Autor: José Antonio
Montiel Tosso
Leer
el artículo en formato Microsoft Reader
1.
CONTROVERSIA SOBRE LA NATURALEZA DE LA LUZ
Alumno: Hoy
sabemos que la luz es una onda electromagnética, pero me imagino que esto no ha
sido siempre así.
Profesor:
Eso tenemos que matizarlo. Pero, antes, voy a contarte la historia de una larga
discusión no exenta de agria rivalidad entre dos grandes científicos: Newton y
Huygens. Posiblemente Isaac Newton ha aportado a la Física Clásica mucho más
que todos sus predecesores y es uno de los más importantes hombres de ciencia
en la historia de la humanidad. Este quizá sea el motivo por el que su teoría
corpuscular de la luz arraigó tanto entre los estudiosos de su tiempo y fuese
menospreciada la teoría ondulatoria del holandés Christian Huygens, el otro
enfoque antagonista acerca de la naturaleza de la luz.
Alumno:
Es decir, no se ponían de acuerdo sobre qué era la luz, a pesar de ser algo
cotidiano, imprescindible en nuestro mundo ¿verdad?.
Profesor:
En efecto. En 1690, Huygens publicó en su obra “Tratado de la luz” que ésta
consistía en una onda longitudinal similar a las ondas sonoras.
Alumno:
¿Una onda longitudinal?
Profesor:
Sí, análoga a la que se transmite en un resorte cuando lo comprimimos por un
extremo mediante un golpe. Si lo observamos a una cierta distancia las
compresiones y dilataciones de los “anillos” del muelle parecen viajar a todo
lo largo del mismo. Así se propaga el sonido a través del aire, desde la fuente
sonora hasta nuestro tímpano.
Esta
teoría ondulatoria permitió explicar algunos fenómenos luminosos como la
propagación rectilínea de la luz, la reflexión y la refracción.
Alumno:
Un momento. Entiendo la reflexión, pero no acabo de comprender muy bien la
refracción.
Profesor: Es muy sencillo. Cuando un haz de rayos
luminosos llega a la superficie de separación de dos medios, por ejemplo, aire
y agua, una parte del mismo vuelve al primer medio, sin pérdida de energía, es
el fenómeno de la reflexión. Puesto que la velocidad no sufre cambios, el
ángulo de incidencia i y el ángulo de reflexión r han de ser iguales. Por el
contrario, otra parte penetra en el segundo medio alterando su velocidad, lo
que provoca en los rayos refractados un cambio de dirección. Eso hace que al
introducir una cucharilla en un vaso de agua parezca que se haya quebrado en
dos fragmentos, uno por encima y otro por debajo de la superficie del
líquido.
Por
aquel entonces, los primeros años del siglo XVIII, se sabía ya que el sonido no
se propaga en ausencia de aire, que necesitaba un soporte material. Esto llenó
de dudas a Newton, a pesar de que los
defensores
de la teoría ondulatoria aceptaron la hipótesis de la existencia del éter, un
fluido muy sutil que envolvía todo el espacio, en el que se movían todos los
astros, de manera que nos permitía recibir la luz solar.
Para Newton,
la luz era debida a minúsculas partículas emitidas por los focos luminosos en
todas direcciones, que alcanzan nuestra retina tras viajar en línea recta. Al
chocar en nuestro ojo producen la sensación luminosa. Esta teoría corpuscular
de la luz fue publicada en 1704 en el libro titulado “Óptica”, donde Newton
afirmaba que los corpúsculos eran distintos para cada color, y explicaba la
reflexión de la luz como un choque elástico de estas partículas contra la
superficie de los cuerpos opacos, conservando como ángulo de salida (o de
reflexión) el mismo valor que el ángulo de incidencia.
Alumno:
Me parece muy correcta esta interpretación, no obstante preveo que no será tan
sencilla para la refracción.
Profesor:
Es posible. Newton decía que las partículas luminosas que atravesaban al
segundo medio, por ejemplo del aire al agua, eran atraídas de algún modo por
las partículas de éste de forma que incrementaban su velocidad
en el eje perpendicular a la superficie de separación. El resultado era un rayo
refractado que se acercaba a dicha perpendicular. Como consecuencia de esta
interpretación la velocidad de la luz en el agua y, en general, en los
líquidos, había de ser mayor que en el aire.
Alumno:
Muy fácil. Se mide la velocidad en ambos medios y se acaba la discusión.
Profesor:
Claro, hombre. Hubiese sido muy sencillo, pero en esos años la tecnología no
estaba lo bastante desarrollada para acometer ese reto experimental.
Alumno:
En resumidas cuentas, la polémica estaba servida. Me imagino que se abriría un
gran debate a nivel internacional.
Profesor:
Lógicamente. Siempre pesó más la opinión de Newton, dada su mayor reputación
como científico, que prevaleció durante todo el siglo XVIII. Ahora bien,
distintas experiencias realizadas en los albores del siglo XIX, como las de
interferencias luminosas de Young (1801), el descubrimiento de la polarización
de la luz en 1808 o las experiencias de Fresnel sobre la difracción de la luz
(1815), todos ellos fenómenos típicamente ondulatorios, volvieron el interés de
la Ciencia hacia la hipótesis ondulatoria.
Alumno:
Ha mencionado los fenómenos de interferencia, polarización y difracción de la
luz. ¿En qué consisten?.
Profesor: La
difracción es el fenómeno en el que una onda de cualquier tipo se extiende
después de pasar junto al borde de un objeto sólido o atravesar una rendija
estrecha, en lugar de seguir avanzando en línea recta. La expansión de la luz
por la difracción limita la capacidad de aumento útil de un microscopio, por
ejemplo, pues los detalles menores de media milésima de milímetro no pueden
verse en la mayoría de los microscopios ópticos.
La interferencia es el efecto que se produce
cuando dos o más ondas se solapan o entrecruzan en el mismo medio. Cuando las
ondas interfieren entre sí, la amplitud (intensidad o tamaño) de la onda
resultante depende de las frecuencias, fases relativas (posiciones relativas de
crestas y valles) y amplitudes de las ondas iniciales. Por ejemplo, la interferencia
constructiva se produce en los puntos en que dos ondas de la misma frecuencia
están en fase; es decir, cuando las crestas y los valles de ambas ondas
coinciden. En ese caso, las dos ondas se refuerzan mutuamente y forma una onda
cuya amplitud es igual a la suma de las amplitudes individuales de las ondas
originales. La interferencia destructiva se produce cuando dos ondas de la
misma frecuencia están completamente desfasadas una respecto a la otra; es
decir, cuando la cresta de una onda coincide con el valle de otra. En este
caso, las dos ondas se cancelan mutuamente. Cuando las ondas tienen frecuencias
diferentes o no están exactamente en fase ni desfasadas, el esquema de
interferencia puede ser más complejo.
Alumno:
¿Y la polarización?.
Profesor:
Esta fue la mejor aportación de Fresnel. Para explicar esa propiedad afirmó que
las ondas luminosas eran transversales.
Alumno:
¿Quiere decir que ya no se parecen tanto a las ondas sonoras?.
Profesor:
Más o menos. Las ondas transversales son aquellas que se propagan en una
dirección perpendicular a la vibración de las partículas del medio. Algo así
como las ondas formadas en una cuerda, fija por un extremo en posición
horizontal y agitada por el otro mediante un movimiento de arriba-abajo de
nuestra mano.
Puesto que
la luz está formada por numerosos rayos, cada uno vibrando en su propia
dirección (siempre perpendicular a la de propagación) el conjunto de planos de
vibración es muy grande. Sin embargo, cuando la luz se hace pasar a través de
unos materiales especiales –los polarizadores– éstos absorben todos los rayos
luminosos excepto los que vibran en una determinada dirección. A la luz
emergente se la denomina luz polarizada.
Alumno: De
todos modos, me parecen pocos argumentos para vencer al “gigantesco” Newton.
Profesor: No
creas, ya se habían acumulado demasiadas pruebas. Sin embargo, en 1850 llegó la
definitiva. ¿Recuerdas que la hipótesis corpuscular tenía la necesidad de que
la velocidad de la luz en el agua fuera mayor que en el aire?.
Alumno: Por
supuesto. ¿No me diga que ya se podía medir?.
Profesor:
Efectivamente. El francés Foucault comprobó en 1850 que la velocidad de la luz en el agua era menor que
en el aire, lo que anulaba la explicación de Newton para la refracción.
Alumno: Y
con eso zanjaba la cuestión sobre la naturaleza de la luz después de siglo y
medio.
Profesor: Al
menos por el momento.
Alumno: Por
sus palabras deduzco que la discusión no ha terminado.
Profesor:
Evidentemente. Debes saber que entre los años 1861 y 1864 la Física dio un
salto cualitativo en su cuerpo teórico. La idea de campo de fuerzas ya existía
en la mente de los científicos pues Faraday explicó así la acción a distancia
de un imán, por ejemplo. Sin embargo, el matemático británico James C. Maxwell
llegó mucho más lejos. Adoptando el concepto de función potencial o potencial
escalar, que es la función definida en cada punto del espacio cuyos valores se
corresponden con los del campo vectorial de fuerzas (eléctrico o magnético)
existente allí y que pueden derivarse mediante una sencilla operación (el
gradiente) aplicada a dicho potencial, fue capaz de resumir en cuatro
ecuaciones todas las propiedades de los campos eléctricos y magnéticos,
demostrando al mismo tiempo su indisolubilidad y coexistencia en todos los
puntos del espacio que rodea a las cargas aceleradas.
Alumno: No
tengo muy claro el papel de esa función potencial ni siquiera el significado
del campo de fuerzas.
Profesor:
Este concepto es una interpretación matemática de las fuerzas existentes en una
determinada región del espacio. Podemos “olvidarnos” momentáneamente de la causa
de la fuerza y suponer que ella es una “propiedad” del campo.
Alumno: Es
decir, del espacio.
Profesor:
Sí. A cada punto se le asigna un cierto valor, el que corresponde a la función
potencial en dicho punto, lógicamente. Es un valor numérico, pues no tiene
carácter vectorial como las fuerzas.
Alumno:
Comprendo. Se trata de una simplificación. Es más fácil trabajar con números
que con vectores.
Profesor:
Claro, siempre que no se pierda información. Pero el cálculo diferencial nos lo
permite. De este modo, logramos reducir la idea de fuerzas de cualquier
tipo a una característica del espacio.
Alumno: Me
imagino que lo difícil en cada caso será obtener la función escalar.
Profesor:
Por supuesto, pero ésa es la tarea de los físicos teóricos. Precisamente, este
prodigio de síntesis para el campo electromagnético fue el primer gran éxito
del cálculo diferencial e integral en el mundo de la Física y demostró la
dependencia de esta disciplina del desarrollo de las matemáticas.
Alumno: Por
lo que dice fue algo extraordinario.
Profesor:
Imagínate, todos los fenómenos eléctricos y magnéticos, antes tratados
separadamente, se pudieron explicar mediante sólo cuatro ecuaciones. Pero, aun
hay más, en sus cálculos Maxwell predijo la existencia de las ondas
electromagnéticas para explicar la propagación de este campo electromagnético
en el espacio, y sin necesidad de
soporte material, hallando también que dichas ondas tenían que viajar a la
velocidad de la luz.
Alumno:
Entonces...según Maxwell, la luz es...
Profesor:
Una onda electromagnética. Pocos años después, en 1887, el alemán Hertz, obtuvo
experimentalmente estas ondas electromagnéticas, confirmando las geniales
suposiciones de Maxwell.
Alumno: Por
consiguiente, fin de la discusión.
Profesor: No
tengas tanta prisa. En los mismos experimentos que produjeron las ondas
electromagnéticas, paradójicamente Hertz descubrió un hecho hasta cierto punto
desconcertante: el efecto fotoeléctrico.
Hertz observó que al producir una descarga eléctrica entre
dos electrodos a diferente potencial la chispa saltaba más rápidamente si el
cátodo (polo negativo) se irradiaba con luz ultravioleta. En 1888, Hallwachs
comprobó que una lámina de cinc, cargada negativamente, se descargaba con gran
rapidez cuando era iluminada con radiación ultravioleta. A partir de estas
experiencias se estableció la hipótesis de que bajo la acción de ciertas
radiaciones electromagnéticas de pequeña longitud de onda algunos metales
emiten electrones en un proceso instantáneo, denominándose a este fenómeno
efecto fotoeléctrico.
Alumno: Si por aquel entonces era
muy reciente el descubrimiento del electrón, gracias al tubo de rayos
catódicos, ¿cómo estaban los físicos tan seguros de que eran electrones las
emisiones fotoeléctricas?.
Profesor: Bueno, este proceso
tardó aproximadamente una década y no fue bien conocido hasta 1902, cuando
Lenard verificó que las partículas emitidas eran electrones, al comparar su
comportamiento frente a campos eléctricos y magnéticos externos con el de los
rayos catódicos y midiendo su relación carga/masa.
Los resultados de Lenard pueden resumirse diciendo que la
luz visible, de frecuencia relativamente pequeña, sólo produce el efecto
fotoeléctrico en metales muy electropositivos. Por el contrario, la luz
ultravioleta, de frecuencia mayor, lo origina en casi todos los metales.
Finalmente, pudo contrastar que los rayos X, de frecuencia muy elevada,
ocasionan este fenómeno en todos los metales.
Alumno: ¿Cuáles son las
características de este efecto?
Profesor: Podemos asignar a cada
metal una frecuencia mínima característica por debajo de la cual no se produce
el efecto, denominada frecuencia umbral. Además, la cantidad de electrones
emitidos es proporcional a la intensidad de la radiación absorbida por el
metal y no depende de la frecuencia de la misma. Por el contrario, la velocidad
de los electrones depende de la frecuencia absorbida, pero no de la intensidad
de dicha radiación.
Alumno: Aún así, no entiendo el
porqué este descubrimiento tiene influencia en la discusión sobre la naturaleza
de la luz.
Profesor: ¡Ah!. No sólo eso, su explicación
ha contribuido a cambiar las ideas de la Física teórica. La interpretación de
este fenómeno se debe a Einstein, quien en un detallado trabajo publicado en
1905, aclaraba que si deseamos arrancar un electrón de la superficie metálica,
éste debe absorber como mínimo una energía equivalente a la que lo tiene
retenido en ella, es decir, en el átomo metálico. Si el electrón recibe una
energía superior, la diferencia se manifestará en forma de energía cinética.
Alumno: O lo que es igual, en una
mayor velocidad,
Profesor: En efecto. Dicha
relación no puede deducirse de la teoría electromagnética clásica, ya que,
según ésta, la energía de la radiación es proporcional a la intensidad y no
depende de la frecuencia.
Alumno: Por tanto, existe un fallo
en la teoría clásica de la radiación, pues la energía de los electrones es
proporcional a la frecuencia.
Profesor: Einstein, en su
brillante artículo que posteriormente le valdría el premio Nobel, demostró que
se podían superar estas dificultades aplicando los postulados de la teoría
cuántica de Planck al efecto fotoeléctrico y suponiendo que la luz adquiría una
naturaleza corpuscular.
Alumno: ¡Por fin entra en escena
la teoría cuántica!. ¿Es muy comprometido pedirle que me la explique?.
Profesor:
Por supuesto que no. Hoy ya hemos hablado algunas cosas más difíciles de
asimilar. Max Planck, en 1900, señaló que la única forma de interpretar los
resultados experimentales de la
distribución de la energía emitida por la radiación de un cuerpo negro
era suponiendo que los átomos responsables de dicha emisión no pudieran adoptar
cualquier valor de energía. La hipótesis de Planck condujo a que la energía
emitida por los osciladores atómicos sólo podía tomar unos valores definidos,
llamados “cuantos” de luz o fotones,
proporcionales a la frecuencia de la radiación emitida.
Alumno: Ha empleado usted el
término radiación de un cuerpo negro. ¿Qué significa?.
Profesor: Entendemos por tal aquél
sólido que posea la máxima capacidad de absorción de la radiación que le llega,
incluyendo lógicamente la luz visible, por lo que realmente se ve negro. No
obstante, este material emite radiaciones electromagnéticas no visibles, cuyas frecuencias (y longitudes
de onda correspondientes) dependen de su
temperatura y no de su composición. En el año 1900, los británicos
Rayleigh y Jeans estudiaron experimentalmente la distribución de la cantidad de energía de las radiaciones
emitidas por este tipo de sólidos en función de sus longitudes de onda y
obtuvieron algo sorprendente: la energía emitida presentaba un máximo en torno
a los 2000 nanometros y disminuía tanto si analizamos las longitudes de onda
mayores, como si observamos en las menores.
Los resultados para los valores
altos de la longitud de onda estaban de acuerdo con la teoría electromagnética
porque las ondas armónicas (sinusoidales), como las que describen la
propagación de los campos eléctricos y magnéticos, poseen menor energía
(proporcional a su intensidad) conforme disminuyen sus frecuencias o aumentan
sus longitudes de onda. Por el contrario, según la teoría ondulatoria clásica,
al disminuir la longitud de onda, aumentando consecuentemente la frecuencia, la
energía emitida tendría que ser mayor, debería presentar un crecimiento
exponencial a medida que decrece la longitud onda, lo cual estaba en total
discordancia con lo observado por Rayleigh y Jeans. A este hecho se le conoció
como “la catástrofe ultravioleta”, puesto que era a esas longitudes de onda
bajas (región UV) donde se halla la contradicción manifiesta entre los hechos
experimentales y lo que podía deducirse de la teoría electromagnética. Ahora
bien, gracias a la idea de Planck, si la energía del fotón es proporcional a la
frecuencia de la radiación, siempre será mayor cuanto menor sea la longitud de
onda, pues entonces será mayor su frecuencia, en total concordancia con los
datos experimentales.
Alumno: Perdone la interrupción.
Me iba a hablar sobre la explicación de Einstein.
Profesor: Él postuló que la luz no
sólo se emite en forma discontinua, sino que también se propaga de igual modo.
En vez de considerar la luz incidente como una radiación de frecuencia f, la
imaginó como un chorro de partículas (los fotones), cada una de las cuales
posee una energía proporcional a f. Cuando uno de dichos fotones incide sobre
la lámina metálica cede su energía a uno de los electrones y, si es superior a
la energía mínima o umbral necesaria, arrancará al electrón de la superficie
del metal. Por tanto, la energía cinética del electrón emitido se podrá
calcular mediante la diferencia entre la energía del fotón incidente y la
umbral.
Esta interpretación de
Planck-Einstein para el efecto fotoeléctrico mostró por vez primera la utilidad
de la teoría cuántica, que rápidamente fue corroborada por el sueco Niels Böhr
incorporándola también en la construcción de su modelo atómico pocos años
después.
Alumno: Ya
veo la importancia de la teoría de los “cuantos”. Aunque, intuyo que debió
tratarse de algo revolucionaria para su época.
Profesor:
Naturalmente. Incluso el mismo Planck no creyó en la existencia real de los
fotones en un principio. Su aplicación al análisis de la radiación del cuerpo
negro fue casi un juego mental. Y fíjate a lo que nos ha conducido.
Alumno: Sin
duda, esos eran hombres muy inteligentes.
Profesor:
Claro. Además, tenían la virtud de apreciar el trabajo en equipo, de reunirse a
debatir sus hipótesis y valorar el intercambio de opiniones. La mecánica
cuántica, base de la física moderna, no podía haber sido obra de un solo
hombre, sino la integración del trabajo de muchos equipos, primero en Europa,
hasta la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente, en Estados Unidos.
Alumno: No
obstante, creo que estamos de nuevo con la idea de Newton. ¿No es una vuelta al
pasado?. ¿No es regresar a la teoría corpuscular de la luz?.
Profesor: Ni
mucho menos. Estos experimentos y otros realizados con electrones en los que
presentaban propiedades típicamente ondulatorias, como la difracción o la
interferencia llevaron al francés De Broglie en 1924 a enunciar su famosa
hipótesis de la dualidad onda-partícula, afirmando que la luz tiene una doble
naturaleza, es decir, se propaga mediante ondas electromagnéticas y manifiesta
el comportamiento ondulatorio, pero que en ciertos experimentos de interacción
con la materia ofrece un comportamiento corpuscular. Eso sí, jamás ofrece
simultáneamente el doble carácter. Esta hipótesis no la redujo De Broglie
exclusivamente a la luz, sino a todas las partículas materiales.
Alumno:
¿Quiere decir que un electrón también puede ser considerado como una onda?.
Profesor: En
efecto. La longitud de onda de la onda asociada a una partícula de masa m que se mueve
con velocidad v se calcula, según De Broglie, mediante la
expresión:
(donde h es
la constante de Planck igual a 6,63·10-34 J·s)
En los años
siguientes se llevaron a cabo diversos experimentos con electrones, como los de Davisson y Germer acerca de su
difracción en un cristal de níquel o el de G. P. Thomson que produjo
interferencias con electrones, en los que
estas partículas manifestaban propiedades típicamente ondulatorias, que
confirmaron por completo la hipótesis de De Broglie.
Alumno: ¿Me
está usted diciendo que hay evidencias experimentales de que los electrones son
ondas?:
Profesor:
Parece que no te quieres dar por enterado. Realizando cálculos sencillos con la ecuación anterior de
De Broglie obtenemos para un electrón que se mueva a una velocidad de 6·106
m/s una longitud de onda asociada de unos 10 angstrom. Este valor es del mismo
orden de magnitud que las distancias interatómicas en los cristales y se pensó
en utilizar dichos cristales como redes de difracción para electrones ya que se
habían empleado con anterioridad para difractar con éxito rayos X.
En la figura siguiente se
representa un esquema de la experiencia llevada a cabo en 1927 por Davisson y
Germer. Los electrones emitidos por un filamento de wolframio (F) son
acelerados por una cierta diferencia de potencial entre el filamento y la placa
metálica P. Los electrones son dispersados por un cristal de níquel, pudiéndose medir la intensidad del haz
electrónico en una dirección determinada gracias a
un galvanómetro conectado a la cámara colectora C. Girando convenientemente el
soporte de la cámara se obtenían las intensidades de los electrones en
distintas direcciones con objeto de representar gráficamente los resultados.
Los datos revelaron que para un
ángulo de 50º existía una interferencia constructiva en la intensidad de los electrones,
es decir, se observaba un refuerzo de las ondas asociadas al reflejarse en los
átomos de níquel, regularmente espaciados en el cristal.
En
la figura mostrada a continuación se ilustra la explicación de este experimento
considerando que las ondas asociadas a los electrones se reflejan en planos
paralelos de átomos de níquel, perpendiculares al plano del dibujo.
Conociendo la distancia d a partir
de medidas de difracción de rayos X y utilizando el valor de 50º para el ángulo
de dispersión hallado experimentalmente, se obtiene un valor para la longitud
de onda asociada a los electrones de 1,65 Angstrom, que concuerda perfectamente
con el deducido al aplicar la hipótesis de De Broglie.
Alumno:
Mencionó además otra experiencia similar.
Profesor: Desarrollando un procedimiento
similar al utilizado por Laue para obtener los espectros de rayos X, G. P.
Thomson, en 1928, consiguió preparar espectros de difracción de electrones.
Utilizó un tubo de gas con potenciales de unos 50.000 V para producir rayos
catódicos que luego enviaba contra una lámina metálica muy delgada. El haz de
electrones, tras chocar contra la lámina y ser dispersado incidía sobre la
placa fotográfica. El espectro obtenido consistía en un conjunto de anillos
perfectamente delimitados, concéntricos y con una mancha central, totalmente
análogo a los que se obtienen por difracción de la luz.
Alumno:
¡Asombroso¡. Unos electrones que producen el mismo efecto que los rayos-X.
Nunca lo hubiera creído. Cuántas sorpresas nos reserva la naturaleza.
Profesor:
Veo que ya empiezas a darte cuenta de lo gratificante que es el mundo de la
ciencia. No sólo tienen interés y misterio las novelas policíacas.
Alumno: De todas formas, hay algo
que me intriga. Aun admitiendo la enorme capacidad intelectual de todos estos
científicos no se me ocurre cómo pudo De Broglie llegar a su ecuación.
Profesor:
Como comprenderás, yo no le he conocido. Sin embargo, la ecuación anterior
puede inferirse de la relación de equivalencia masa-energía de Einstein (E=mc2
o bien E = p c , pues la cantidad de movimiento p es m c) sin más que sustituir
E por su valor como h f, esto es h f =
p c y tener en cuenta que f = c:
; de
donde
A pesar de que la hipótesis de que toda
partícula lleva “asociada” una onda en su movimiento no posee ninguna
restricción, sólo es observable en el mundo subatómico. Los cálculos con la
ecuación propuesta por De Broglie para
obtener la longitud de onda de la onda asociada en objetos macroscópicos dan
resultados muy pequeños, que escapan a nuestra capacidad de medición. Sin
embargo, los datos obtenidos por Davisson, Germer, Thomson y otros sobre la
longitudes de onda electrónicas confirman por completo las predicciones
teóricas.
Alumno:
¿Cómo?. Esto último no lo entiendo. ¿Todos los cuerpos tienen un carácter
ondulatorio?. ¿Nosotros también?.
Profesor:
Vamos por partes. La hipótesis sólo se confirma experimentalmente en el mundo
subatómico. No obstante, su validez no puede ser rechazada en el mundo de los
objetos “visibles”.
Alumno:
Comprendo. Ni la luz ni la materia son lo que parecen. Ambas comparten las
mismas características, es decir, tienen la misma naturaleza.
Profesor:
Exacto. En cada circunstancia predomina o se manifiesta una de las dos. En el
mundo macroscópico las distinguimos con claridad. Por el contrario, en el mundo
subatómico este doble comportamiento se alterna dependiendo del fenómeno
estudiado.
Alumno: Pero
nunca se observan los dos al mismo tiempo, ¿no es así?.
Profesor:
Completamente. Así lo afirma el principio de complementariedad enunciado por
Böhr. Veo que has entendido el
planteamiento de la nueva física. Sin embargo, cuando intentamos profundizar demasiado
en esta idea nos parece cada vez más misteriosa. La luz comportándose como los
electrones y éstos como las ondas luminosas...resulta increíble. No obstante,
la hipótesis de De Broglie, junto con la Teoría de Planck, son los dos pilares
fundamentales sobre los que se ha edificado el sorprendente edificio de la
física actual. Y como todo banco tiene como mínimo tres patas te diré que la
tercera la forma el Principio de Incertidumbre de Heisenberg... pero de eso ya
hablaremos otro día.