Aprender y
enseñar en la lógica reticular y abierta de Internet
Raúl Trejo Delarbre [1]
A Internet se le
suele mirar con ilusión, o con aprensión, pero es difícil ser indiferente ante
su presencia global, las posibilidades de conocimiento que ofrece y desde
luego, sus insuficiencias y distorsiones. Con frecuencia sus propagandistas más
entusiastas la adornan con tantos atributos que pareciera, casi, que basta
conectarse a la Red de redes para que sus usuarios se vuelvan informados e
instruidos. En el otro extremo se encuentra la actitud de quienes rechazan las
capacidades que Internet tiene para mejorar la vida de la gente.
En todo caso la
pertinencia de utilizar o no a Internet con propósitos didácticos es una
discusión cada vez más superada. Quienes no se acercan a esta tecnología de
información y comunicación –si es que consiguieran estar al margen de ella– no
solo dejarían de aprovechar sus posibilidades. Además quedarían fuera del
contexto creado por rutinas, ritmos y modalidades con que una significativa
porción de la humanidad se informa, divierte, aprende, comercia y se
interrelaciona. Al comenzar 2008, aproximadamente uno de cada cinco habitantes
de este planeta tiene conexión regular a la Red.
En la educación,
los usos de Internet han sido diseñados casi siempre de manera pragmática, sin
tomar en cuenta la cobertura todavía limitada de la Red, la necesidad de tener
instrucción específica para aprovecharla y las modalidades que tienen la
propagación y el aprendizaje de contenidos en ese espacio.
Igual que en
otros campos la utilización de la Red con propósitos didácticos se enfrentó
inicialmente a la indolencia y al rechazo de quienes, en lugar de entenderla y
aprovecharla, quisieron negarla como un recurso útil. Ahora son pocos los docentes
que se rehúsan a emplear o por lo menos conocer las posibilidades de esa
tecnología. Pero siguen faltando recursos e infraestructura y sobre todo,
exigencia, entusiasmo y creatividad para que en el campo de la educación Internet
sea utilizada intensa y extensamente.
Internet no
sustituye a los profesores, ni a la escuela, ni a los contenidos educativos.
Internet es, en primer término, un instrumento que puede ser utilizado
para dar a conocer contenidos de distinta índole. Si la empleamos para difundir
materiales científicos o literarios la Red de redes funcionará como divulgadora
de la ciencia y la literatura, de la misma manera que propagará pornografía y
violencia si los contenidos que se colocan en ella son de esa naturaleza.
A Internet la
hemos definido como una colección de espejos de la realidad [2]. Si en la
vida fuera de línea hay, como a todos nos consta, abusos, odio, crímenes y las
más variadas perversiones, parte de esa realidad será reflejada en la Internet.
Si como por fortuna ocurre en la vida real también y sobre todo existen arte,
cultura, imaginación, desarrollo y solidaridad entre tantos otros atributos,
esas conductas y sus expresiones tendrán cabida en la red de redes.
La capacidad de
Internet para alojar contenidos de la índole más variada constituye uno de sus
atributos más destacados. No solo se ha convertido en la biblioteca y
hemeroteca más grande de la que haya podido disponer la humanidad. Internet
está llegando a ser, antes que nada, el reflejo más acabado de las costumbres,
el pensamiento y el comportamiento humanos. Por eso es indispensable que los
niños y jóvenes aprendan a utilizarla y el sitio idóneo para ello es la
escuela.
Además Internet
es la expresión más acabada, al menos hasta ahora, del trabajo, el pensamiento
y la elaboración intelectual de carácter reticular. Por eso, además de
instrumento para aprehender conocimientos de toda índole la Red constituye una
forma peculiar de elaboración del conocimiento. A diferencia de la creación
intelectual, artística o científica que un escritor, escultor o biólogo
realizan en la soledad del despacho, el taller o el laboratorio, el
conocimiento e incluso en ocasiones el arte en Red son elaborados de manera
conjunta por individuos que pueden estar enlazados gracias a Internet o a otras
redes informáticas. El genio personal y el trabajo individual no desaparecen en
esa plataforma de colaboración y no siempre tienen que formar parte de un
esfuerzo colectivo pero a menudo tienen la posibilidad, o hasta la necesidad,
de concertarse con el trabajo de otros más. Así que es preciso aprender a
utilizar Internet como fuente de información pero, también, como mecanismo para
la creación de conocimientos.
Internet es un
instrumento de comunicación. Sus singularidades técnicas (especialmente la
interactividad que pueden ejercer sus usuarios y la casi infinita cantidad y
variedad de contenidos que hay en ella) la distinguen de otros medios de
comunicación. A diferencia de los recursos más elementales en el quehacer
educativo, para utilizar Internet se requiere al menos un modesto dominio
tecnológico del que no siempre se dispone. En la enseñanza tradicional bastaba
con que el profesor tuviera pizarrón y tiza –a veces, en algunos de nuestros
países hay regiones en donde las escuelas ni siquiera con esos recursos cuenta
de manera regular–. Para emplear Internet hacen falta al menos una computadora
con módem, una conexión a la red y energía eléctrica que alimente ese equipo.
No es nada del otro mundo, pero en ocasiones las limitaciones financieras hacen
remota la posibilidad de que todas nuestras escuelas tengan implementos como
esos.
En la mayor parte
de los países de América Latina, algunos sectores de la sociedad han
considerado que la exigencia para tener computadoras en las escuelas públicas resulta
desmedida, o utópica. Hay docentes han sostenido que antes que equipo
informático se requieren mejores instalaciones, mesabancos completos,
pizarrones funcionales y desde luego salarios decorosos. Pero proponer que la
computadora con conexión a la Red solo deberá instalarse en la escuela cuando
los demás requerimientos materiales queden satisfechos, se ha convertido en
causa de un históricamente costoso atraso tecnológico y didáctico: es una
suerte de suicidio educativo.
Es necesario que
nuestras escuelas tengan pupitres en buen estado y sus profesores
remuneraciones justas. Pero al mismo tiempo ha resultado indispensable que
maestros y alumnos cuenten con acceso regular a esa nueva fuente de
conocimiento que es Internet. Hoy en día no puede haber una política educativa
nacional digna de ese nombre que no incluya la propagación, intensiva y
urgente, de la Red de redes en las escuelas. Para ello, desde luego, se
necesitan recursos financieros pero también que los docentes tengan interés en
apoyarse en los instrumentos informáticos y que las autoridades educativas
nacionales cuenten con visión de mediano y largo plazos.
Carecer de una
política con esas características llevaría a profundizar rezagos educativos y
culturales que ya padecemos. En la mayor parte de América Latina el empleo de
Internet, si bien experimenta índices de crecimiento constante, ha seguido
siendo patrimonio de circuitos privilegiados. La brecha digital que se abre entre
los pocos que tienen acceso y los muchos que no pueden llegar a Internet
constituye una de las nuevas fuentes de desigualdad en el mundo entero. La
mayor parte de los países latinoamericanos no solo no es ajena a tales desniveles. Además, la inexistencia
de políticas públicas en ese campo ha dejado la promoción de la Red de redes
casi exclusivamente en manos de instituciones y empresas privadas.
Al comenzar 2008 aproximadamente
el 45% de los chilenos, el 35% de los argentinos y los uruguayos, el 23% de los
peruanos, el 22% de los brasileños, los costarricenses y los mexicanos, el 15%
de los venezolanos y el 9% de los ecuatorianos y los guatemaltecos tienen
acceso frecuente a Internet [3]. Tales
cifras manifiestan un avance importante en comparación con la cobertura que
poco tiempo antes tenía la Red en esos países. Seis años atrás, por ejemplo, los
chilenos con Internet eran el 12% respecto de la población en su país, los argentinos
6% y los mexicanos 4% [4]. Pero esos
datos cobran otro significado si a partir de ellos leemos lo mucho que aún
falta para que toda la gente en esos países cuente con acceso regular a
Internet. Al inicio de 2008 Internet no llega en Chile a 5.5 de cada 10
personas, en Argentina a 6.5 de cada 10, en Perú a más de 7 de cada decena. De
cada 10 habitantes en Brasil, Costa Rica y Guatemala, hay casi 8 que carecen de
ese recurso y son más de 9 los que se encuentran en esa situación en Ecuador y
Guatemala.
Enseñar es elegir
Hemos apuntado
que Internet no reemplaza al profesor, ni a la escuela ni a los contenidos
educativos. Pero en el caso de la enseñanza, la Red de redes no es un auxiliar
didáctico más. El efecto de Internet puede llegar a ser tan o más poderoso que
la influencia personal del maestro, el contexto social o los contenidos
escolares.
Toda tecnología,
incluso la más modesta, impone sesgos y matices a los contenidos educativos que
se exponen o comunican con ella. Cuando un profesor escribe en el pizarrón las
palabras clave de la clase que imparte ese día, ha tenido que decidir los
conceptos que quiere resaltar delante de los alumnos. Lo mismo sucede con el
empleo del retroproyector o la videocasetera, entre otros recursos.
Cada lección es
una elección. Las tecnologías educativas de carácter convencional permiten
sobre todo resaltar y explicar gráficamente los contenidos que se quiere
inculcar en los alumnos. Internet exige –más que cualquier otra tecnología– que
esa capacidad de elegir se ponga en práctica, con una diferencia adicional:
quien decide ya no es solamente el maestro, los alumnos se involucran pronto en
la selección de los contenidos que quieren conocer. En una segunda fase en el
aprovechamiento de Internet ellos mismos –profesores y alumnos– llegan a
diseñar sus propios contenidos y los alojan en la Red de redes.
Aprender a seguir aprendiendo
El uso educativo
de Internet requiere del desarrollo de al menos tres vertientes. En primer
lugar es preciso entender a la Red como un espacio abierto en el que hay
contenidos de todo género y en donde la destreza primordial consiste en saber
buscar, para decidir a qué sitios nos asomamos y a cuáles no. Internet es una
colección de espacios potencialmente inacabables en donde se acumula
información muy amplia, la mayor parte de la cual no fue concebida para ser
utilizada como apoyo en la enseñanza. La necesidad de aprender a buscar y a
elegir en Internet resulta más clara si consideramos que desde 2006 la cantidad
de sitios web superó los cien
millones.
Quienes desde la
docencia se familiarizan con Internet, identifican sus diferencias con otros
instrumentos de enseñanza. La Red de redes puede ser utilizada para apoyar el
trabajo dentro del aula y complementar la realización de las tareas o deberes
escolares, pero también como eje de la enseñanza no escolarizada.
Antes que nada ha
sido y en no pocos casos sigue siendo necesario que profesores y alumnos
abandonen cualquier aprensión acerca de la computadora e Internet. Por lo
general, como mucho se ha dicho en los años recientes, los alumnos son más
receptivos al manejo de la tecnología que la mayor parte de sus profesores. Todavía
existe una diferencia generacional patente en la manera como unos y otros se
acercan al ordenador. Quienes han crecido no solo junto al televisor y la
videocasetera sino además al lado de los videojuegos y la iconografía y la
parafernalia cibernéticas, tienen una facilidad intuitiva para aprovechar las
nuevas tecnologías informáticas de la que no disponen aquellos que se formaron y
aprendieron a aprender en un entorno tradicional. Los alumnos, en esos casos,
aprenden más rápido que sus profesores. Esa diferencia será resuelta en pocos
años más, cuando los niños que han crecido con Internet y los ordenadores sean
los docentes de la siguiente generación. Mientras tanto, la persistencia de
dicha disparidad entre docentes inexpertos frente a escolares curtidos en los
rudimentos informáticos obliga a intensificar la capacitación magisterial para el
aprovechamiento de estas tecnologías.
Además, y en
segundo lugar, hace falta reconocer el lenguaje y los estilos de
comunicación que prevalecen en la Red de redes. No nos referimos al idioma, ni
a los códigos informáticos que es menester emplear para armar páginas web,
sino a las maneras como suelen ser aprehendidos los contenidos de Internet.
Los íconos
habitualmente sobresalen sobre el texto, las frases cortas atraen más que los
párrafos con argumentos extensos, a las páginas en la Red se las visita con
celeridad como quien hojea un libro en vez de leerlo de cabo a rabo. La
información es más abundante que el conocimiento. El discurso argumental
tradicional, que coloca premisas que tienen el propósito de razonar y deducir
para luego arribar a conclusiones, llega a ser sustituido por grandes verdades
que en muchas ocasiones se exhiben sin solidez suficiente. Todas esas son
tendencias identificables en el uso de Internet. Es pertinente tomarlas en
cuenta para evaluar el uso que profesores y estudiantes puedan hacer de la Red
de redes.
Un tercer momento
en la apropiación de la Internet para la enseñanza radica en la preparación de contenidos para colocar
en ella pero sobre todo, en la construcción
de redes capaces de involucrar y vincular a profesores y estudiantes en
regiones, disciplinas o niveles capaces de interesarlos mutuamente. El filósofo
y matemático español Javier Echeverría lo explicó de manera muy clara en su
obra más importante sobre los usos de las redes informáticas: “Difícilmente
cabrá hablar de una escuela global, y por ello lo previsible es que se creen
redes educativas y locales que se superpongan y complementen a los sistemas
escolares ya existentes” [5]. El único
límite para el empleo didáctico de Internet es la capacidad de inventiva de
quienes se interesen en darle ese uso, especialmente los profesores. En ese
plano será preciso ver a la Red de redes no solo como la enorme biblioteca que
es sino también como repertorio de plazas en las que se conversa y discute,
como colección de espacios abiertos a la creatividad y al juego y como medio de
interlocución e interacción a partir de los intereses específicos de sus
usuarios.
Los maestros
tendrían que saber utilizar
Internet como apoyo dentro del salón de clases y en la biblioteca de la escuela
y, fundamentalmente, como recurso de investigación para ellos mismos y sus
estudiantes. Para ello no basta que sepan abrir el navegador y desplazar el mouse.
Es pertinente que entiendan las posibilidades junto con las limitaciones de
este recurso para compartir y extender, aunque también matizar o trivializar el
conocimiento. Lamentablemente la incorporación de los profesores al
aprovechamiento de Internet en la mayor parte de los países latinoamericanos ha
sido muy lenta. Con frecuencia al aprendizaje de y en estas nuevas plataformas
tecnológicas se le mira con desgano o, en otros casos, se le concibe como
respaldo a las tareas docentes de carácter tradicional y no como una experiencia
nueva que resulta fundamental para profesores y alumnos se desempeñen en un
entorno social, cultural y global completamente nuevo. La deliberación de temas
como el e-learning sigue siendo
patrimonio de los especialistas en asuntos educativos. Vale la pena deternernos
en ese concepto y en algunas de sus cardinales implicaciones.
Especialización, ¿marginación?
El e-learning es un hecho, aunque en
nuestros sistemas educativos y nuestras sociedades todavía resulte extravagante
su sola mención. En el empleo, pero también en la propagación de estas nuevas
tecnologías, se reproduce la desigualdad de nuestras sociedades y países. Desde
luego, como tanto se ha dicho hasta hacer de este término un lugar común,
sobrellevamos una brecha digital que no solamente significa inequitativa
cobertura de conexiones y disponibilidad de equipos sino que, además,
multiplica el rezago tecnológico en las regiones y entre los segmentos sociales
que acceden más tarde, o con mayores carencias, a la utilización de Internet.
Esa brecha es, además, de carácter conceptual. Las prácticas pero también la
terminología y de esa manera la posibilidad de intercambiar, reproducir y
engendrar conocimiento –en el campo de la nueva educación de la misma manera
que en cualquier otro– están relacionadas con la propagación o las
restricciones del desarrollo tecnológico.
Inclusive en
nuestras instituciones de educación superior la irradiación de prácticas y
léxicos en este campo experimenta situaciones disímiles. Una pesquisa rápida en
los buscadores de los sitios web de
algunas universidades ofrece resultados significativos aunque posiblemente un
tanto incómodos. Cuando indagamos por el término e-learning en el buscador del sitio de la Universidad Nacional
Autónoma de México aparecen solamente 12 resultados. Eso no significa que así
de limitada sea la información sobre este asunto en la Universidad más grande
de dicho país. Posiblemente haya otros términos más empleados para designar
experiencias de esa índole. Cuando buscamos la frase educación a distancia aparecen 267 resultados.
Si preguntamos
por el término e-learning en el sitio
de la Universidad de Buenos Aires aparece solamente un resultado. Pero al
preguntar por educación a distancia
se nos ofrecen 79 referencias. En otro caso, al buscar menciones al e-learning en el sitio de la Universidad
de Sao Paulo encontramos por lo menos 487. En el portal de la Universidad
Complutense de Madrid hay 1320 menciones al término e-learning y 1160 a “educación a distancia” [6].
Se trata de una
utilización diversa del mismo concepto. Pareciera claro que entre los
universitarios de Argentina y México hay más costumbre para utilizar “educación
a distancia” que “e-learning” pero hay que advertir que esos términos no
necesariamente designan los mismos procesos de aprendizaje y enseñanza. En
España en cambio, el concepto en inglés se encuentra más generalizado y a los
brasileños no les resulta indiferente. Además muy posiblemente estamos ante un
desarrollo desigual, en nuestros países, del empleo educacional de las nuevas
tecnologías de la información.
En tales
diferencias podríamos advertir alguna luz amarilla que nos está señalando, por
lo menos, una insuficiente socialización, en nuestros mismos espacios
educativos, de las reflexiones y los hallazgos que realizan los especialistas
en estas cuestiones. Pero quizá también asistimos a una evolución tan dinámica
en la creatividad y la apropiación de las nuevas tecnologías que, cuando apenas
nos preguntamos por su alcance social, esas deliberaciones ya están cambiando
de ejes articuladores. Habitualmente, al e-learning se le ha entendido como “la
utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación con
un propósito de aprendizaje” [7].
Una buena
cantidad de definiciones sobre este concepto incorpora la utilización de la Red
de redes como espacio primordial, o característico:
-“Con Internet se
ha dado un nuevo paso en el tema de la educación a distancia convirtiéndola en
una experiencia virtual. e-Learning es la forma de
designar a este tipo de educación que se brinda a través de Internet” [8].
-“El e-learning
permite ofrecer información, capacitación y entrenamiento a todas aquellas
personas que lo necesiten, en línea, en el momento y lugar más conveniente” [9].
-“e-Learning es
el suministro de programas educacionales y sistemas de aprendizaje a través de medios
electrónicos...” [10].
Y desde luego en
esta búsqueda de acepciones no podíamos dejar de consultar en Wikipedia, la
enciclopedia en línea que en su versión en español ofrece la siguiente
definición: “Aprendizaje asistido por tecnologías de la información y la
comunicación. El e-Learning fomenta el uso intensivo de las TIC facilitando la
creación, adopción y distribución de contenidos, así como la adaptación del
ritmo de aprendizaje y la disponibilidad de las herramientas de aprendizaje
independientemente de límites horarios o geográficos. Permitiendo al alumno
intercambiar opiniones y aportes a través de las Tecnologías de Información y
Comunicación” [11].
Más adelante, esa
misma enciclopedia en línea precisa la definición: “Enseñanza a distancia
caracterizada por una separación física entre profesorado y alumnado (sin
excluir encuentros físicos puntuales), entre los que predomina una comunicación
de doble vía asíncrona donde se usa preferentemente Internet como medio de
comunicación y de distribución del conocimiento, de tal manera que el alumno es
el centro de una formación independiente y flexible, al tener que gestionar su
propio aprendizaje, generalmente con ayuda de tutores externos” [12].
Ese ha sido, al
menos en los acotados espacios en donde se le menciona y practica, un término
de moda. Hace menos de una década Alfons Cornella, uno de los más acreditados
conocedores de los usos prácticos de Internet, escribía: “Del e-learning todo
el mundo habla. Parece que es ‘lo que viene’ con fuerza. Se trata de un
conjunto de métodos, tecnologías, aplicaciones y servicios, orientados a
facilitar el aprendizaje a distancia a través de Internet... [13] ”. Ese
especialista catalán recordaba que el empleo de la Red con propósitos
didácticos tenía que ser acompañado de formas específicas de evaluación de los
conocimientos, así como de “un esfuerzo pedagógico superior” para que el
material de enseñanza resultase comprensible.
Arquitectura en
Red
Tan variadas como
las posibilidades de extensión, cobertura y utilización diacrónica que ofrece,
las exigencias específicas del e-learning han propiciado una ancha reflexión
desde campos como los de la pedagogía y la comunicación educativa. La tentación
inicial para considerar al e-learning como simple extensión de la enseñanza
tradicional ha sido sustituida por diagnósticos y propuestas cada vez más
puntuales, que toman en cuenta las situaciones específicas de los destinatarios
de la educación por esta vía así como las capacidades de interactividad,
formatos multimedia, lenguaje hipertextual y ubicuidad que ofrece la
comunicación en Internet.
Es muy difícil
involcrar todos esos rasgos cuando se examinan las posibilidades y la eficacia
de la educación que se apoya en Internet. Pero en no pocas ocasiones el
análisis de esos atributos, así como de los proyectos educativos específicos
que se propagan en sitios web,
conduce a soslayar la naturaleza intrínseca de esa que es, como sabemos, una
Red de redes. Dicho carácter reticular implica que Internet no tiene un centro
controlador ni fiscalizador y permite, además, que los sitios de naturaleza y
orígenes más diversos se encuentren, unos de otros, solamente a la distancia de
un clic en el ratón de nuestro ordenador.
Las posibilidades
que esa arquitectura en Red ofrece a la propagación del conocimiento son
vastísimas. Sin embargo a menudo, cuando se discuten o se planean iniciativas
de educación en Internet, se construyen espacios virtuales confinados a los
archivos o a los servidores de un solo proyecto o de una sola institución.
Cursos, asignaturas y talleres asentados en infraestructura de e-learning,
suelen proponer lecturas, ejercicios y espacios de discusión restringidos
exclusivamente al o a los sitios web
de esos proyectos específicos. Incluso es frecuente que a los alumnos de tales
programas se les exhorte a evitar la búsqueda de materiales o la indagación en
espacios abiertos de Internet.
La existencia de
sitios de confiabilidad dudosa o francamente repletos de embustes y
vulgaridades ha imbuido, en no pocos docentes y especialistas, una suerte de
aprensión catastrofista respecto de Internet. Y en efecto, en el espacio
abierto, versátil y contradictorio de la Red de redes podemos encontrar muchas
fuentes de confusión y engaño. Pero además de ellas y en cantidad mucho mayor, Internet
constituye el reservorio de información y conocimientos más grande en la
historia de la humanidad. Privar a quienes aprenden en programas de e-learning
de la consulta y la búsqueda de materiales en la Red abierta equivale a poner a
un alumno a estudiar dentro de una enorme biblioteca y permitirle que consulte
solamente unas docenas de entre los centenares de miles de libros que hay en
ella. Si ese alumno tiene un mínimo de curiosidad (la cual, como sabemos, es un
atributo deseable y que resulta pertinente estimular en todo proceso de
aprendizaje) hará lo posible para consultar, también, los libros que le han
sido vedados. Lo mismo sucede en Internet. El solo hecho de encontrarse en
línea coloca al estudiante a distancia en un ambiente de ofertas y desafíos
informativos y culturales del que resulta imposible desentenderse.
De la misma
manera que, como bien saben los pedagogos, para entender y mejorar a la
educación escolarizada es preciso entender al entorno en el que está ubicada la
escuela, el aprovechamiento del e-learning implica reconocer que el ambiente y
el contexto del aula en línea están constituidos por el inagotable universo de
Internet. Saber encontrar e identificar y desde luego validar la información en
línea. tendría que ser un aprendizaje tan o más importante que los
conocimientos específicos que se imparten en los cursos virtuales. Sería
preciso que alumnos y docentes de la enseñanza en esta modalidad formasen parte
de la construcción, intencional y planeada, de una auténtica cultura de Internet capaz de propiciar
el aprovechamiento y, desde luego, el desarrollo de contenidos confiables.
Enseñar en el
entorno de la Red implica, deliberadamente o no, comprender a la nueva
educación como parte de la cultura de las Redes. En tal sentido el e-learning,
si se le asume de manera cabal, ha de involucrar el reconocimiento de la
diversidad y opciones que existen en la Red y desde luego, la enseñanza capaz
de permitir un fructífero aprovechamiento de tales recursos. Bancos de datos de
todas las especialidades, espacios de discusión e intercambio acerca de los más
variados temas, forman parte de los espacios contemporáneos en donde el
aprendizaje se recrea, propaga y, en ocasiones, adquiere interactividad.
Colaboración, imaginación, conocimiento
Los educandos del
e-learning no tienen que desplazarse físicamente, ni almacenar pesados
volúmenes, para tener acceso a las enciclopedias más completas que hayan
existido jamás. Algunas, como la Britannica, hace rato entendieron la
importancia de estar presentes en la Red aunque las limitaciones comerciales
que les imponen sus modelos de negocio siguen dificultando el acceso de todos
los interesados a todos sus contenidos. Otras, como la ya bien conocida
Wikipedia, ofrecen de manera libre el registro de una cambiante y creciente
acumulación de datos y conocimientos.
Como todo
proyecto abierto, en Wikipedia existe la posibilidad de errores o engaños. Pero
ese mismo carácter contiene los mecanismos para que la información allí
disponible sea verificada y enmendada constantemente. En tan solo ocho años
–desde que el empresario y aficionado a la informática Jimmy Wales la creó en
2000– Wikipedia se ha convertido en referencia indispensable de la cultura
contemporánea y es el proyecto intelectual más concurrido que haya existido
jamás. Su diseño básico reproduce la estructura colaborativa en la que se
desarrolla la creación en red del conocimiento. Vale la pena no marginar a la
educación a distancia, y a la educación en todas sus modalidades, de
experiencias como esa.
Imaginación y
colaboración, desde luego a menudo acicateadas por el afán mercantil aunque ese
no ha sido su motor principal, conducen a diversos y, para muchos,
sorprendentes espacios de información y conocimiento en la Red de redes. Hoy en
día por ejemplo, los mapas satelitales que han sido puestos en línea por Google
son un instrumento muy útil para la enseñanza de disciplinas como la
geografía. Estos recursos comienzan a difuminar algunas de las fronteras entre
la educación a distancia y la de carácter escolarizado. El aula expande sus
horizontes con la utilización de facilidades que antes se pensaban exclusivas
de la educación no escolarizada y el e-learning aprovecha las experiencias de
un entorno versátil que va y viene de las Redes, retroalimentándose fuera de
línea y con instrumentos que pueden utilizarse con o sin conexión a Internet.
Algunos de esos
instrumentos han sido creados inicialmente para funciones de entretenimiento, o
de simple información, pero pueden tener aplicaciones de carácter educativo. El
libro electrónico, en sus diversas modalidades, suele ser abominado por quienes
nos formamos en la cultura de la tinta y el papel pero, gústenos o no, ofrece
ventajas que sería una barbaridad no aprovechar en todas las modalidades del
aprendizaje. O miremos hacia el Ipod, ese pequeño disco duro y portátil que
almacena una gran cantidad de información digital y que ha sido
fundamentalmente empleado, con enorme éxito entre los jóvenes, para transportar
y escuchar música y, ahora, videos. ¿Cuántos usos no podríamos imaginar para
cargar al Ipod –o cualquiera que sea su denominación comercial-- además de los
contenidos que ahora lo singularizan, con materiales de enseñanza a distancia? [14].
Involucrarse en
un nuevo entorno
Si hace varios
años el e-learning significó una transformación respecto de la enseñanza
tradicional, quizá es hora de que expanda sus instrumentos y, de esa manera,
sus horizontes. No hay que olvidar que el e-learning, de la misma manera que
todo proceso de intercambio de conocimientos y experiencias, tiene hoy y
seguirá teniendo como entorno a la Sociedad de la Información cuyos arreglos reticulares,
dispositivos tecnológicos y alcances sociales así como culturales todavía están
por afianzarse y definirse por completo.
Recursos como el
podcasting, la televisión en línea, la creación de blogs, el etiquetado de
contenidos, forman parte de los nuevos perfiles de ese entorno sin cuyo
conocimiento es imposible pretender educar hoy en día. Los profesores no tienen
por qué ser, todos ellos, creadores de contenidos audiovisuales. Pero sí
resulta indispensable que entiendan la nueva lógica en la que se desarrollan la
propagación de la información y la creación del conocimiento. La Sociedad de la
Información no entraña soluciones súbitas, ni providenciales, a los rezagos de
nuestros países. Pero constituye un contexto que sería insensato, o inclusive
un tanto autista, tratar de ignorar.
Del e-learning,
como se anunciaba hace un más de lustro, ya no puede decirse que es lo que
viene. Posiblemente es hora de discutir no sólo en qué entorno se
desarrollará sino, también, de qué manera subsistirá en el ambiente colmado de
enseñanzas, tentaciones, promesas y laberintos que, con todo y sus actuales
insuficiencias, ofrecen desde ahora Internet y la Sociedad de la Información.
--0--
[1] Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Este texto amalgama, acota y actualiza una conferencia ofrecida en la Universidad Pedagógica Naciona en la ciudad de México en octubre de 2001 con el título “Aprender y enseñar en Internet” y la participación “La nueva alfabetización. El e-learning en la lógica reticular y abierta de Internet”en el Congreso Virtual Educa realizado en Bilbao en junio de 2006.
[2] Raúl Trejo Delarbre, La nueva alfombra mágica. Usos y mitos de
Internet, la red de redes. Fundesco, Madrid, 1996. Este libro se encuentra
en línea: http://www.quadernsdigitals.net
[3] http://www.internetworldstats.com
Consultas realizadas en enero de 2007.
[4] Cyber Atlas: http://cyberatlas.internet.com Consultado en noviembre de 2001.
[5] Javier Echeverría, Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno. Destino, Madrid, 1999, p. 283.
[6] Búsquedas en los sitios http://www.unam.mx , http://www.uba.ar, www.usp.br y http://www.ucm.es/ realizadas en febrero de 2008.
[7] Observatorio Tecnológico de Elearning:
[8] Maestros del Web: http://www.maestrosdelweb.com/editorial/elearning/
[9] Cisco Systems, “¿Qué es el E-Learning?”:
http://www.cisco.com/global/LA/LATAM/ee/el/que_es.shtml
[10] Informática Milenium, “e-Learning,
el futuro de la educación
a distancia”: http://www.informaticamilenium.com.mx/paginas/mn/articulo78.htm
[12] Definiciones consultadas en febrero de 2008.
[13] Alfons Cornella, “e-Learning: de la formación de los empleados al conocimiento en toda la cadena de valor”. Ke! Revista de Infonomía. Recopilado en Revista CTS+I. 20 de noviembre de 2001. http://www.campus-oei.org/revistactsi/numero1/debate1f.htm Cornella explicaba: “La industria del e-learning está formada por cuatro tipos de agentes: los desarrolladores de software para la creación y gestión de contenidos educativos, los desarrolladores de plataformas de distribución, los generadores de contenidos y los portales generalistas de formación.... Las ventajas del e-learning son bien aparentes, puesto que permite: 1) la personalización (cada estudiante puede definir su “trayectoria de aprendizaje”, y puede ser monitorizado en su desarrollo personal), 2) la interactividad (una relación directa con profesores y compañeros de aprendizaje), 3) la actualización de contenidos (especialmente importante cuando estos se hacen rápidamente obsoletos), 4) así como un amplio abanico de actividades de apoyo (material didáctico complementario, acontecimientos virtuales, etc)”.
[14] Desde fines de 2005 varias universidades estadounidenses, como la de Stanford, comenzaron a colocar en línea archivos de audio y/o video con materiales de apoyo a las lecciones escolares o con cursos para tomar a distancia que pueden ser almacenados, transportados y reproducidos en dispositvos MP3 como el Ipod. Véase, por ejemplo, el proyecto Stanford en Itunes: http://itunes.stanford.edu/