pero que no siempre casan con ella. Las matemáticas tienen un método: defines
unos axiomas, utilizas la lógica para hacer las definiciones y demuestras
teoremas. Otra cosa es que esos teoremas pueden tener un contexto más puro en
el sentido en que son menos traducibles a la realidad, o que puedan tener su
contrapartida en la realidad”. Quizá este presupuesto haga que García sea muy
crítico con Internet tal y como ahora funciona. “Utilizo Internet, pero sólo
tengo 24 horas. También estudio con libros, que es la mejor manera de estudiar.
Hago cosas con papel y lápiz porque mi ocio no me pide ir a Internet. Lo uso
para mi trabajo y cuando necesito algo lo busco, pero como medio, no como fin.
El correo me aparece maravilloso por la inmediatez y por poder hablar con todo
el mundo aunque no tengas un lenguaje común. Pero como la gestión de Internet
en España es mala y lenta, y existe tal uniformidad en el tratamiento, las
ventajas se diluyen”.
Porque la Red, de momento, no está configurada para dar servicio a algunos profesionales
que, como el biólogo Francesc Peters (cesc@icm.cesis.es).
necesitan en su especialidad lo que la Red todavía no da. “En las ciencias del
mar, necesitamos, sobre todo, usar bases de datos oceanográficas en tiempo real
y en esto la Red no está muy desarrollada. Es cuestión de tiempo y de
infraestructuras, pero hasta que no haya un volumen crítico más importante, los
investigadores de mi campo no se decidirán a usar Internet con más asiduidad”.
Las palabras de Sarompas vienen que ni pintadas para cerrar este resumen de
opiniones con una cita que debería ser motivo de reflexión. “No creo que el
contraste de ideas sea tanto como se presume, porque hay una cierta resistencia
a usar la Red por parte de los científicos de más edad, que sin duda tienen
mucho que aportar. Por el contrario, la gente joven es más esclava del
ordenador, e incluso le dedica más tiempo del necesario, en detrimento de las
horas de mesa o de laboratorio, fundamentales en física como en otros campos
científicos. La verdad es que Internet no sustituye el trabajo de investigación
en sí, es una herramienta más de trabajo”.
Piedad
Bullón. [01/02/2000 ]