LA ERA DE LA INFORMACIÓN GLOBAL:
¿UTOPÍA O EUTOPÍA SOCIO-EDUCATIVA?
Dra.
Monsalud Gallardo Gil (Universidad de Málaga)
RESUMEN:
En este artículo, pretendemos proponer un análisis y reflexión compartida
sobre las implicaciones sociales y educativas de la ‘Era de la Información’ en
la que muchos autores y autoras consideran que nos encontramos inmersos
todos/as los habitantes del Planeta a nivel global. Para ello, fruto de la
investigación que he llevado a cabo de cara a la realización de mi tesis
doctoral, comenzaremos analizando nuestro actual entramado socio-cultural para
continuar profundizando en algunas de las implicaciones educativas que, en
cuanto a justicia social y democratización de la enseñanza, vehiculan las
tecnologías digitales de la información y la comunicación.
PALABRAS CLAVES: Tecnologías digitales de Información y Comunicación, Sociedad de la
Información y el Conocimiento, Justicia social, Educación.
INTRODUCCIÓN
Con el
concepto de ‘Aldea Global’, MARSHALL McLUHAN define lo que él entiende como el
fenómeno moderno de la comunicación a partir del desarrollo tecnológico y de la
proliferación de los medios masivos. ¿Pero realmente el mundo se ha convertido
en una aldea global con el influjo de la tecnología? Aunque parece difícil
afirmar que se haya alcanzado plenamente el ideal de ‘Aldea Global’ de McLUHAN,
lo cierto es que lo global viene siendo una particularidad cada
vez más caracterizadora de nuestra sociedad actual; una sociedad denominada de
formas tan diversas y, en ocasiones, hasta dispares como las siguientes:
‘postindustrial’ (D. Bell), ,
‘postmoderna’ (aa.vv.), ‘de
redes’ (M. Castells), ‘digital’ (Negroponte, Terceiro), ‘de la
información y del conocimiento’ (Unión
Europea, aa.vv.), ‘infolítico’ (G.
Matías) e incluso ‘era de la postinformación’ (Negroponte), lo que no ha hecho sino sumir a la escuela en la
perplejidad acerca de las influencias que los mass-media en general y las
Tecnologías de la Información y la Comunicación en particular están ejerciendo
sobre los individuos.
1.
Sobre la ‘utopía informativa’ en el siglo XXI: ¿Utopía
o eutopía?
Si hay
algo de lo que tengamos certeza en la actualidad, es que, como nos dice SANCHO,
J.Mª (2002, 2006) citando a INIS (cfr. TEDESCO, 1995), las tecnologías
digitales de la información y la comunicación están suponiendo un profundo
cambio en la estructura de nuestros intereses (las cosas en las que
pensamos), el carácter de los símbolos (las cosas con las que pensamos)
y la naturaleza de la comunidad (el área en la que se desarrolla el
pensamiento[1]).
Nuestra
actual configuración social parece galopar, pues, paralela a las Tecnologías de
la Información y la Comunicación, cuya incorporación masiva en los ámbitos
industriales, comerciales, de ocio, cultura, etc., tienden a modificar y
acelerar, a su vez, los procesos de globalización de la economía, los sistemas
productivos, las formas de elaboración, representación, almacenamiento y
recuperación de la información y el conocimiento, la redefinición del sistema
laboral, las formas de ocio, cultura y socialización.
La
universalización de la información (signo de libertad en otro tiempo) está
suponiendo un obstáculo en la actualidad, ya que, a medida que crece a pasos
agigantados, decrece el tiempo necesario para poder analizarla detenidamente,
lo que podría conducirnos a un consumo descontrolado y acrítico de la misma.
En efecto, la información crece y nos envuelve de tal manera que
incluso podemos llegar a sentirnos amenazados o bombardeados por ella si no
estamos preparados conscientemente para su selección, discernimiento, análisis
crítico y transformación en conocimiento de aquello que nos interese para
conducir nuestras vidas como sujetos autónomos. Como nos dice GUTIÉRREZ, A.
(1998, p. 18), “sin una educación apropiada que incluya tanto procedimientos
de búsqueda como criterios de selección y valoración de la información,
podríamos llegar a crear a una sociedad de ‘cibernáufragos’”.
A la
luz de algunas investigaciones, se
calcula que, al principio de la historia humana, costaba de
En
este contexto, la ‘utopía informativa’ (ibídem, 1997) de la Sociedad de la
Información es pretender que esta información esté al alcance de toda la
ciudadanía, independientemente del momento y del lugar en que habite. Así, a
los inconvenientes infraestructurales que presentan aún algunos países (África,
Asia) o zonas geográficas (como las rurales, incluso en los países más
desarrollados) para la plena conexión de la población a las autopistas de la
información y la comunicación, se añaden ahora los inconvenientes del ‘know
how’, o, en otras palabras, los inconvenientes del saber cómo obtener
información, saber desenvolverse en el manejo de los medios de información y
comunicación, y ello tanto técnica como críticamente. Llegados a este punto,
cabe preguntarse: ¿Es esto realmente una utopía o podemos empezar ya a hablar
de eutopía, es decir, de un ideal que estamos en condiciones factibles de
conseguir?
En
suma, como venimos analizando, el hecho de que la información esté al alcance
de toda la ciudadanía requiere la transformación en conocimiento de ese
‘tráfico’ informativo existente en la actualidad, lo que requiere estrategias
de procesamiento y análisis de la información que no se basen exclusivamente en
la tradicional cultura oral-libresca, sino que tengan en cuenta el tratamiento
de dicha información de un modo integral e integrado en las estructuras
cognitivas de los individuos, con objeto de que estos puedan interiorizarla de
un modo personal, teniendo en cuenta sus conocimientos previos, la adecuación
de la información, su estructuración, etc. ¿Pero quién asume la tarea de formar
a las nuevas generaciones en este sentido?
2.
La educación en la
Era de la Información Global: Algunas implicaciones.
Sin duda, la institución escolar
surge en este entramado de cacofonía informativa como una de las principales
responsables de la educación del niño/a para la Sociedad del Conocimiento y,
dentro de dicha institución, el docente se convierte en la figura encargada de
emprender tal reto, adoptando un nuevo papel acorde con las exigencias
requeridas por la ‘era global’ en la que nos encontramos. ¿Pero realmente se
encuentra preparado para ello? Son muchas las dudas y los lógicos temores que
tal reto plantea a nuestros docentes; la sociedad cambia tan rápido que la
escuela va casi a remolque de dichos cambios y el hecho de no poder anticipar
los acontecimientos para prepararnos y preparar a su vez a nuestros discentes
parece sumir al profesorado en un estado de indefensión difícil de superar.
Ante
tal situación, como ya han puesto también de manifiesto distintos organismos
internacionales (UNESCO, OCDE, Comisión Europea, etc.), debemos actuar
rápidamente desde todas las instancias competentes, tratando de apoyar a los
diferentes profesionales en la ingente tarea que se les presenta. Esto se puede
conseguir a través de propuestas factibles, que permitan la reconstrucción de
la escuela, y de la sociedad, desde la perspectiva de la progresiva superación
de las desigualdades económicas, sociales y culturales; con ello, por ende,
estaremos contribuyendo al pleno, libre y responsable desenvolvimiento de nuestra
ciudadanía en la Sociedad de la Información y el Conocimiento, siendo este
último (el conocimiento) el que se ha visto especialmente influenciado ante los
continuos cambios acaecidos; de hecho, se ha llegado incluso a definir a
nuestra época como la ‘época de la revolución cognitiva’ –del latín cognitio,
conocimiento (BILBENY, N.; 1997; p. 13).
En esta época de revolución
cognitiva, pues, “la distinta posición de los individuos respecto a la
información define sus posibilidades productivas, sociales y culturales incluso
hasta el grado de determinar la exclusión social de quienes no son capaces de
entender y procesar la información” (PÉREZ GÓMEZ, 2004, p. 81). Es más,
cabe señalarse que es tal el ritmo acelerado de producción de información que
incluso quienes pueden tener acceso a ella necesitan, además, unas estrategias
de análisis particulares que les permitan evitar la saturación y, con ello, la
‘desinformación’, derivada ésta no sólo de la gran cantidad de informaciones
existente en nuestra sociedad, sino también de su fragmentación e inconexión.
En suma, el individuo precisa de una capacidad de organización en esquemas
comprensivos que le permitan evitar la dispersión y saturación mental para
poder llegar así a la transformación de dichas informaciones fragmentarias e
inconexas en verdadero conocimiento.
En este entramado, aparece la sombra
de la denominada globalización en el aspecto de su economía neoliberal,
que lucha por conseguir el libre intercambio para alcanzar el máximo beneficio.
Esta nueva economía, según nos señala CASTELLS, M. (2001), es fundamentalmente
informacional porque la productividad y la competitividad de las unidades o
agentes de esta economía dependen de su capacidad para generar, procesar y
aplicar con eficacia la información basada en el conocimiento. Desde esta
perspectiva, la información se convierte en el producto ‘estrella’ entre los
bienes y servicios ofertados en la sociedad de consumo, hasta el punto de
condicionar el nivel de desarrollo económico de un país según sea el grado de
posesión y dominio de la misma.
¿Pero
cuál es el combustible real de la globalización? En palabras de BARICCO, A.
(2002, pp. 93-94), el combustible de la globalización económica no es otro que
el dinero, el movimiento del dinero. Según este autor, la globalización, en
efecto, produce riqueza, pero una riqueza mal distribuida, que tiende a
beneficiar a los que más tienen y a perjudicar a los más pobres, que son
millones de personas para las que un dólar más al día les supone pasar de la
muerte a la supervivencia. Consecuencia de ello, por tanto, es el hecho de
haber originado grandes desigualdades económicas, puesto que ha incrementado la
riqueza sólo en ciertas capas sociales de determinadas zonas, en detrimento del
reparto equitativo de la misma.
3.
La brecha digital
en el horizonte de la ‘Era de la Información Global’.
En esta línea, surgen las Tecnologías de la Información y la
Comunicación como instrumentos no neutrales de un mundo cargado de valores e
intereses dominantes, que no siempre son positivos para el conjunto de la población. En este sentido,
como nos dice CORREA (2001, p. 128), la denominada ‘brecha digital’ entre
los info-ricos y los info-pobres parece incrementar la distancia entre la
promesa de la era de la información global y la dura realidad en la que está
inmersa una considerable parte de los ciudadanos/as de nuestro planeta.
Esta
divisoria digital no hace sino incidir en una nueva forma de desigualdad y
exclusión social, cultural, económica, política y educativa para quienes no
tienen acceso a las tecnologías digitales o tienen un acceso limitado a las
mismas, así como para quienes (aun teniendo acceso) no saben sacarle partido.
Esta divisoria digital podría contribuir, además, a que crecieran las diferencias
sociales ya existentes basadas en la clase social, la educación, el género y el
origen étnico (CASTELLS, M.; 2001).
Así,
mientras que se presupone que, gracias a la utilización de estas tecnologías,
aumentarán de forma exponencial, en los próximos años, las oportunidades de
ocio, entretenimiento, educación, empleo o bienestar, la situación de los ‘desheredados
informativos’ o ‘ciberdesheredados’ se prevé bien distinta, pudiendo
llegar a aumentar también de forma exponencial su marginación y alienación.
Esta brecha digital afecta, además, a la situación de los
países entre sí y no sólo a los ciudadanos/as que se insertan en su seno,
llegando a condicionar su grado de desarrollo según sea el nivel de utilización
y dominio de estas tecnologías, incrementándose la distancia entre los países
pioneros en nuevas tecnologías y los pueblos que tienen que atender a otras
necesidades básicas que le son prioritarias o que se encuentran con especiales
dificultades para establecer una infraestructura de telecomunicaciones
adecuada, ya sea por sus propias características geográficas o por el
desinterés comercial de los proveedores de estos servicios y la falta de
estrategias políticas para atajar este problema (piénsese en el caso de los
países más pobres de África, América Latina y Asia), lo que incidirá en su
nivel de alfabetización (o, mejor dicho, analfabetización) tecnológica y, por
tanto, en su posición en el mundo.
Este
hecho resulta especialmente peliagudo en un campo, como es el de las Nuevas
Tecnologías, en el que el acelerado ritmo de innovaciones tecnológicas hace
que, en poco tiempo, queden obsoletos determinados sistemas de acceso a las
Tecnologías de la Información y la Comunicación, sometidas éstas a una
incesante carrera productiva en la que, en el momento que nos parece que una
determinada fuente de desigualdad tecnológica puede disminuir, surge otra nueva
que hace aumentar de nuevo la distancia tecnológica entre los pueblos y sus
ciudadanos/as; es el caso, por ejemplo, del acceso a Internet de Banda Ancha
de alta velocidad que, para cuando los pueblos de la Tierra hayan tenido acceso
a ella, es más que probable que los países o ciudadanos/as más ricos, ‘los
info-ricos’, estén haciendo ya uso de otro tipo de acceso a Internet, como es
el inalámbrico (WAP) u otros inimaginables en la actualidad.
Por
ello, como nos dicen D’IRIBARNE, A. y LEMONCINI, S. (1999, pp. 93-94), debemos
relativizar el concepto de ‘novedad’, en tanto que, en el caso de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación, resulta ambiguo: “[...]
Estas tecnologías son nuevas no porque constituyen la última ola de
innovaciones tecnológicas, sino porque marcan una ruptura con respecto a las
anteriores técnicas de comunicación que, sin lugar a dudas, han transformado
profundamente las prácticas y las representaciones, pero no así las relaciones
sociales. Son nuevas porque permiten nuevas formas sociales de mediación”.
Diversos autores nos advierten, en este sentido, de un
nuevo fenómeno socio-educativo: el denominado “analfabetismo tecnológico”,
que consiste en la incapacidad para el acceso a la cultura a través de las
nuevas tecnologías. Entre estos autores, podemos destacar a AREA, M. (2002;
2004), quien afirma que: “Hoy en día, en un mundo donde la comunicación se
produce no sólo a través del lenguaje escrito, sino también a través de otros
lenguajes, como son el soporte audiovisual y a través de soportes físicos que
no son impresos (televisión, radio, ordenadores...), el concepto de
alfabetización cambia radicalmente. En la actualidad, el dominio sólo de la
lectoescritura parece insuficiente, ya que sólo permite acceder a una parte de
la información vehiculada en nuestra sociedad: a aquella que está accesible a
través de los libros. Una persona analfabeta tecnológicamente queda al margen de
la red comunicativa que ofertan las nuevas tecnologías [...]. La alfabetización tecnológica es una condición necesaria,
en la actualidad, para que se pueda acceder y conducirse inteligentemente a
través de la cultura y tecnología digital (saber buscar la información,
seleccionarla, elaborarla y difundirla desde cualquier medio)” (AREA, M;
2004; pág. 206).
En efecto, la aparición de un nuevo tipo de escritura
tecnológica, basada en la digitalización, que permite transcribir y traducir
imágenes, sonido y textos alfabéticos al nuevo tipo de escritura en soporte
electrónico, que se ha denominado ‘escritura binaria’, conlleva la
peculiaridad de poder ser transmitida casi instantáneamente a cualquier punto
del planeta, lo que (al igual que produjo la aparición de la imprenta) está
modificando los ámbitos públicos y privados hasta el punto de que, como nos
dice CASTELLS, M. (2001; p. 17), “actualmente, las principales actividades
económicas, sociales, políticas y culturales de todo el planeta se están
estructurando por medio de Internet. De hecho, quedar al margen de dichas redes
es la forma de exclusión más grave que se puede sufrir en nuestra economía y en
nuestra cultura”.
En este sentido, podemos empezar a percibir que el
establecimiento de ‘lo digital’ puede llegar a suponer una nueva
clasificación de ciudadanos/as en función de su nivel de alfabetización
tecnológica, apareciendo una minoría alfabetizada en la cultural digital y una
gran mayoría analfabeta en la misma, que debe resignarse a ver lo que otros han
escrito o ni siquiera esto.
4. Breves apuntes finales.
Por consiguiente, podemos afirmar que el simple dominio de
la lectoescritura no parece ser suficiente para desenvolverse óptimamente en
nuestra ‘Sociedad de la Información’, en nuestra ‘Sociedad del Conocimiento’,
en nuestra ‘Sociedad de la Comunicación’, en nuestra ‘Aldea Global’, ya que
sólo permite el acceso a un tipo de información: la que está impresa en libros,
periódicos, revistas, etc. Se puede decir así que una persona ‘tecnológicamente
analfabeta’ queda automáticamente excluida de las múltiples posibilidades no
sólo informativas y formativas, sino también comunicativas y culturales, que
ofrecen las nuevas tecnologías.
Desde un punto de
vista democrático, se hace necesario, pues, que se conciba y se consiga el
acceso a la información y la comunicación entre las personas como un derecho
humano o, como nos dicen ANDONI, A. y ARZOZ, I. (2003, p. 103), como “derechos humanos digitales”, teniendo
presente tanto el ámbito científico-tecnológico como el humano. De hecho, en este sentido, ya el 20 de
noviembre de 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención
sobre los Derechos del Niño, en cuyo artículo 13, se promulgó lo siguiente:
1.
El niño tendrá derecho a la libertad de expresión, ese
derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e
ideas de todo tipo, sin consideración de fronteras, ya sean oralmente, por
escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por
el niño.
2.
El ejercicio de
tal derecho podrá estar sujeto a ciertas restricciones, que serán únicamente
las que la ley prevea y sean necesarias:
a) Para el respeto de los derechos o la reputación de
los demás.
b) Para la protección de la seguridad nacional o el
orden público o para proteger la salud o la moral públicas.
Así pues, además de las
oportunidades de acceso a la información y la comunicación, se precisa una formación adecuada para el
tratamiento responsable que estos medios exige, encaminada a potenciar un tipo
de cualificación muy diferente de la que ha hecho falta hasta ahora. Esta formación
puede dirigirse al desarrollo de una ‘alfabetización tecnológica’ en las cuatro
dimensiones que sugerimos a continuación:
·
Dimensión
instrumental: Dominio técnico de cada tecnología.
·
Dimensión
cognitiva: Aprender a utilizar de forma responsable y crítica la información.
·
Dimensión
actitudinal: No caer en la ‘tecnofobia’ ni en la ‘tecnofilia’
acríticas.
·
Dimensión política: Saber que las Tecnologías
de la Información y la Comunicación no son asépticas ni neutrales, sino que
inciden en nuestra sociedad a nivel político, cultural, económico y social.
En
definitiva, podemos finalizar diciendo que, como nos dice BUCKINGHAM (2002, p. 68),
“tanto en el ámbito global como en el interior de los países
tecnológicamente ricos, existe una polarización cada vez mayor entre los ‘ricos
en información’ y los ‘pobres en información’; y esto no es algo que tenga que
ver simplemente con una distribución desigual de los equipos, sino también del
‘capital’ cultural y tecnológico necesario para aprender a usarlos de forma
creativa y eficaz”. Por ello, partimos de la premisa de que la educación
(como derecho básico que es), en nuestra actual Sociedad de la Información y el
Conocimiento, debe suponer la consecución de la igualdad social y el pleno
desarrollo personal y profesional (de toda la población), por lo que entendemos
que los grupos de ‘alto riesgo’ en términos informacionales, los info-pobres,
deben convertirse especialmente en el epicentro de las acciones positivas por
parte de los poderes públicos, evitando así que las Tecnologías digitales de la
Información y la Comunicación acrecienten las diferencias sociales
preexistentes o creen sus propios marginados sociales y culturales.
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Anagrama.
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Publicaciones.
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I. (2004). “La construcción del sujeto en la era global”. Revista Opciones
Pedagógicas (Bogotá, Colombia), números 29 y 30, pp. 77-100.
TEDESCO, Juan Carlos (1995). El nuevo pacto educativo.
Madrid: Anaya.
[1] Que bien podría
considerarse como el ‘ciberespacio’, la globalidad del mundo virtual, que le
permite a los individuos establecer múltiples relaciones sin necesidad de relacionarse
físicamente con los demás ni tener que salir de casa para ello.
[2] El hecho de contar con más información no significa
que estemos mejor informados.
[3] Que bien podrían ser estrategias cognitivas puestas
en funcionamiento con mayor o menor nivel de conciencia para evitar la
saturación.