TUTOR
Y ESTUDIANTE EN EDUCACIÓN A DISTANCIA. ¿INTERACCIÓN MOTIVADORA O COMUNICACIÓN
EN CRISIS?
por Jorge
Eduardo Padula Perkins
Una de las problemáticas que
enfrentan los sistemas de educación a distancia es, sin duda alguna, la de la
deserción.
Todos
los adelantos tecnológicos en comunicación e información resultan herramientas
insuficientes ante la pérdida de la motivación que inicialmente conduce a un
individuo a la decisión de estudiar.
La deserción se produce de modo
súbito y, por lo general, irreversible. Se interrumpe abruptamente la
comunicación, en la mayor parte de los casos, sin la precedencia de una
explicación causal, que tampoco se obtiene a posteriori.
En aquellos casos en que finalmente
se consigue una respuesta, esta suele ser de carácter general y evasivo, en
base a argumentos entre los que se destaca la falta de tiempo. Esto resulta
poco creíble si se tiene en consideración que, hasta el momento del quiebre, la
persona contaba con la misma disponibilidad temporal y se mantenía activa
dentro del sistema.
De ahí que se haga necesaria una indagación
sobre las posibles causas profundas que complejizan la situación del estudiante
en el desempeño cotidiano de su rol hasta el punto de producir la ruptura del
vínculo con la organización educativa.
En este sentido se han sondeado
informalmente y desde una perspectiva empírica algunos casos en los cuales
estudiantes de la modalidad no presencial han abandonado tal empresa o han
estado muy cerca de hacerlo.
A partir de éste y otros abordajes
teórico prácticos de la funcionalidad de diferentes ofertas de capacitación a
distancia, es que ha surgido la idea de que las debilidades de la acción
tutorial contribuyen a la determinación desertora.
Reconocemos siguiendo a Watzlawich
(1997) a la comunicación como la forma de interacción humana por excelencia,
que en educación a distancia aparece mediatizada en diferentes formatos. Es la
comunicación entonces el camino por el cual transita la interacción entre el
alumno y el sistema. Esa relación tiene, fundamentalmente para el estudiante,
dos interlocutores cuales son el área administrativa y el área de apoyo y
seguimiento pedagógico tutorial.
Pero el protagonismo de la
comunicación, tanto en relación con los contenidos particulares de cada materia
como en orden al objetivo final del alumno de aprehender los conocimientos y
alcanzar una capacitación determinada y certificada, lo tiene el contacto con
el tutor. Porque es éste quien está orgánica y estructuralmente capacitado para
acompañar en forma directa y personal al estudiante en su tránsito hacia el aprendizaje.
De allí que cuando la comunicación
entre el aprendiz y el tutor falla, está viciada de errores, ofrece flancos
débiles o resulta insuficiente, se reduce radicalmente ese acompañamiento, con
lo cual se produce en el alumno una insatisfacción y una reducción de estímulos
externos que pone en peligro su continuidad como tal.
Las necesidades o deseos que van a
conformar el motor motivacional son fenómenos variables que “dependen de
cambios en la estimulación interna y en la externa”, afirma Newcomb (1981) y
señala asimismo que “cuanto más intensos son los estímulos internos, menor es
el umbral para la estimulación externa”, pero “cuanto menos intensos son los
estímulos internos, más alto es el umbral para la estimulación externa”.
En tal sentido es admisible
sostener que cuando la motivación de estudiar está férreamente estimulada desde
lo interno, la propensión a la deserción será baja, mientras que, por el
contrario, resultarán necesarios mayores estímulos externos para la retención
en el sistema de aquellos individuos con reducidos estímulos internos.
García Aretio (2002) afirma que el vocablo “tutor” implica
el concepto de quien ejerce “la protección, la tutela, defensa o salvaguardia”
que en educación a distancia se materializa como la promoción del “desarrollo
del estudio independiente”. Gutiérrez Pérez y Prieto Castilo (1999) por su
parte, desprecian la palabra “tutor” por entender que presupone una actitud
paternalista y proponen en su reemplazo la expresión “asesor pedagógico”. Sea
como fuere, está claro que la función del docente en este rol es la de
acompañar al estudiante en su proceso de aprendizaje “para enriquecerlo desde
su experiencia y desde sus conocimientos”.
Consecuentemente, cuando esa función se resiente se
resquebraja la comunicación y se pone en riesgo el sistema en su totalidad.
Veamos con ejemplos algunas de las situaciones más comunes
que nos llevan a la conclusión antes citada.
Fechas
y horarios de atención de tutores limitados y espaciados.
En estos casos el alumno debe
esperar, por ejemplo, desde el momento en
que tiene la duda, supongamos un
día jueves, hasta el martes de la semana
venidera en que el tutor atiende en
el horario de 8 a 12. Recién entonces, y si
su tiempo se lo permite, el tutor
verá la consulta del alumno y la responderá.
Mientras tanto el estudiante se
atrasó 5 o 6 días, dado que no pudo avanzar
sobre el terreno inseguro que le
generaba la duda por la cual recurrió a la
consulta.
Ausencia
de respuesta en los días y horarios esperados.
Siguiendo el ejemplo, se han
detectado casos en los cuales, llegado el día y horario de tutoría, no se
obtiene respuesta a la consulta (porque el tutor tuvo varias consultas y no
tuvo tiempo o porque estaba abocado a tomar exámenes o por cualquier otra
razón).
Es decir que , en ocasiones, ni
siquiera en día y hora de tutoría los docentes a cargo atienden las consultas.
Respuesta
escueta, ineficaz, parca o no ajustada al requerimiento.
En
muchas ocasiones el estudiante recibe respuestas que no satisfacen su razonable
necesidad de explicación complementaria. Entonces, deberá volver a preguntar,
pero también a perder otros 4 a 6 días en espera de la respuesta ya que el
tutor atiende, por ejemplo, solo dos días a la semana.
Llegado a este punto ha de insistirse en el carácter
esencial de la tutoría o la asesoría pedagógica en la educación a distancia,
que la torna promotora ineludible e irremplazable del proceso autogestionario
del alumno mediante la crítica constructiva orientadora, y la revela como motor
de una espiral ascendente en la construcción del conocimiento personal y
colectivo.
Respuesta parca y descalificadora.
Se ha sabido de casos en los cuales
ante una pregunta, el estudiante recibe una respuesta más o menos así : -Lea
usted bien el capítulo IV y encontrará la respuesta a su pregunta –
Una respuesta de este tipo resulta
directamente descalificadora y ofensiva, dado que, en lugar de asesorar al
estudiante, se presume que su dificultad radica en que no ha leído bien.
Aunque el texto parezca muy claro
para el docente, éste debería responder igual, con otras palabras, otros
ejemplos, de modo diferente al original y después si, hacer notar la
concordancia con lo ofrecido.
- No preguntes tanto que estás en
tercer año - es otra respuesta utilizada en alguna ocasión ante una consulta.
Se confunde en este caso el sentido de la tutoría en educación a distancia, en
donde el acompañamiento no responde a una necesidad de adaptación del
estudiante al sistema en los primeros años, sino a un diseño didáctico
específico que pone al tutor en un lugar pedagógicamente preponderante durante
la totalidad del proceso.
Es necesario que el tutor asuma la
responsabilidad deontológica de traducir en hechos puntuales el acompañamiento
pedagógico que la define. En otras palabras, la praxis cotidiana del tutor no
puede eludir el compromiso ético de ejercer ese acompañamiento de la forma más
adecuada a las necesidades del educando.
Respuesta
idéntica a lo expresado en el material.
Se trata de una variante menos
ofensiva pero igualmente ineficaz de la caracterización anterior, ya que en
este caso el tutor responde en tiempo y forma pero limitándose a repetir
textualmente lo expresado en el apunte, libro o guía.
Se supone que el alumno sabe leer,
de modo tal que, si recurre al tutor porque no ha comprendido parte lo expuesto
en el material, necesita una explicación adicional.
Si embargo en muchos casos no lo
entienden así los tutores que se limitan a repetir textualmente uno o dos párrafos
del contenido original. En estos caso se hace necesario un esfuerzo del tutor
por hacer comprensible el contenido en cuestión, expresándolo con otras
palabras, de modo diferente, con ejemplos o con cualquier otro recursos
facilitador de la interpretación.
Falta
de acompañamiento y asesoramiento en cuanto a las causas por las cuales no se
alcanza un determinado nivel.
En ocasiones el alumno desaprueba
una actividad y recibe como devolución una expresión del tipo: “Lea mejor la
parte teórica”, sin explicaciones complementarias contribuyentes a la
comprensión de las razones por las cuales no se han alcanzado los objetivos y
las maneras adecuadas de orientar el aprendizaje en tal sentido.
Olvidan los tutores en estos casos,
que la evaluación es parte del proceso de enseñanza – aprendizaje y, por lo
tanto, la devolución debe resultar didáctica|.
Otra variante de esta falla aparece
cuando un alumno obtiene, por ejemplo, una calificación de siete y pregunta al
tutor en qué ha fallado para no alcanzar la nota máxima, recibiendo como
respuesta algo así como –que problema te haces si estás aprobado- , siendo que
el alumno, en particular por su condición de no presencial, necesitaba saber
las razones académicas que le impidieron alcanzar el máximo de conocimiento
sobre los contenidos en cuestión, para conocer la forma adecuada de continuar
su abordaje.
No se cumple con lo que teoriza
acertadamente Fainholc (1980) respecto de la praxis tutorial que define como
“la organización del asesoramiento científico y pedagógico permanente y la
corrección de las posibles deficiencias personales (método de trabajo, defectos
en el aprendizaje, carencias de todo tipo); a la corrección rápida y eficiente
de los ejercicios, a la resolución de consultas y dificultades, diagnósticos,
etcétera”.
Negación de bibliografía complementaria.
En distintas oportunidades, si el
estudiante pide bibliografía complementaria, el tutor responde que todo lo que
debe saber está en el material provisto y/o sugerido.
De este modo se le cierran al
alumno caminos para su propia indagación del tema. Podría sugerírsele que no es
necesario, pero igualmente proveerle títulos al efecto, respuesta adecuada al
interés excepcional puesto por los contenidos en cuestión.
Uso
inadecuado de la opción de semipresencialidad.
Muchos
sistemas de educación a distancia cuentan con instancias de semipresencialidad
optativas. Es decir, ofrecen a sus alumnos la posibilidad de concurrir a
tutorías presenciales, individuales o grupales, como elemento de apoyo a sus
actividades de aprendizaje.
Este elemento facilitador e,
insistimos, optativo, es tomado en reiteradas ocasiones por los tutores como un
factor obligatorio.
Con ligereza suelen responder ante
una consulta con expresiones del tipo –Venga a verme el martes de 8 a 12 y lo
conversamos-
Estos denota dos fallas
contundentes. Por un lado un error conceptual respecto de lo que es la
educación a distancia, dado que, en un buen diseño instruccional, la opción
presencial debería ocupar el último lugar.
Por otra parte, ha puesto en
evidencia un alto grado de desconocimiento de parte de los tutores respecto de
los alumnos en particular y de los alcances de las ofertas en general, dado que
se han detectado casos en los que el tutor ha dicho “venga a verme” a
estudiantes radicados a cientos de kilómetros de la sede tutorial.
Escaso
fomento de actividades de proceso.
Si bien son generalmente los
sistemas los que en su diseño curricular establecen actividades de proceso para
el estudiante a distancia, éstas deberían ser alentadas por los tutores, a fin
de que el alumno maneje vivencial y pragmáticamente los contenidos abordados.
Generalmente las tutorías no
alientan al aprendiz a la realización en tiempo y forma de las actividades cuya
entrega no es obligatoria y, mucho menos, sugieren actividades
extracurriculares capaces de contribuir a la captación y asimilación de los
contenidos conceptuales.
Tardanza en devolución pedagógicamente orientada de las
actividades de proceso o evaluaciones parciales.
Es común que las devoluciones
tarden, se atrasen, no las reciba el alumno en el tiempo y forma establecido
por el sistema y aceptado por el sentido común.
El alumno necesita producir un
anclaje, tanto desde el punto de vista del dominio de los contenidos como desde
la perspectiva psicológica. Un anclaje antes de seguir adelante. Claro que
puede seguir, pero se preguntará si está bien orientado ¿para qué seguir si
está confundido? ¿no resultará perjudicial avanzar sobre una base inestable o
una interpretación errónea?.
Necesita esa devolución de parte
del tutor para afianzarse en un punto antes de proseguir. De lo contrario queda
paralizado en ese punto, a la espera de esa respuesta que le permita volver a
ubicarse en una situación concreta. Quedan sus actividades detenidas con la
consecuente pérdida de tiempo y un creciente desaliento general.
La espera siempre produce gran
ansiedad y ésta se traduce en una carga emocional negativa que hace dudar al
estudiante sobre su propia seguridad como tal, poniéndolo al borde de la
deserción.
A modo de conclusión.
Tal como han sido descubiertas y expuestas en este trabajo,
las prácticas tutoriales inadecuadas se traducen en la debilitación de los
estímulos externos que Newcomb (1981) vincula directamente con la motivación
del individuo en situación.
Todo esto desmotiva e induce al
conformismo y a la deserción. Primero el alumno se sorprende, se siente
abandonado y se indigna por el cariz que el docente otorga a la comunicación.
Pasado el momento de perplejidad, adopta una actitud pasiva y deja de consultar
porque presume que, como hasta el momento, no recibirá respuestas adecuadas a
sus necesidades. Así termina resquebrajándose el vínculo, que se limita al
envío de trabajos obligatorios y la recepción indiferente de la devolución por
parte del estudiante. Como consecuencia última, en muchos casos, se produce la
deserción.
Extraídos de la experiencia, los
ejemplos citados pueden dar lugar a un estudio de profundidad sobre la cuestión,
es decir, que lo aquí expuesto puede constituirse en eventual hipótesis para
una investigación que intente convalidar científicamente la afirmación de que
en los sistemas de educación a distancia, las debilidades en la acción
tutorial contribuyen al incremento de la deserción.
Entre tanto, solo puede apelarse una vez más a la ética de
cada docente en la función de tutor ya que “lo moralmente recto induce al
docente a realizar lo intelectualmente válido o verdadero” (Huaquín Mora,
1998), en este caso la contención amplia del estudiante para fortalecer su
retención en el sistema y facilitar el aprendizaje en pos del cual ha ingresado
al mismo.
Bibliografía y fuentes:
·
Fainholc, Beatriz (1980):
Educación a distancia. Librería del Colegio. Colección Nueva Pedagogía. Buenos
Aires.
·
García Aretio; Lorenzo
(2002): La educación a distancia. De la teoría a la práctica. Ariel Educación.
Barcelona.
·
Gutiérrez Pérez, F. y
Prieto Castillo, D. (1999): La mediación pedagógica. Apuntes para una educación
a distancia alternativa. Ediciones CICCUS-La Crujía. Buenos Aires.
·
Huaquín Mora, Víctor R.
(1998): Ética y educación integral [en línea]. Twentieth World Congress of Philosophy. Boston,
Massachusetts U.S.A.
10-15 August 1998. Philosophy of Education www.bu.edu/wcp/Papers/Educ/EducHuaq.htm [Consulta: 18-11-04]
·
Newcomb, Theodore M.
(1981): Manual de psicología social, tomo I, EUDEBA. Buenos Aires.
·
Padula Perkins, Jorge
Eduardo (2003): Una introducción a la educación a distancia. Fondo de Cultura
Económica. Buenos Aires.
·
Padula Perkins, Jorge Eduardo (2005): Reflexiones en torno
de la construcción de una ética para la educación a distancia. En Revista Etic@net, año II,
número 4, enero de 2005 [en línea]. www.ugr.es/~sevimeco/revistaeticanet/numero4/Articulos/Formateados/Reflexiones.pdf [Consulta:
20-10-2005].
·
Padula Perkins, Jorge Eduardo (2005): No hay tecnología que
reemplace a la pedagogía. En FMM Educación [en línea] www.fmmeducacion.com.ar/Recursos/perkinstecnologiapedagogia.htm
·
[Consulta: 20-10-2005].
·
Watzlawich, P.; Beavin
Bavelar, J. y Jackson, D:D: (1997): Teoría de la comunicación humana. Herder.
Buenos Aires.
* Licenciado en Periodismo y
Analista en Medios de Comunicación Social, Universidad del Salvador.
Realizó cursos de Capacitación Docente, Instituto Universitario de la PFA;
Bases Conceptuales y Modelos Organizativos en Educación a Distancia, y La
producción de un proyecto de Educación a Distancia, Universidad Nacional de Mar
del Plata; Internet aplicado a la búsqueda de información científica con fines
de estudio e investigación, USAL; Pensamiento lateral (E. De Bono), Facultad de
Psicopedagogía, USAL; Uso de los medios en el aula, CEDIPROE y taller Los
diarios on-line en la escuela, Instituto Programas Santa Clara.
Participó en el I Congreso Internacional de Nuevas Tecnologías y Necesidades
Educativas Especiales, Consejería de Educación y Universidades región de
Murcia, España; las Jornadas de capacitación Reflexiones sobre los aportes de
Internet y otros medios a la educación, IPSC y Fundación Noble; el Primer
Congreso Virtual Integración sin Barreras en el Siglo XXI, Redespecialweb.org;
el Congreso Internacional Virtual de Educación (CIVE 2001 y 2002),
cibereduca.com.
Corresponsal para Argentina de la revista virtual Etic@net
Consultor en comunicación
pedagógica para la EAD y columnista especializado en temas de EAD en diversos
sitios web.
Profesor invitado en la Facultad de Ciencias de la Educación y de la
Comunicación Social de la USAL (2001) y en la Escuela Nacional de
Bibliotecarios de la Biblioteca Nacional de Argentina (2002-2005)
Asesor en comunicación pedagógica en el Colegio
de Enseñanza Media a Distancia del Instituto Universitario de la Policía
Federal Argentina (1998-2005).
Miembro activo de la Red de Estudiosos de la Educación a Distancia en el ámbito
Iberoamericano (REEDI) de la Cátedra UNESCO de Educación a Distancia (CUED).
Autor del libro "Una introducción a la educación a distancia" editado
(marzo de 2003) por el Fondo de Cultura Económica de Argentina.