Aprender y enseñar en la lógica reticular y abierta de Internet

 

Raúl Trejo Delarbre [1]

 

   A Internet se le suele mirar con ilusión, o con aprensión, pero es difícil ser indiferente ante su presencia global, las posibilidades de conocimiento que ofrece y desde luego, sus insuficiencias y distorsiones. Con frecuencia sus propagandistas más entusiastas la adornan con tantos atributos que pareciera, casi, que basta conectarse a la Red de redes para que sus usuarios se vuelvan informados e instruidos. En el otro extremo se encuentra la actitud de quienes rechazan las capacidades que Internet tiene para mejorar la vida de la gente.

   En todo caso la pertinencia de utilizar o no a Internet con propósitos didácticos es una discusión cada vez más superada. Quienes no se acercan a esta tecnología de información y comunicación –si es que consiguieran estar al margen de ella– no solo dejarían de aprovechar sus posibilidades. Además quedarían fuera del contexto creado por rutinas, ritmos y modalidades con que una significativa porción de la humanidad se informa, divierte, aprende, comercia y se interrelaciona. Al comenzar 2008, aproximadamente uno de cada cinco habitantes de este planeta tiene conexión regular a la Red.

 

Información y conocimiento

   En la educación, los usos de Internet han sido diseñados casi siempre de manera pragmática, sin tomar en cuenta la cobertura todavía limitada de la Red, la necesidad de tener instrucción específica para aprovecharla y las modalidades que tienen la propagación y el aprendizaje de contenidos en ese espacio.

   Igual que en otros campos la utilización de la Red con propósitos didácticos se enfrentó inicialmente a la indolencia y al rechazo de quienes, en lugar de entenderla y aprovecharla, quisieron negarla como un recurso útil. Ahora son pocos los docentes que se rehúsan a emplear o por lo menos conocer las posibilidades de esa tecnología. Pero siguen faltando recursos e infraestructura y sobre todo, exigencia, entusiasmo y creatividad para que en el campo de la educación Internet sea utilizada intensa y extensamente.

   Internet no sustituye a los profesores, ni a la escuela, ni a los contenidos educativos. Internet es, en primer término, un instrumento que puede ser utilizado para dar a conocer contenidos de distinta índole. Si la empleamos para difundir materiales científicos o literarios la Red de redes funcionará como divulgadora de la ciencia y la literatura, de la misma manera que propagará pornografía y violencia si los contenidos que se colocan en ella son de esa naturaleza.

   A Internet la hemos definido como una colección de espejos de la realidad [2]. Si en la vida fuera de línea hay, como a todos nos consta, abusos, odio, crímenes y las más variadas perversiones, parte de esa realidad será reflejada en la Internet. Si como por fortuna ocurre en la vida real también y sobre todo existen arte, cultura, imaginación, desarrollo y solidaridad entre tantos otros atributos, esas conductas y sus expresiones tendrán cabida en la red de redes.

   La capacidad de Internet para alojar contenidos de la índole más variada constituye uno de sus atributos más destacados. No solo se ha convertido en la biblioteca y hemeroteca más grande de la que haya podido disponer la humanidad. Internet está llegando a ser, antes que nada, el reflejo más acabado de las costumbres, el pensamiento y el comportamiento humanos. Por eso es indispensable que los niños y jóvenes aprendan a utilizarla y el sitio idóneo para ello es la escuela.

   Además Internet es la expresión más acabada, al menos hasta ahora, del trabajo, el pensamiento y la elaboración intelectual de carácter reticular. Por eso, además de instrumento para aprehender conocimientos de toda índole la Red constituye una forma peculiar de elaboración del conocimiento. A diferencia de la creación intelectual, artística o científica que un escritor, escultor o biólogo realizan en la soledad del despacho, el taller o el laboratorio, el conocimiento e incluso en ocasiones el arte en Red son elaborados de manera conjunta por individuos que pueden estar enlazados gracias a Internet o a otras redes informáticas. El genio personal y el trabajo individual no desaparecen en esa plataforma de colaboración y no siempre tienen que formar parte de un esfuerzo colectivo pero a menudo tienen la posibilidad, o hasta la necesidad, de concertarse con el trabajo de otros más. Así que es preciso aprender a utilizar Internet como fuente de información pero, también, como mecanismo para la creación de conocimientos.

 

Recursos para instruir

   Internet es un instrumento de comunicación. Sus singularidades técnicas (especialmente la interactividad que pueden ejercer sus usuarios y la casi infinita cantidad y variedad de contenidos que hay en ella) la distinguen de otros medios de comunicación. A diferencia de los recursos más elementales en el quehacer educativo, para utilizar Internet se requiere al menos un modesto dominio tecnológico del que no siempre se dispone. En la enseñanza tradicional bastaba con que el profesor tuviera pizarrón y tiza –a veces, en algunos de nuestros países hay regiones en donde las escuelas ni siquiera con esos recursos cuenta de manera regular–. Para emplear Internet hacen falta al menos una computadora con módem, una conexión a la red y energía eléctrica que alimente ese equipo. No es nada del otro mundo, pero en ocasiones las limitaciones financieras hacen remota la posibilidad de que todas nuestras escuelas tengan implementos como esos.

   En la mayor parte de los países de América Latina, algunos sectores de la sociedad han considerado que la exigencia para tener computadoras en las escuelas públicas resulta desmedida, o utópica. Hay docentes han sostenido que antes que equipo informático se requieren mejores instalaciones, mesabancos completos, pizarrones funcionales y desde luego salarios decorosos. Pero proponer que la computadora con conexión a la Red solo deberá instalarse en la escuela cuando los demás requerimientos materiales queden satisfechos, se ha convertido en causa de un históricamente costoso atraso tecnológico y didáctico: es una suerte de suicidio educativo.

   Es necesario que nuestras escuelas tengan pupitres en buen estado y sus profesores remuneraciones justas. Pero al mismo tiempo ha resultado indispensable que maestros y alumnos cuenten con acceso regular a esa nueva fuente de conocimiento que es Internet. Hoy en día no puede haber una política educativa nacional digna de ese nombre que no incluya la propagación, intensiva y urgente, de la Red de redes en las escuelas. Para ello, desde luego, se necesitan recursos financieros pero también que los docentes tengan interés en apoyarse en los instrumentos informáticos y que las autoridades educativas nacionales cuenten con visión de mediano y largo plazos.

   Carecer de una política con esas características llevaría a profundizar rezagos educativos y culturales que ya padecemos. En la mayor parte de América Latina el empleo de Internet, si bien experimenta índices de crecimiento constante, ha seguido siendo patrimonio de circuitos privilegiados. La brecha digital que se abre entre los pocos que tienen acceso y los muchos que no pueden llegar a Internet constituye una de las nuevas fuentes de desigualdad en el mundo entero. La mayor parte de los países latinoamericanos no solo no es  ajena a tales desniveles. Además, la inexistencia de políticas públicas en ese campo ha dejado la promoción de la Red de redes casi exclusivamente en manos de instituciones y empresas privadas.

   Al comenzar 2008 aproximadamente el 45% de los chilenos, el 35% de los argentinos y los uruguayos, el 23% de los peruanos, el 22% de los brasileños, los costarricenses y los mexicanos, el 15% de los venezolanos y el 9% de los ecuatorianos y los guatemaltecos tienen acceso frecuente a Internet [3]. Tales cifras manifiestan un avance importante en comparación con la cobertura que poco tiempo antes tenía la Red en esos países. Seis años atrás, por ejemplo, los chilenos con Internet eran el 12% respecto de la población en su país, los argentinos 6% y los mexicanos 4% [4]. Pero esos datos cobran otro significado si a partir de ellos leemos lo mucho que aún falta para que toda la gente en esos países cuente con acceso regular a Internet. Al inicio de 2008 Internet no llega en Chile a 5.5 de cada 10 personas, en Argentina a 6.5 de cada 10, en Perú a más de 7 de cada decena. De cada 10 habitantes en Brasil, Costa Rica y Guatemala, hay casi 8 que carecen de ese recurso y son más de 9 los que se encuentran en esa situación en Ecuador y Guatemala.

 

Enseñar es elegir

   Hemos apuntado que Internet no reemplaza al profesor, ni a la escuela ni a los contenidos educativos. Pero en el caso de la enseñanza, la Red de redes no es un auxiliar didáctico más. El efecto de Internet puede llegar a ser tan o más poderoso que la influencia personal del maestro, el contexto social o los contenidos escolares.

   Toda tecnología, incluso la más modesta, impone sesgos y matices a los contenidos educativos que se exponen o comunican con ella. Cuando un profesor escribe en el pizarrón las palabras clave de la clase que imparte ese día, ha tenido que decidir los conceptos que quiere resaltar delante de los alumnos. Lo mismo sucede con el empleo del retroproyector o la videocasetera, entre otros recursos.

   Cada lección es una elección. Las tecnologías educativas de carácter convencional permiten sobre todo resaltar y explicar gráficamente los contenidos que se quiere inculcar en los alumnos. Internet exige –más que cualquier otra tecnología– que esa capacidad de elegir se ponga en práctica, con una diferencia adicional: quien decide ya no es solamente el maestro, los alumnos se involucran pronto en la selección de los contenidos que quieren conocer. En una segunda fase en el aprovechamiento de Internet ellos mismos –profesores y alumnos– llegan a diseñar sus propios contenidos y los alojan en la Red de redes.

 

Aprender a seguir aprendiendo

   El uso educativo de Internet requiere del desarrollo de al menos tres vertientes. En primer lugar es preciso entender a la Red como un espacio abierto en el que hay contenidos de todo género y en donde la destreza primordial consiste en saber buscar, para decidir a qué sitios nos asomamos y a cuáles no. Internet es una colección de espacios potencialmente inacabables en donde se acumula información muy amplia, la mayor parte de la cual no fue concebida para ser utilizada como apoyo en la enseñanza. La necesidad de aprender a buscar y a elegir en Internet resulta más clara si consideramos que desde 2006 la cantidad de sitios web superó los cien millones.

   Quienes desde la docencia se familiarizan con Internet, identifican sus diferencias con otros instrumentos de enseñanza. La Red de redes puede ser utilizada para apoyar el trabajo dentro del aula y complementar la realización de las tareas o deberes escolares, pero también como eje de la enseñanza no escolarizada.

   Antes que nada ha sido y en no pocos casos sigue siendo necesario que profesores y alumnos abandonen cualquier aprensión acerca de la computadora e Internet. Por lo general, como mucho se ha dicho en los años recientes, los alumnos son más receptivos al manejo de la tecnología que la mayor parte de sus profesores. Todavía existe una diferencia generacional patente en la manera como unos y otros se acercan al ordenador. Quienes han crecido no solo junto al televisor y la videocasetera sino además al lado de los videojuegos y la iconografía y la parafernalia cibernéticas, tienen una facilidad intuitiva para aprovechar las nuevas tecnologías informáticas de la que no disponen aquellos que se formaron y aprendieron a aprender en un entorno tradicional. Los alumnos, en esos casos, aprenden más rápido que sus profesores. Esa diferencia será resuelta en pocos años más, cuando los niños que han crecido con Internet y los ordenadores sean los docentes de la siguiente generación. Mientras tanto, la persistencia de dicha disparidad entre docentes inexpertos frente a escolares curtidos en los rudimentos informáticos obliga a intensificar la capacitación magisterial para el aprovechamiento de estas tecnologías.

   Además, y en segundo lugar, hace falta reconocer el lenguaje y los estilos de comunicación que prevalecen en la Red de redes. No nos referimos al idioma, ni a los códigos informáticos que es menester emplear para armar páginas web, sino a las maneras como suelen ser aprehendidos los contenidos de Internet.

   Los íconos habitualmente sobresalen sobre el texto, las frases cortas atraen más que los párrafos con argumentos extensos, a las páginas en la Red se las visita con celeridad como quien hojea un libro en vez de leerlo de cabo a rabo. La información es más abundante que el conocimiento. El discurso argumental tradicional, que coloca premisas que tienen el propósito de razonar y deducir para luego arribar a conclusiones, llega a ser sustituido por grandes verdades que en muchas ocasiones se exhiben sin solidez suficiente. Todas esas son tendencias identificables en el uso de Internet. Es pertinente tomarlas en cuenta para evaluar el uso que profesores y estudiantes puedan hacer de la Red de redes.

 

Redes para la enseñanza

   Un tercer momento en la apropiación de la Internet para la enseñanza radica en la preparación de contenidos para colocar en ella pero sobre todo, en la construcción de redes capaces de involucrar y vincular a profesores y estudiantes en regiones, disciplinas o niveles capaces de interesarlos mutuamente. El filósofo y matemático español Javier Echeverría lo explicó de manera muy clara en su obra más importante sobre los usos de las redes informáticas: “Difícilmente cabrá hablar de una escuela global, y por ello lo previsible es que se creen redes educativas y locales que se superpongan y complementen a los sistemas escolares ya existentes” [5]. El único límite para el empleo didáctico de Internet es la capacidad de inventiva de quienes se interesen en darle ese uso, especialmente los profesores. En ese plano será preciso ver a la Red de redes no solo como la enorme biblioteca que es sino también como repertorio de plazas en las que se conversa y discute, como colección de espacios abiertos a la creatividad y al juego y como medio de interlocución e interacción a partir de los intereses específicos de sus usuarios.

 

Papel de los maestros

   Los maestros tendrían que saber utilizar Internet como apoyo dentro del salón de clases y en la biblioteca de la escuela y, fundamentalmente, como recurso de investigación para ellos mismos y sus estudiantes. Para ello no basta que sepan abrir el navegador y desplazar el mouse. Es pertinente que entiendan las posibilidades junto con las limitaciones de este recurso para compartir y extender, aunque también matizar o trivializar el conocimiento. Lamentablemente la incorporación de los profesores al aprovechamiento de Internet en la mayor parte de los países latinoamericanos ha sido muy lenta. Con frecuencia al aprendizaje de y en estas nuevas plataformas tecnológicas se le mira con desgano o, en otros casos, se le concibe como respaldo a las tareas docentes de carácter tradicional y no como una experiencia nueva que resulta fundamental para profesores y alumnos se desempeñen en un entorno social, cultural y global completamente nuevo. La deliberación de temas como el e-learning sigue siendo patrimonio de los especialistas en asuntos educativos. Vale la pena deternernos en ese concepto y en algunas de sus cardinales implicaciones.

 

Especialización, ¿marginación?

   El e-learning es un hecho, aunque en nuestros sistemas educativos y nuestras sociedades todavía resulte extravagante su sola mención. En el empleo, pero también en la propagación de estas nuevas tecnologías, se reproduce la desigualdad de nuestras sociedades y países. Desde luego, como tanto se ha dicho hasta hacer de este término un lugar común, sobrellevamos una brecha digital que no solamente significa inequitativa cobertura de conexiones y disponibilidad de equipos sino que, además, multiplica el rezago tecnológico en las regiones y entre los segmentos sociales que acceden más tarde, o con mayores carencias, a la utilización de Internet. Esa brecha es, además, de carácter conceptual. Las prácticas pero también la terminología y de esa manera la posibilidad de intercambiar, reproducir y engendrar conocimiento –en el campo de la nueva educación de la misma manera que en cualquier otro– están relacionadas con la propagación o las restricciones del desarrollo tecnológico.

   Inclusive en nuestras instituciones de educación superior la irradiación de prácticas y léxicos en este campo experimenta situaciones disímiles. Una pesquisa rápida en los buscadores de los sitios web de algunas universidades ofrece resultados significativos aunque posiblemente un tanto incómodos. Cuando indagamos por el término e-learning en el buscador del sitio de la Universidad Nacional Autónoma de México aparecen solamente 12 resultados. Eso no significa que así de limitada sea la información sobre este asunto en la Universidad más grande de dicho país. Posiblemente haya otros términos más empleados para designar experiencias de esa índole. Cuando buscamos la frase educación a distancia aparecen 267 resultados.

   Si preguntamos por el término e-learning en el sitio de la Universidad de Buenos Aires aparece solamente un resultado. Pero al preguntar por educación a distancia se nos ofrecen 79 referencias. En otro caso, al buscar menciones al e-learning en el sitio de la Universidad de Sao Paulo encontramos por lo menos 487. En el portal de la Universidad Complutense de Madrid hay 1320 menciones al término e-learning y 1160 a “educación a distancia” [6].

   Se trata de una utilización diversa del mismo concepto. Pareciera claro que entre los universitarios de Argentina y México hay más costumbre para utilizar “educación a distancia” que “e-learning” pero hay que advertir que esos términos no necesariamente designan los mismos procesos de aprendizaje y enseñanza. En España en cambio, el concepto en inglés se encuentra más generalizado y a los brasileños no les resulta indiferente. Además muy posiblemente estamos ante un desarrollo desigual, en nuestros países, del empleo educacional de las nuevas tecnologías de la información.

 

La construcción  de un concepto

   En tales diferencias podríamos advertir alguna luz amarilla que nos está señalando, por lo menos, una insuficiente socialización, en nuestros mismos espacios educativos, de las reflexiones y los hallazgos que realizan los especialistas en estas cuestiones. Pero quizá también asistimos a una evolución tan dinámica en la creatividad y la apropiación de las nuevas tecnologías que, cuando apenas nos preguntamos por su alcance social, esas deliberaciones ya están cambiando de ejes articuladores. Habitualmente, al e-learning se le ha entendido como “la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación con un propósito de aprendizaje” [7].

   Una buena cantidad de definiciones sobre este concepto incorpora la utilización de la Red de redes como espacio primordial, o característico:

   -“Con Internet se ha dado un nuevo paso en el tema de la educación a distancia convirtiéndola en una experiencia virtual. e-Learning es la forma de designar a este tipo de educación que se brinda a través de Internet” [8].

   -“El e-learning permite ofrecer información, capacitación y entrenamiento a todas aquellas personas que lo necesiten, en línea, en el momento y lugar más conveniente” [9].

   -“e-Learning es el suministro de programas educacionales y sistemas de aprendizaje a través de medios electrónicos...” [10].

   Y desde luego en esta búsqueda de acepciones no podíamos dejar de consultar en Wikipedia, la enciclopedia en línea que en su versión en español ofrece la siguiente definición: “Aprendizaje asistido por tecnologías de la información y la comunicación. El e-Learning fomenta el uso intensivo de las TIC facilitando la creación, adopción y distribución de contenidos, así como la adaptación del ritmo de aprendizaje y la disponibilidad de las herramientas de aprendizaje independientemente de límites horarios o geográficos. Permitiendo al alumno intercambiar opiniones y aportes a través de las Tecnologías de Información y Comunicación” [11].

   Más adelante, esa misma enciclopedia en línea precisa la definición: “Enseñanza a distancia caracterizada por una separación física entre profesorado y alumnado (sin excluir encuentros físicos puntuales), entre los que predomina una comunicación de doble vía asíncrona donde se usa preferentemente Internet como medio de comunicación y de distribución del conocimiento, de tal manera que el alumno es el centro de una formación independiente y flexible, al tener que gestionar su propio aprendizaje, generalmente con ayuda de tutores externos” [12].

   Ese ha sido, al menos en los acotados espacios en donde se le menciona y practica, un término de moda. Hace menos de una década Alfons Cornella, uno de los más acreditados conocedores de los usos prácticos de Internet, escribía: “Del e-learning todo el mundo habla. Parece que es ‘lo que viene’ con fuerza. Se trata de un conjunto de métodos, tecnologías, aplicaciones y servicios, orientados a facilitar el aprendizaje a distancia a través de Internet... [13] ”. Ese especialista catalán recordaba que el empleo de la Red con propósitos didácticos tenía que ser acompañado de formas específicas de evaluación de los conocimientos, así como de “un esfuerzo pedagógico superior” para que el material de enseñanza resultase comprensible.

 

Arquitectura en Red

   Tan variadas como las posibilidades de extensión, cobertura y utilización diacrónica que ofrece, las exigencias específicas del e-learning han propiciado una ancha reflexión desde campos como los de la pedagogía y la comunicación educativa. La tentación inicial para considerar al e-learning como simple extensión de la enseñanza tradicional ha sido sustituida por diagnósticos y propuestas cada vez más puntuales, que toman en cuenta las situaciones específicas de los destinatarios de la educación por esta vía así como las capacidades de interactividad, formatos multimedia, lenguaje hipertextual y ubicuidad que ofrece la comunicación en Internet.

   Es muy difícil involcrar todos esos rasgos cuando se examinan las posibilidades y la eficacia de la educación que se apoya en Internet. Pero en no pocas ocasiones el análisis de esos atributos, así como de los proyectos educativos específicos que se propagan en sitios web, conduce a soslayar la naturaleza intrínseca de esa que es, como sabemos, una Red de redes. Dicho carácter reticular  implica que Internet no tiene un centro controlador ni fiscalizador y permite, además, que los sitios de naturaleza y orígenes más diversos se encuentren, unos de otros, solamente a la distancia de un clic en el ratón de nuestro ordenador.

   Las posibilidades que esa arquitectura en Red ofrece a la propagación del conocimiento son vastísimas. Sin embargo a menudo, cuando se discuten o se planean iniciativas de educación en Internet, se construyen espacios virtuales confinados a los archivos o a los servidores de un solo proyecto o de una sola institución. Cursos, asignaturas y talleres asentados en infraestructura de e-learning, suelen proponer lecturas, ejercicios y espacios de discusión restringidos exclusivamente al o a los sitios web de esos proyectos específicos. Incluso es frecuente que a los alumnos de tales programas se les exhorte a evitar la búsqueda de materiales o la indagación en espacios abiertos de Internet.

 

Educar en una cultura de las redes

   La existencia de sitios de confiabilidad dudosa o francamente repletos de embustes y vulgaridades ha imbuido, en no pocos docentes y especialistas, una suerte de aprensión catastrofista respecto de Internet. Y en efecto, en el espacio abierto, versátil y contradictorio de la Red de redes podemos encontrar muchas fuentes de confusión y engaño. Pero además de ellas y en cantidad mucho mayor, Internet constituye el reservorio de información y conocimientos más grande en la historia de la humanidad. Privar a quienes aprenden en programas de e-learning de la consulta y la búsqueda de materiales en la Red abierta equivale a poner a un alumno a estudiar dentro de una enorme biblioteca y permitirle que consulte solamente unas docenas de entre los centenares de miles de libros que hay en ella. Si ese alumno tiene un mínimo de curiosidad (la cual, como sabemos, es un atributo deseable y que resulta pertinente estimular en todo proceso de aprendizaje) hará lo posible para consultar, también, los libros que le han sido vedados. Lo mismo sucede en Internet. El solo hecho de encontrarse en línea coloca al estudiante a distancia en un ambiente de ofertas y desafíos informativos y culturales del que resulta imposible desentenderse.

   De la misma manera que, como bien saben los pedagogos, para entender y mejorar a la educación escolarizada es preciso entender al entorno en el que está ubicada la escuela, el aprovechamiento del e-learning implica reconocer que el ambiente y el contexto del aula en línea están constituidos por el inagotable universo de Internet. Saber encontrar e identificar y desde luego validar la información en línea. tendría que ser un aprendizaje tan o más importante que los conocimientos específicos que se imparten en los cursos virtuales. Sería preciso que alumnos y docentes de la enseñanza en esta modalidad formasen parte de la construcción, intencional y planeada, de una auténtica cultura de Internet capaz de propiciar el aprovechamiento y, desde luego, el desarrollo de contenidos confiables.

   Enseñar en el entorno de la Red implica, deliberadamente o no, comprender a la nueva educación como parte de la cultura de las Redes. En tal sentido el e-learning, si se le asume de manera cabal, ha de involucrar el reconocimiento de la diversidad y opciones que existen en la Red y desde luego, la enseñanza capaz de permitir un fructífero aprovechamiento de tales recursos. Bancos de datos de todas las especialidades, espacios de discusión e intercambio acerca de los más variados temas, forman parte de los espacios contemporáneos en donde el aprendizaje se recrea, propaga y, en ocasiones, adquiere interactividad.

 

Colaboración, imaginación, conocimiento

   Los educandos del e-learning no tienen que desplazarse físicamente, ni almacenar pesados volúmenes, para tener acceso a las enciclopedias más completas que hayan existido jamás. Algunas, como la Britannica, hace rato entendieron la importancia de estar presentes en la Red aunque las limitaciones comerciales que les imponen sus modelos de negocio siguen dificultando el acceso de todos los interesados a todos sus contenidos. Otras, como la ya bien conocida Wikipedia, ofrecen de manera libre el registro de una cambiante y creciente acumulación de datos y conocimientos.

   Como todo proyecto abierto, en Wikipedia existe la posibilidad de errores o engaños. Pero ese mismo carácter contiene los mecanismos para que la información allí disponible sea verificada y enmendada constantemente. En tan solo ocho años –desde que el empresario y aficionado a la informática Jimmy Wales la creó en 2000– Wikipedia se ha convertido en referencia indispensable de la cultura contemporánea y es el proyecto intelectual más concurrido que haya existido jamás. Su diseño básico reproduce la estructura colaborativa en la que se desarrolla la creación en red del conocimiento. Vale la pena no marginar a la educación a distancia, y a la educación en todas sus modalidades, de experiencias como esa.

   Imaginación y colaboración, desde luego a menudo acicateadas por el afán mercantil aunque ese no ha sido su motor principal, conducen a diversos y, para muchos, sorprendentes espacios de información y conocimiento en la Red de redes. Hoy en día por ejemplo, los mapas satelitales que han sido puestos en línea por Google ­son un instrumento muy útil para la enseñanza de disciplinas como la geografía. Estos recursos comienzan a difuminar algunas de las fronteras entre la educación a distancia y la de carácter escolarizado. El aula expande sus horizontes con la utilización de facilidades que antes se pensaban exclusivas de la educación no escolarizada y el e-learning aprovecha las experiencias de un entorno versátil que va y viene de las Redes, retroalimentándose fuera de línea y con instrumentos que pueden utilizarse con o sin conexión a Internet.

   Algunos de esos instrumentos han sido creados inicialmente para funciones de entretenimiento, o de simple información, pero pueden tener aplicaciones de carácter educativo. El libro electrónico, en sus diversas modalidades, suele ser abominado por quienes nos formamos en la cultura de la tinta y el papel pero, gústenos o no, ofrece ventajas que sería una barbaridad no aprovechar en todas las modalidades del aprendizaje. O miremos hacia el Ipod, ese pequeño disco duro y portátil que almacena una gran cantidad de información digital y que ha sido fundamentalmente empleado, con enorme éxito entre los jóvenes, para transportar y escuchar música y, ahora, videos. ¿Cuántos usos no podríamos imaginar para cargar al Ipod –o cualquiera que sea su denominación comercial-- además de los contenidos que ahora lo singularizan, con materiales de enseñanza a distancia? [14].

 

Involucrarse en un nuevo entorno

   Si hace varios años el e-learning significó una transformación respecto de la enseñanza tradicional, quizá es hora de que expanda sus instrumentos y, de esa manera, sus horizontes. No hay que olvidar que el e-learning, de la misma manera que todo proceso de intercambio de conocimientos y experiencias, tiene hoy y seguirá teniendo como entorno a la Sociedad de la Información cuyos arreglos reticulares, dispositivos tecnológicos y alcances sociales así como culturales todavía están por afianzarse y definirse por completo.

   Recursos como el podcasting, la televisión en línea, la creación de blogs, el etiquetado de contenidos, forman parte de los nuevos perfiles de ese entorno sin cuyo conocimiento es imposible pretender educar hoy en día. Los profesores no tienen por qué ser, todos ellos, creadores de contenidos audiovisuales. Pero sí resulta indispensable que entiendan la nueva lógica en la que se desarrollan la propagación de la información y la creación del conocimiento. La Sociedad de la Información no entraña soluciones súbitas, ni providenciales, a los rezagos de nuestros países. Pero constituye un contexto que sería insensato, o inclusive un tanto autista, tratar de ignorar.

   Del e-learning, como se anunciaba hace un más de lustro, ya no puede decirse que es lo que viene. Posiblemente es hora de discutir no sólo en qué entorno se desarrollará sino, también, de qué manera subsistirá en el ambiente colmado de enseñanzas, tentaciones, promesas y laberintos que, con todo y sus actuales insuficiencias, ofrecen desde ahora Internet y la Sociedad de la Información.

--0--



[1] Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.  Este texto amalgama, acota y actualiza una conferencia ofrecida en la Universidad Pedagógica Naciona en la ciudad de México en octubre de 2001 con el título “Aprender y enseñar en Internet” y la participación “La nueva alfabetización. El e-learning en la lógica reticular y abierta de Internet”en el Congreso Virtual Educa realizado en Bilbao en junio de 2006.

[2] Raúl Trejo Delarbre, La nueva alfombra mágica. Usos y mitos de Internet, la red de redes. Fundesco, Madrid, 1996. Este libro se encuentra en línea: http://www.quadernsdigitals.net

[3] http://www.internetworldstats.com Consultas realizadas en enero de 2007.

[4] Cyber Atlas: http://cyberatlas.internet.com Consultado en noviembre de 2001.

[5] Javier Echeverría, Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno. Destino, Madrid, 1999, p. 283.

[6] Búsquedas en los sitios  http://www.unam.mx , http://www.uba.ar,  www.usp.br y http://www.ucm.es/ realizadas en febrero de 2008.

[7] Observatorio Tecnológico de Elearning:

http://www.aulaglobal.net.ve/observatorio/

[8] Maestros del Web: http://www.maestrosdelweb.com/editorial/elearning/

[9] Cisco Systems, “¿Qué es el E-Learning?”:

http://www.cisco.com/global/LA/LATAM/ee/el/que_es.shtml

 

[10] Informática Milenium, “e-Learning, el futuro de la educación
a distancia”: http://www.informaticamilenium.com.mx/paginas/mn/articulo78.htm

[11] www.Wikipedia.es  

[12] Definiciones consultadas en febrero de 2008.

[13]   Alfons Cornella, “e-Learning: de la formación de los empleados al conocimiento en toda la cadena de valor”. Ke! Revista de Infonomía. Recopilado en Revista CTS+I. 20 de noviembre de 2001. http://www.campus-oei.org/revistactsi/numero1/debate1f.htm Cornella explicaba: “La industria del e-learning está formada por cuatro tipos de agentes: los desarrolladores de software para la creación y gestión de contenidos educativos, los desarrolladores de plataformas de distribución, los generadores de contenidos y los portales generalistas de formación.... Las ventajas del e-learning son bien aparentes, puesto que permite: 1) la personalización (cada estudiante puede definir su “trayectoria de aprendizaje”, y puede ser monitorizado en su desarrollo personal), 2) la interactividad (una relación directa con profesores y compañeros de aprendizaje), 3) la actualización de contenidos (especialmente importante cuando estos se hacen rápidamente obsoletos), 4) así como un amplio abanico de actividades de apoyo (material didáctico complementario, acontecimientos virtuales, etc)”.

[14] Desde fines de 2005 varias universidades estadounidenses, como la de Stanford, comenzaron a colocar en línea archivos de audio y/o video con materiales de apoyo a las lecciones escolares o con cursos para tomar a distancia que pueden ser almacenados, transportados y reproducidos en dispositvos MP3 como el Ipod. Véase, por ejemplo, el proyecto Stanford en Itunes: http://itunes.stanford.edu/