Por Patricia
Cabrera ** y Marcelo Pérez***
Leer en
formato Microsoft Reader
"En ese
instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno
me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición
y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que
transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es (...) El diámetro del Aleph
sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin
disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas
cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del
universo."
Jorge Luis Borges, El Aleph.
Muchas
tecnologías surgidas en el siglo XX han influido de manera notable en el
desarrollo del mundo contemporáneo, pero las tecnologías de información y
comunicación (TICs), en sus variantes más avanzadas -multimedia, Internet y
realidad virtual- han producido una verdadera revolución en nuestros modos de
vida, transformando las costumbres y desplazando inclusive el concepto
mismo de realidad.
Sin embargo todo
desarrollo de la cultura es el resultado de procesos sobredeterminados que
están inmersos en una trama sociocultural compleja, de la cual las nuevas
tecnologías de información son sólo alguno de sus emergentes.
Las
transformaciones tecnológicas, en tal sentido, deben ser articuladas con la
posmodernidad, entendida ésta como la lógica cultural del capitalismo tardío.
Tal como lo señala Sherry Turkle, la intrépida psicoanalista del MIT en La Vida en la Pantalla las
computadoras y en particular Internet son
portadoras de un conjunto de ideas asociadas con el posmodernismo y se
constituyen en objetos evocadores de este paradigma al materializar sus
características predominantes tales, como la fragmentación, el descentramiento,
la simulación, la multiplicidad de sentidos, la simultaneidad de presencias y
la inestabilidad de significados.
Leer y escribir,
en tanto son verbos que remiten a construcciones sociales e históricas, ya no
tienen el mismo sentido en este nuevo contexto. Leer y escribir en el siglo V
a.C. no ha sido lo mismo que hacerlo en el siglo XII, en el siglo XIX, y
tampoco lo será en transcurso del siglo XXI. Estamos asistiendo a nuevos modos
de decir y nuevos modos de leer, que aunque no se conviertan en hegemónicos
marcarán una transformación profunda en las formas de relacionarnos con la
información y con la adquisición del conocimiento, modificando a su vez nuestra
manera de pensar.
Index.html
En la década de
los sesenta Marshall McLuhan ve sucumbir la era del libro en las manos de los "medios eléctricos"
(mass-media). En su libro La galaxia Guttemberg postula que los
desarrollos tecnológicos y el advenimiento de los medios audiovisuales traerían
como consecuencia el fin de la era del texto impreso. Si bien esto nunca llegó
a concretarse, abrió tempranamente un poderoso debate sobre la representación
de los mass media en el seno de nuestra cultura y en particular sobre el futuro
del libro.
El libro
impreso, tal como lo conocemos, supone un modo de escritura y lectura lineal
fuertemente estructurado que se ajusta al paradigma moderno y a la forma de
pensamiento hegemónico que éste sostiene. Por su estructura misma como objeto
aislado el libro invita a una lectura de la primera a la última página (salvo
excepciones como las enciclopedias, los diccionarios y algunos libros de
oraciones).
La concepción de
la historia como universal o la
pretensión del progreso indefinido de la ciencia por simple acumulación son
expresiones de este carácter lineal del paradigma moderno.
Podemos advertir
como este orden lineal propio de la modernidad está rompiéndose, al tiempo que
surgen modos distintos de organización del pensamiento, modelos más abiertos y
menos jerárquicos que recuperan la diversidad,
la complejidad y el azar. Este nuevo paradigma emergente es encarnado por el
libro electrónico, al que Ted Nelson bautizó como hipertexto. El hipertexto (o
hipermedia) es un conjunto de textos conectados entre sí por nexos que proponen
distintos itinerarios para el usuario-lector. Cada texto tendrá una palabra o
frase subrayada, o en otro color que
conocemos como links o enlaces que permiten con solo hacerle clic con el ratón
conectarnos con otros documentos y acceder a nuevas páginas. También los
enlaces o accesos a otros documentos pueden ser a través de imágenes icónicas o
direcciones electrónicas escritas. El lector seguirá algunos enlaces y dejará
otros, seleccionará su camino de acuerdo con sus intereses, estados de ánimo, o
el mismo azar.
Lector Navigator o la odisea de surfear la web
Navegar es una
excelente metáfora para señalar el modo en que se lee el hipertexto. El lector
de un hipertexto navega de un punto a otro de esta estructura, sin seguir nunca
un recorrido único y lineal. La lectura hipertextual abre así un marco de
significación muy amplio. Cada lector recorre su camino personal, creando su
propio texto a partir de esta particular experiencia de lectura. Es evidente
que la lectura es siempre un proceso abierto, individual y hasta cierto punto
impredecible. Pero cada texto establece un determinado campo de significados
posibles en el que son colocados los diversos lectores. En cambio, el
hipertexto es una estructura particularmente abierta que crea un marco de
significaciones potencialmente superiores con respecto al libro impreso, al
ofrecer posibilidades de recorridos infinitos. Por lo tanto, el lector del
hipertexto es activo, decide, asocia textos y crea sus propios recorridos,
realiza su propio montaje. La estructura de este texto pasa a ser
"metaestructura", entendiendo a ésta como una síntesis de lecturas de
varias imágenes y textos realizada por el lector.
Landow en su
libro Hipertexto sostiene que a estas nuevas estructuras textuales se llegó por
dos caminos que fueron convergiendo: por un lado, el recorrido hecho por los
expertos en tecnología de sistemas informáticos como Vannevar Busch, Ted Nelson
o Bill Atkinson y por otro, el de los filósofos y los teóricos del texto, como
Barthes, Derrida, Deleuze y Guattari, entre otros. Sin duda esta
convergencia
insinúa la presencia de una nueva episteme que se va configurando entre las
prácticas y los discursos.
Los filósofos y
críticos literarios teorizan, cada cual a su modo y con sus diversos matices,
sobre la necesidad de contar con un nuevo tipo de texto abierto, sin centro,
múltiple. Barthes, por ejemplo,
propone un texto
de redes múltiples que interactúan constituyendo galaxias de significantes y no
sólo significados, su texto no tiene principio, pero sí diversas vías de
acceso, sin que ninguna de ellas pueda calificarse de principal. Remarca además
la necesidad de que el lector juegue un papel activo en la lectura del texto.
Derrida, constantemente habla de vínculos y cuestiona la linealidad, y la idea
de que un texto tenga una significación fija y verdadera. Deleuze y Guattari,
por su parte, se lanzan contra el pensamiento lineal y el pensamiento binario y
hablan con entusiasmo de una estructura compleja, que comparan con la de una
madriguera de ratas, una raíz o un tubérculo, a la que denominan rizoma. Esta
estructura debe ser heterogénea y multiconectada, no debe responder a ningún
modelo estructural o generativo y debe ser capaz de ser rota en cualquier parte
sin deshacerse. En resumen estos autores proponen que "deben abandonarse
los actuales sistemas conceptuales basados en nociones como centro, margen,
jerarquía y linealidad, y sustituirlos por otras de multilinealidad, nodos,
nexos y redes" Por otra parte, los medios computarizados y el
almacenamiento magnético no lineal creado por los técnicos en informática han
viabilizado, y a veces superado, las ideas de estos pensadores. Los programas
informáticos han producido el hipertexto que encarna y materializa varios de
los aspectos de la teoría. Hoy el mayor exponente del mismo lo encontramos en
la Web, red de redes, verdadera telaraña que bifurca, auténtico
"rizoma" en el que podemos acceder en forma inmediata a información
vinculada pero a su vez, independiente
entre sí, que cada usuario recorrerá de maneras múltiples y a su vez singular.
El desafió ante el ciberespacio: Educación y alfabetización
tecnológica
Sin duda, las
posibilidades y las limitaciones que brinda el hipertexto modifican la
experiencia de la lectura y la naturaleza de lo leído. El trayecto que se siga,
los enlaces que se establezcan, el recorrido que se escoja van construyendo el
texto, y la narrativa estará en perpetua formación sobre un soporte que bifurca
y descentra.
Los textos están
conectados pero sin un eje primario de organización, por lo tanto se presentan
como un sistema que se puede descentrar y rescentrar hasta el infinito. El
lector no queda encerrado en ninguna organización o jerarquía y la frontera que
separa al lector del escritor se desvanecen.
Si leer
hipertextos es navegar, el riesgo del lector es naufragar. En efecto, las
ventajas que supone la lectura hipertextual tienen como revés la
desorientación, la pérdida de tiempo, la dificultad -e incluso la imposibilidad- de la construcción de sentido. La
información desorganizada puede conducirnos a la incomprensión y a la
incertidumbre y el navegar puede convertirse en un simple vagar. Por lo tanto,
la lectura en la red requiere de competencias específicas que no se agotan en
el simple uso mecánico de esta nueva herramienta, sino en la capacidad de poder
apropiarse de la información que allí circula en el verdadero sentido de la
palabra. Para ello el lector deberá ser activo, crítico, reflexivo y selectivo
respecto de la información a la que tenga acceso. Si uno carece de estas
competencias corre el riego de quedar naufrago, vagando sin brújula en el
océano de la información.
Muchos
consideran a la educación como la llave al siglo XXI, pero casi nadie se atreve
a enfrentar los nuevos desafíos de la alfabetización tecnológica, que supone la
adquisición de las competencias necesarias para participar de la cultura del
nuevo siglo. Si nos conmueven el alto grado de analfabetismo que aun hoy existe
a nivel mundial, más allá de las promesas y buenas intenciones, los números
serían espeluznantes si se les sumara el grado de analfabetismo o
desconocimiento de los alumnos, y en especial los docentes, respecto de la
informática y sus distintas potencialidades. Todo aprendizaje se da dentro de
una determinada cultura, y lo que cambia culturalmente no solo es el contenido
de lo que se aprende sino también la forma en que se imparte o se interactua con
el conocimiento.
Es necesario
entonces promover una nueva cultura del aprendizaje que atienda a las demandas
de formación y educación permanente de las sociedades actuales, asumiendo el
reto que proponen las nuevas tecnologías de información, sea para difundirlas,
sea para criticarlas. Lo que ya no podemos hacer es ignorarlas.
* El presente
articulo es el resultado de la ponencia "Hipertexto y Cibercultura"
en LECTURAS´99- Cuba
**Patricia
Cabrera es Profesora de Filosofía y Auxiliar de Investigación en la Universidad
Nacional de Entre Ríos (Argentina)
*** Marcelo
Pérez es Periodista. Investigador en nuevas tecnologías. Ex integrante del
equipo "TIC y Ciudad". Instituto Gino Germani-Facultad de Ciencias
Sociales. Universidad de Buenos Aires (Argentina). Consultor Internacional para
NET CORPS y TOLAB (Internet Business
People)